Reseña Histórica de la Hotelería en Panamá
El Origen de la Hotelería
Lo que hoy conocemos como la industria hotelera, se dio gracias a la evolución sociocultural de la humanidad, que influyó de una forma directa en la forma de consumir (patrones de consumo) y a medida que la ciencia, los adelantos médicos y sanitarios, del transporte y de las comunicaciones dejaron su marca en el mundo, desarrollaron la industria de la hospitalidad.
La actividad hotelera recorrido un largo camino y se ha vuelto una de las industrias mas complejas y exigentes.
Desde 1501 cuando nos "descubre" Rodrigo de Bastidas, el Istmo Panamá y principalmente la ciudad se ha convertido en un Centro Internacional por excelencia.
Por nuestra posición geográfica y condición del istmo, somos un cruce de caminos. Tenemos una larga tradición hospitalaria, que comienza con las ferias atlánticas inauguradas en 1544 en Nombre de Dios, en donde miles de personas, entre los que se podían encontrar comerciantes, oficiales reales, artesanos y curiosos entre otros, nos convertían en un centro de albergue temporal.
En 1575 Alonso Criado de Castilla afirmo que había 200 casas cuya mayoría solo eran ocupadas en tiempos de feria pues la población normal no excedía de 50 personas.
En 1625 Portobello tenía 150 casas de españoles, negros libres y mulatos en donde se alojaban los mercaderes de los galeones que arribaban en la bahía, durante los “tiempos muertos”.
Al suspenderse las ferias en 1754 se produjo un estancamiento en el Istmo que no favoreció a la actividad hospitalaria. Setenta años más tarde se reactivo el tráfico, pero las posadas estaban deterioradas. En la venta de Cruces que era una parada forzosa del camino, solo se hallaba un mesón o una especie de granero grande.
En 1849, comienza una oferta hotelera más variada y menos formal. En ese entonces las casas usadas como albergues transitorios y las posadas inestables dan paso a las nuevas propuestas de hospedaje y alimentación, y no de carácter estacional sino permanente, lo que atrajo a empresarios extranjeros. Unos se dedicaron exclusivamente a la hotelería y restaurantes, por lo que pronto europeos y estadounidenses habrían monopolizado este sector.
Gracias a la Revolución Industrial surgió un nuevo tipo de viajero, el hombre de negocios. Este empezó a exigir ciertos privilegios como privacidad, higiene y buena alimentación a precios justos.
El desarrollo de los ferrocarriles y de los barcos a vapor dieron impulso a una nueva propuesta urbana, los hoteles de término que surgieron en torno a las estaciones de trenes y en ocasiones, en las áreas portuarias.
Las compañías de ferrocarriles y navieras se volvieron importantes constructoras de hoteles.
Algunos ejemplos de ello fueron en La Ciudad de Panamá y Chagres, desde la cuarta década del siglo XIX con la Compañía de Correos y Navegación del Pacifico (Pacific Mail Navigation Company) y en los años cincuenta con la Compañía de Ferrocarriles de Panamá (Panamá Railroad Company).
A partir del descubrimiento de oro en California en Enero de 1848 comenzaron a llegar extranjeros y se consolida la sociedad cosmopolita en Panamá, esto redefine los patrones de consumo y desencadena la importación masiva de productos (licores, ropa, víveres, cigarros, mantequilla y harina, entre otros). Esto provocó que comerciantes hebreos y de otras nacionalidades, realizaran un activo comercio circular entre Inglaterra, Jamaica y Chagres; también con otros puertos estadounidenses.
De un momento a otro en Panamá había entre veinticinco y cuarenta mil aventureros que cruzaban por periodos anuales, de océano a océano y que frecuentemente debían permanecer durante varios meses a la espera de los buques que los trasladarían a San Francisco.
El hotel más celebre de este periodo fue el Aspinwall. Propiedad de un estadounidense, ubicado en la esquina de la Avenida Central y calle 8, que fue destruido en 1870 a raíz de un incendio. Según Otis era el mejor del Istmo.
En 1855 el hotel estadounidense Mess House (ubicado en la American Toen de Chagres) cobraba “3 dólares por catre”, sin derecho a alimentación.
