Seguramente alguna vez habrás sentido esa envidia, celos o molestia al ver la foto de alguien (en instagram, facebook u otra red social), y sentiste que algo te golpeaba ligeramente. Antes de que lo sepas, has estado acechando a esta persona durante horas, tratando de entender mejor su vida. “Tiene un gran cuerpo, está de viaje siempre, visita lugares que yo ni en sueños veré”, y demás pensamientos llenos de envidia vienen a ti cada vez, y te hacen sentir fatal.
De un momento a otro, tu vida da un giro y no sabes como terminaste en este círculo vicioso de compararte, de tratar de entender y de catalogar a los demás en ciertos estereotipos para que no te afecte tanto. Este ego que sale a nuestro encuentro, y nos pone en evidencia como humanos que somos, nos puede afectar más de lo que nos damos cuenta, tal como un veneno nos desmotiva y nos aplasta sin que nos demos cuenta de cuáles fueron esos detonantes.
La envidia es considerada como uno de los 7 pecados capitales, pero ¿qué es realmente? Los celos en sí mismo, son una emoción mordaz que nos hace sentir amargados e incluso odiosos hacia una persona, la conozcamos o no. La envidia tiene que ver con sentirse infeliz con la felicidad de otra persona. Sea éxito profesional o personal, cuando ves sus logros, comienzas inmediatamente a compararlos a los tuyos.
Curiosamente, la envidia nos ayudó a evolucionar como una especie. Se trata de la competencia y la comparación social que nos obliga a auto-evaluarnos. En un escenario saludable, veríamos el éxito de alguien y encontraríamos motivación para emparejar sus logros. Pero cuando se trata de la envidia, en cambio queremos lo que esa persona tiene y lo deseamos tanto que nos sentimos infelices e incluso enojado por ello.
Los escenarios de la envidia no solo se reducen a lo que ves en las redes sociales, puede sucede en cualquier ámbito de tu vida. A veces sentimos que tenemos derecho a estar celosos o tener “envidia de la buena”, pero otras veces, no podemos justificar nuestros sentimientos.
Así que todos somos culpables de envidiar a los demás, esto no nos hace mejores ni peores que nadie. Pero aquí está el problema: cuando permites que ese sentimiento impregne todos tus pensamientos o emociones hacia ese individuo o hacia ti mismo, pierdes de vista tu propia realidad.
Cuando sólo puedes concentrarte en lo que esas otras personas están haciendo de sus vidas, incluso muchas veces sustentado por tus propias creencias de que así es la vida de los demás, fallas en darte cuenta de que la tuya sólo se ve más oscura porque estás de pie bajo una nube de lluvia.
Sólo tienes una vida, la tuya, y si la pierdes comparándote con otras personas y sintiéndote envidioso de todas las cosas que tienen, no tendrás espacio para la motivación porque estarás tan consumido con toda esa negatividad.
No tienes que experimentar la envidia en un nivel tan negativo. Hay maneras de ver las cosas que la gente está haciendo y verlo como un impulso motivador en lugar de un sentimiento que nos aplaste.
Cuando ves a un amigo cercano lograr algo grande, ¿sientes envidia, o celebras sus logros? Alternativamente, si algo malo sucede, como una pérdida de trabajo o una prueba fallida, ¿Te compadeces de ellos, o celebras que tu vida es mejor que la suya?
Si pasas la mayor parte de tu tiempo con personas que valoran objetos materialistas y el estatus social, no pasará mucho tiempo antes de que estés compartiendo sus mismos valores. Esto se convierte en una necesidad constante de tener lo mejor entre esas personas y cualquier otra persona que encuentres. Pero esto es algo agotador, poco realista y muy superficial. Hay tantas cosas importantes para ocuparse en esta vida. que preocuparte por mantener falsos ídolos es una verdadera pérdida de tiempo.
Es tan fácil quedar atrapado en la ilusión de que todo el mundo parece tener lo mejor. Son más delgados, más bonitos, más exitosos, más felices … pero no sabes nada de eso con seguridad. En lugar de quedar tan envuelto en la idea de que eres menos que ellos, compárate con algo tangible: tu yo pasado.
Si miras a tu pasado, descubrirás que has logrado mejorar tu versión y que quizás estés más cerca de lo que piensas de aquello que anhelabas hace años. Seguramente habrás aprendido lecciones y también habrás sabido elegir mejor tus amistades y con quien estar, alejándote así de la gente tóxica.
Mantén la comparación saludable y personal, no fantástica y amargada. Cuando comparas el presente con tu propio yo, ves el progreso que has hecho y ganas la satisfacción. Esto no puede generarte envidia, al contrario, te hará sentir feliz y podrás concentrar mejor tus energías en lograr otras metas.
Una frase que seguramente habrás leído es aquella que dice: “Cuando alguien juzgue tu camino, préstale tus zapatos.”
La idea del dicho es simple: alguien puede parecer que lo tiene todo, pero a puertas cerradas, podrían esconder luchas y sacrificios que ni te imaginas. Aunque nunca se puede saber realmente lo que alguien puede estar pasando en secreto, todavía puedes tratar de imaginar lo que sería estar en lugar de ellos. Si te conviertes en la persona que envidias, imagina lo que sería (lo bueno y lo malo).
Si reduces a los demás solamente a sus logros, solo estás viendo una cara de la moneda, y la realidad de esa persona a la que envidias es totalmente ignorada, por lo tanto, estarás envidiando una ficción y no a alguien real.
Si te liberas de la carga de la envidia, y eres capaz de transformarlo en un impulso para enfocarte más en tu vida presente, no solo tendrás la oportunidad de lograr todo aquello que deseas, sino que eliminarás de tu vida una carga innecesaria de dolor, preocupaciones y estrés que son realmente en vano.