Las habitaciones eran compartidas (con 6 catres), lo consideró “perfectamente limpio” y este estaba administrado por un Francés que tenía varios jóvenes alemanes a su servicio.
Es posible que fuera una de las primeras soluciones de hospedaje desvinculadas de la taberna o cantina.
Otros hoteles del periodo como la Casa de Washington, The French House, The Plaza Hotel, Cocoa Grove, Western Hotel, American Hotel, Railroad Hotel o New World, seguían el mismo patrón de alojamiento comunal.
En torno a la estación del ferrocarril, en el arrabal de La Cienaga y sus alrededores, había una serie de hoteles o pensiones como Ocean y la Pacific House de McFarland.
El Grand Hotel
Con su construcción en la séptima década del siglo XIX se inició la arquitectura hotelera en gran escala en Panamá y se dieron los primeros pasos hacia la hotelería moderna. En 1850, el comerciante alsaciano George Loew que llegó al Istmo atraído por la fiebre del oro californiano, levantó un hotel a un costado de la catedral.
“El edificio ocupaba una cuadra entera, tenía cuatro pisos, estaba levantado en piedra y era tan grande y amplio que nos asombró”, dijo en 1855 el médico canadiense radicado en Panamá, Wolfred Nelson.
En 1874, se demolió luego de un fuego que casi lo consume, y se traslado a un costado del Cabildo.
La nueva estructura, donde hoy funciona el museo del Canal Interoceánico, era monumental y se inauguró el cuatro de septiembre de aquel año en medio de grandes celebraciones. El hotel fue durante sus siguientes años según Gutiérrez “el primero en su clase en los países hispanoamericanos del caribe”.
La arquitectura del hotel era de gusto metropolitano Francés. Loew introdujo el concepto de privacidad en la hotelería panameña, entre tanto revolucionó los patrones de consumo con las nuevas propuestas de luz de gas, baños completos, sistemas de suministro de agua corriente y salón de juegos. Las habitaciones eran amplias y ventiladas. En el centro del edificio estaba el servicio de baños.
El suministro de agua procedía de dos antiguos y profundos pozos que se abastecen de ríos subterráneos de las montañas. Contaba con una cantina, el salón de la ruleta con un pianista de primera clase, un billar, una barbería, un almacén y un buen restaurante francés. Las paredes de la cantina y el salón estaban cubiertas con pinturas al fresco, en tanto que las del salón de recepciones poseía tapices y muebles importados de París.
Pero los viajeros que lo visitaban no siempre quedaban gratamente impresionados, porque se respetaban olores desagradables, al igual que en el resto de la ciudad por la carencia de sistemas sanitarios y de recolección de basuras. Además era costumbre de las familias lanzar sus desechos a las calles.
En 1878, el Grand Hotel era una de las propiedades más costosas de la plaza. El miércoles de cenizas de ese año se desata un incendio en la ciudad y el hotel sufre importantes daños.
Fue reconstruido y a inicios de 1880 hospedó a Ferdinand De Lesseps y a su familia. Meses después, los herederos de Loew vendieron el inmueble a la Compañía Universal del Canal Interoceánico por 206.521 dólares. Esta venta marcó el fin del hotel como casa de hospedaje y desde entonces sirvió para oficinas administrativas de los franceses entre 1880 y 1904 cuando pasó a poder de la Comisión del Canal Interoceánico.
El Hotel Central
El Francés Emil Dreyfous, fue quien levantó el Hotel Central en 1874, al mismo tiempo que Loew construya el Grand Hotel, ubicado en la calle 5ta y la avenida Central, frente a la Catedral. En 1978, la estructura fue presa de un incendio que provocó su reconstrucción en 1883.
El edificio original tenía dos plantas y grandes balcones corridos al estilo colonial. Después de su reconstrucción la nueva planta se asemejaba extraordinariamente al Grand Hotel. La nueva estructura se organizaba en torno a un gran patio interior con una importante escalera y gran tragaluz.
A partir de su remodelación, comenzó a conocerse Gran Hotel Central, con 60 pies de altura se convirtió en el edificio más alto de Panamá. La planta baja estaba ocupada por la oficina, la barbería, la cantina, el comedor y los servicios sanitarios. En total contaba con 125 habitaciones entre internas y externas.
En 1894 en plena decadencia a raíz de la bancarrota de la compañía universal, el inmueble fue adquirido por la familia Ernham que lo retuvo hasta 1917, cuando se lo vendió a Julio Canavaggio quien de inmediato cementó una reforma integral del inmueble y procedió a su ampliación. Las obras estuvieron a cargo del arquitecto James C. Wright, jefe del Departamento de Arquitectura de la Zona del Canal.
La campaña dirigida por el doctor William Gorgas obtuvo uno de los triunfos más espectaculares, con el saneamiento de las ciudades de Panamá, Colón y la Zona del Canal.
En 1917, precisamente el año de su venta y remodelación, la publicidad aparecida en el Libro Azul destacaba que el Central era “el primer hotel de Panamá, siendo el rendez-vous de todos los pasajeros del continente americano, gozando de fama en todo el hemisferio Oeste” que ofrecía servicio de “alto estilo europeo y americano” a precios “razonables” y “completa garantía de higiene” de la cocina que era periódicamente inspeccionada por los oficiales de sanidad de la Zona del Canal.
La conquista de los trópicos y la epopeya canalera, que transformaron a Panamá de una selva pestífera en un paraíso tropical en el imaginario de los estadounidenses, dispararon la llegada de turistas. Personas con altos estándares de calidad en cuanto a higiene y aseo, comodidades modernas y alimentación que no buscaban lujo, sino el confort que sólo podía brindarles el hotel.
En su salón Palm Garden, por las noches tocaba una orquesta, era muy concurrido por nacionales y extranjeros, sobre todo después de la aplicación de la ley seca en la Zona del Canal.
Al comenzar los años veinte, la ciudad de Panamá contaba con una oferta hotelera más moderna, que condujo a acelerar la decadencia del Hotel Central.
En 1993 en la voluminosa obra impresa de promoción turística publicada durante la administración de Harmodio Arias, se señalaba que el hotel contaba con 160 habitaciones “con comodidades de la vida moderna”. Un centenar de ellas contaba con “baño y servicio de toillete individual y teléfono”. El hotel ofrecía servicio de ascensor eléctrico que funcionaba día y noche según Star y Herald.
El hotel poseía los servicios de un cocinero francés, que podía atender un comedor con capacidad para 300 personas, además de bar y una peluquería.
El Hotel Tívoli
Ubicado en Ancón, en el límite entre la ciudad de Panamá y la Zona del Canal, es reflejo del comportamiento de los empleados del gold roll y de las elites panameñas, un símbolo de status para quienes eran bienvenidos y el escaparate de los patrones de consumo de las clases privilegiadas hasta finales de los años cuarenta.
Su construcción inició en 1905 con el propósito de brindar alojamiento a los trabajadores que aún no tenían una vivienda asignada, hombres de negocios que mantenían relaciones comerciales en la Zona del Canal y para proporcionar entretenimiento a los trabajadores de la nomina de oro.
El presidente Theodore Roosevelt en noviembre de 1906, se alojó en el -aún estando sin terminar-, durante los tres días que permaneció en la zona canalera.
La construcción estuvo bajo la supervisión directa del ingeniero jefe Jhon Stevens y su primer director fue Jackson Smith (Panamá Canal Company 1956), Jefe del departamento de Trabajo, Vivienda y Subsistencia de la Zona del Canal.
Contaba con unos 120 dormitorios de una sola habitación y otros cien de dos habitaciones con baño privado, aso como con la celebre Suite Roosevelt. Un espacioso salón de bailes, un billar, una gran piscina y un depósito de equipajes.
En 1911 se instaló un ascensor y al año siguiente un sistema de tuberías de agua caliente en todos los baños. El hotel estaba administrado por la Compañía del Ferrocarril, que mantenía otros dieciocho hoteles a lo largo de la ruta con el fin de proveer de alimentación a los empleados del canal.
Su cocina era celebre por su excelente oferta gastronómica y estaba abierta a los panameños. En 1936 tres años después de la abolición de la Ley Volstead (ley seca) se inauguró el renombrado bar La Pérgola.
Las veladas en el Tívoli los sábados por la noche gozaron de mucha fama hasta los finales de los años cuarenta. Después de cenar en el restaurante Dos Océanos las parejas bailaban al son de las canciones interpretadas por la orquesta.
Las celebraciones a lo largo del año se sucedían sin pausa: bailes de Año Nuevo, de la infantería de la Marina, tés, agasajos, bodas, movilizaban a cientos de empleados.
Los buffet de los domingos por la noche eran cita obligada de panameños y zoneitas. Todo era de excelente calidad y todo venia del exterior a través de los comisariatos.
El primero de febrero de 1951, después de la inauguración del Hotel El Panamá, el Tívoli perdió su condición de establecimiento comercial y pasó a ser una casa de huéspedes exclusiva del gobierno de los Estados Unidos.
En 1971 clausuró definitivamente sus puertas. Para entonces aún funcionaban los restaurantes Railroad y Chart and Roosevelt y el hotel aún mantenía una planilla de 95 empleados.
La popularidad de que gozaron el Tívoli y el Washington de Colón, gracias al esmerado servicio, a los altos estándares de confort y de higiene que impusieron los estadounidenses, así como los precios convenientes, represento un dolor de cabeza para los hoteleros y para el Estado panameño que consideraban que ambos establecimientos constituían una competencia desleal.
En 1923 Ricardo J. Alfaro escribió: “ El negocio de los hoteles se halla en circunstancias lamentables a causa de la ruinosa competencia del Hotel Washington en Colón y del Hotel Tívoli en Panamá, que no permiten al capital privado emprender con éxito ese negocio cuando tiene ante sí competidor tan formidable como lo es el Gobierno de los Estados Unidos.
La presencia de estos establecimientos retrasó el desarrollo de una oferta hotelera de calidad en las ciudades terminales.
Periodo de apogeo de la pequeña hotelería
Uno de los hoteles que gozaba de cierta popularidad hacia el fin de la primera guerra, era el Metropole de Jacob Kowalsky que contaba con un comedor con un café contiguo provisto de excelente orquesta con conciertos de 7:00 – 12:00 PM y su restaurante ofrecía un variado menú de pollo y bifes de carne.
El Imperial frente a la estación del ferrocarril en la avenida Central ofertaba cuartos limpios, bien ventilados con luz eléctrica y baños. Ofrecían el mejor confort, con un buen trato y excelente restaurante.
El Hotel España en el Parque Santa Ana.
El Bolívar próximo a la estación del ferrocarril que cobraba 1.50 diarios con todo incluido.
El Colombia y El San José en le Parque Bolívar.
El Bella Vista en La Exposición, a una cuadra de la playa, cuando aún no existía el relleno de la Avenida Balboa y los bañistas nadaban a la altura del actual Hotel Miramar. Era un hotel familiar, que ofrecía excelente comida europea y colombiana y su propietaria Sara de Bonilla los publicitaba “como el hogar de los colombianos”.
El Hotel Colombia de los hermanos Carlo y Anselmo Mantovani era un hotel de primera categoría, construido por los arquitectos Leonardo Villanueva Meyer y Víctor M. Tejeira en 1925.
De estilo neocolonial con dos miradores, semejaba mucho a construcciones andaluzas que se realizaron años mas tarde en la Exposición Iberoamericana de Sevilla, realizada en 1929. Sus habitaciones tenían agua corriente y teléfono. Desde su inauguración tuvo mucha popularidad, por su excelente comida italiana, se volvió muy concurrido.
En 1928 el gobierno nacional encandilado con el crecimiento extraordinario de visitantes a Cuba, le encomendó a Guillermo Andreve una investigación sobre la organización y estructura de la actividad turística en la isla.
Andreve realizó una serie de observaciones y recomendaciones para incentivar el turismo en Panamá, considerando que uno de los obstáculos más poderosos para el crecimiento del turismo era el alojamiento, refiriéndose a Hoteles. El creía que eso era lo que nos faltaba.
En 1931 Panamá contaba con una disponibilidad de 600 habitaciones pero la existencia del Tívoli que ofrecía servicios de calidad a precios accesibles, disuadió a los diferentes gobiernos de una intervención directa en la actividad hotelera hasta 1950 cuando, después de acordarse el cese de la actividad comercial del Tívoli, se construyo el Hotel El Panamá.
En 1941, la ley 74 del 18 de Junio, la Junta Nacional de Turismo debía “promover, estimular y auxiliar el establecimiento de balnearios, hoteles, casinos, restaurantes, cabarets, parques de diversiones, competencias deportivas, conferencias culturales, congresos y ferias” con el propósito de atraer el turismo.
EL Hotel El Panamá
A finales de la década del 40, comenzó una era de extraordinaria prosperidad para la industria hotelera mundial, gracias al desarrollo de la aviación que facilitó la rapidez y seguridad de los traslados. Ello provocó grandes masas de gente desplazándose a lugares que antes eran casi inaccesibles.
El alojamiento, la alimentación y el entretenimiento de estos grupos trajeron consigo la necesidad de nuevos insumos e incluso la demanda de renovadas infraestructuras hoteleras.
Las familias buscaban canchas de tenis en el hotel, exigían poder comer al borde de la piscina mientras se bronceaban al sol por largas horas, requerían de garajes donde guardar sus automóviles, de radios en los cuartos y más adelante de televisores.
El hospedaje tomo nuevas riendas. Los hoteles mantuvieron sus propios restaurantes y los mejoraron para hacerlos competitivos con la oferta del exterior, al punto que muchos de ellos se convirtieron en parte importante de la mejor agenda gastronómica de la ciudad.
Por aquellos años Panamá era una ciudad cosmopolita con más de cien mil habitantes y un comercio de importación consolidado. En 1948 el gobierno nacional decidió impulsar el turismo, adquiriendo terrenos en el recién urbanizado globo del barrio de El Cangrejo y comenzó la construcción de un hotel de lujo.
A un costo de seis millones de dólares, el Estado se convirtió en el socio mayoritario del Hotel El Panamá, cuya construcción se concluyo a finales de 1950. Se convirtió en el ícono de la hotelería continental por su lujo y confort y no solo altero la geografía urbana de la capital, sino también el comportamiento social de los panameños de clase alta y de los zoneitas.
La revista Fortune los describió como “el edificio más espectacular en su clase en el Hemisferio Occidental”.
Con el cierre del Tívoli, el nuevo hotel vino a monopolizar la actividad hotelera de la capital. El 25 de Junio de 1949, la prensa destacaba que el hotel hacia derroche de su amplitud y que era la más grande construcción que se haya realizado en nuestro territorio después del Canal.
En 1951 la revista Architectural Forum destacó que el proyecto había revolucionado el planeamiento de los hoteles en el Caribe.
El lobby era completamente abierto, sin puertas ni ventanas, Tejeira lo definió como un “parque techado”. Los dos mil metros cuadrados de patio exterior daban cabida a la inmensa pista de baile con un sistema de sonido propio y un bar exclusivo para servicio del área, con iluminación indirecta y decorado con plantas exóticas.
También poseía una planta de hielo propia valorada en 20,000 dólares y seis elevadores cuyo costo sobrepaso los 125,000 dólares.
Los precios de las habitaciones más sencillas oscilaban entre 8 y 12 dólares, las suites del bloque central con aire acondicionado costaban 26 y la presidencial 56. La inauguración tuvo lugar el 15 de enero de 1951 y el banquete el día 21 a las 9:00 de la noche en la terraza de los jardines.
Inicialmente fue administrado por la cadena norteamericana Kirkeby Hotels pasando después a la cadena Hilton. El hotel se convirtió en el símbolo máximo del lujo y el refinamiento de la capital.
En el salón Bella Vista se cenaba y bailaba todas las noches al son de las canciones de moda.
En 1977 y 1989 el hotel sufrió importantes reformas. En este ultimo año cuando fue reinaugurado la publicidad utilizó como eslogan: “Volvieron los buenos tiempos”.
El Hotel Washington de Colón
La ciudad de Colón fue construida en 1852 como terminal del atlántico de la Panamá Railroad Company. Era una estación artificial para recibir y transbordar.
Durante el siglo XIX la ciudad de Colón no gozaba de buena reputación, al igual que su hotelería. En 1852 Robert Tomes describía a los hoteles como “grandes y desparramadas casas de madera”, excepto el Hotel Estados Unidos propiedad del señor Aspinwall de Nueva York, pero que lamentablemente no proporcionaba ganancias.
A mediados del siglo existían en Colón por lo menos una docena de hoteles grandes y pequeños. Entre los que se destacaban el City, el Aspinwall y el Howard que cobraban aproximadamente tres dólares diarios.
Por estos años se construyó el Washington House, una casa de madera, donde funcionaban las oficinas de la Compañía del Ferrocarril, al tiempo que daba alojamiento y comida a los trabajadores de la empresa.
Poseía una biblioteca, con un cuarto de lectura, billar y un bar. En 1880, bajo la dirección de los franceses el edificio fue reformado y se lo doto de tres pisos.
Después de la construcción del Canal en 1914, Colón redobló su importancia estratégica, como parte fundamental del engranaje canalero, no solo porque el puerto de Cristóbal pasó a formar parte de la Zona del Canal, sino porque era la puerta de entrada al Istmo para los hombres, la maquinaria, provisiones, las mercaderías, los combustibles y cuanto se consumía en su jurisdicción.
En 1908 después de comprobar el éxito del Tívoli, la Compañía del Ferrocarril decidió construir un buen hotel.
Ese año la empresa procedió a la demolición de la vieja estructura del Washington House, y levantó un monumental hotel con materiales incombustibles, de estilo colonial español, con detalles de clara influencia del barroco mexicano, al que dotó de todas las comodidades modernas. Se construyó completamente en concreto armado y su costo total fue de 500,000 dólares. El diseño se le encomendó a los arquitectos Cran, Goodhue y Ferguson de Nueva York.
Según el capitán Fenton, que visitó el hotel unos años más tarde, era un sueño de arquitectura.
Fue el primer hotel de lujo del Istmo que impuso en Colón nuevos patrones de comportamiento social.
Se inauguró el 29 de marzo de 1913 con un gran baile organizado por los Veteranos del Servicio Extranjero Americano N°40 estacionado en la Zona del Canal. Uno de los primeros huéspedes fue el magnate y benefactor estadounidense William Vincent Astor.
El Washington contaba con 88 habitaciones amplias y muy confortables, casi todas comunicadas entre si para formar amplios ambientes, con luz eléctrica y baño privado.
Ubicado en el extremo norte de la ciudad estaba separado del mar por una amplísima terraza que en verano se convertía en pista de baile. La decoración de todo el conjunto era de carácter claramente hispano.
Durante la segunda guerra mundial el hotel conoció su época de mayor esplendor pues no solo logró atraer un nutrido turismo procedente de la Zona del Canal, sino también de la ciudad de Panamá.
La llegada de los espectáculos de Broadway a Colón y una copiosa oferta de cabarets de lujo, convirtieron al Washington en un sitio muy concurrido los fines de semana. Su cafetería La Niña, su restaurante La Pinta, su salón de recepciones Santa Maria, así como su bar Colón 1900 fueron internacionalmente celebres.
En 1953, fue arrendado por Motta Hnos. y dos años después, gracias al tratado Remon-Eisenhower, paso a manos del Estado panameño. Pese a que el Washington mantuvo el liderazgo hotelero en Colón durante largo tiempo, también desarrollo una hotelería menos espectacular representada por el Carlton, el Florence, el Astor Imperial y sobre todo el Aspinwall –inaugurado en 1916-, propiedad de Sam Klauber quien convirtió la azotea en un jardín tropical donde, al son de la música de una orquesta, servia ostras y langostas.
APATEL (Asociación Panameña de Hoteles)
Esta se constituyó el 20 de mayo de 1964, por la iniciativa de hoteleros visionarios que consideraron la creciente necesidad de crear una asociación sin fines de lucro, conformada por empresarios del sector hotelero comprometidos con el desarrollo turístico de Panamá incipiente en aquel momento.