17 Nov
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¿Recuerdan las bases militares?

Pocos recuerdan las garitas, nada queda ya de los pelotones de soldados trotando mientras coreaban frases en inglés, ni tienen sentido las historias de vendedores ambulantes que cargaban bolsas de papel manila repletas de comestibles norteamericanos al grito de "comisariato". Es una realidad que lo vivido hace más de tres décadas, y que fue el diario vivir de varias generaciones, hoy es solo un recuerdo e incluso una novedad para quienes no experimentaron esta presencia en nuestro país.

Las bases militares norteamericanas fueron establecidas en Panamá a inicios del siglo XX para garantizar la seguridad de la recién construida vía interoceánica y se mantuvieron vigentes hasta la firma de los tratados Torrijos-Carter en 1977, que establecían que todos los territorios, tanto militares como civiles que estaban bajo la jurisdicción de Estados Unidos, revertirían a Panamá, de forma gradual hasta el año 2000.

Sobre su futuro ni siquiera hubo discusión. Pasarían a manos del ejército panameño. Era el paso más lógico para seguir cumpliendo el mismo fin para el que fueron creadas. Sin embargo, a mediados de la década de los años 80, los problemas políticos entre Estados Unidos y Panamá crecían y esta tensión terminó con una intervención militar por parte de Estados Unidos el 20 de diciembre de 1989. La llamada invasión estadounidense traería grandes cambios en nuestro país, uno de ellos, la disolución de la milicia panameña y, con ello, nuevos usos para estas áreas: unas 13 bases y diversas instalaciones militares con características muy específicas.

Luego de innumerables discusiones sobre posibles alternativas para el uso adecuado de estos territorios, que sumaban más de 80 mil hectáreas, en 1993 se procedió a formalizar este esfuerzo mediante la creación de la Autoridad de la Región Interoceánica. Se estableció un plan general de uso, conservación y desarrollo del área del Canal, aprobado mediante la ley 21 de 2 de julio de 1997 y, en el año 2000, el Ministerio de Vivienda aprobó las normas especiales para mantener el carácter de ciudad jardín en la Región Interoceánica, formato en el cual las áreas residenciales, comerciales, industriales, turísticas, administrativas, de transporte y los espacios verdes se conjugarían de forma armoniosa y dinámica, como un modelo de desarrollo que sería el principal atractivo para quienes buscaban establecerse dentro de una antigua base militar.

¿Qué ha pasado con estos territorios, que poco a poco fueron ondeando la bandera nacional?

Un paseo por lo que fue y lo que es:

No todas las instalaciones contaban con las mismas características pues tenían diferentes usos: sitios de defensa, áreas de coordinación militar que incluían entrenamiento y hospedaje, así como instalaciones especiales como hospitales, clínicas, comisariatos, escuelas y bodegas.

Un recorrido por las antiguas bases militares nos lleva a comprender mejor lo que ha sido de ellas. Las dos bases que protegían el lado pacífico del Canal, Fuerte Amador y Fuerte Grant -conformado por las islas Naos, Perico y Flamenco-, se han utilizado prácticamente en su totalidad con fines turísticos: restaurantes, marinas, un puerto de cruceros, comercios, instalaciones científicas, un centro de convenciones y el Biomuseo. Pero Amador no ha sido desarrollado en su totalidad y algunas instalaciones en ruinas esperan por un futuro.

A la base aérea de Albrook fue mudado el Aeropuerto Marcos A. Gelabert, diversas oficinas estatales y también se establecieron centros comerciales y viviendas.

En el Atlántico, en el Fuerte Gulick, llamado posteriormente Fuerte Espinar, estaba establecida la Escuela de las Américas, de inteligencia militar, y luego de la reversión parte de sus instalaciones se convirtieron en el hotel Meliá Panamá Canal.

...la reversión de territorios, bien aprovechados, puede ser exitoso aunque sus usos sean muy distintos.

El Fuerte Sherman, espacio al que se le ha visto potencial turístico, aún no ha encontrado compradores interesados.
En la Estación Naval de Rodman, ubicada en la salida pacífica del Canal, se ubica actualmente la Base Naval Vasco Núñez de Balboa; sin embargo, la mayor parte de su territorio e instalaciones no está en uso. En la isla Galeta, que albergaba un centro de inteligencia y comunicaciones militares al este de la ciudad de Colón, sigue funcionando el Laboratorio Marino de Galeta, un centro científico y de enseñanza del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.

En las áreas de Kobbe y Farfán, a orillas del Pacífico, se han construido grandes hoteles.

En Fuerte Davis, ubicado en el Atlántico, hay un complejo de viviendas y se proyecta la construcción de la Ciudad Deportiva de Colón.

Por último, espacios utilizados como polígonos de tiro (Balboa, Nuevo Emperador y Piña) no han recibido uso pues jamás fueron limpiados. La principal queja de algunos sectores es que estos espacios no se han aprovechado plenamente ya que para ellos no se ha establecido un plan de desarrollo. Además, se depende de la situación del mercado y de los recursos que el Estado pueda ofrecer, que no son muchos.

La antigua base de Howard es ahora una zona económica especial
Con la asesoría del Banco Mundial, en conjunto con otras organizaciones especializadas en el aprovechamiento de la infraestructura, años atrás se le recomendó al gobierno el establecimiento de una zona económica especial al estilo de lo que se había hecho en China y en India, un área donde flexibilizarían ciertas leyes para atraer inversión.

De hecho, la piscina olímpica con que contaba la base se mantiene en funcionamiento y forma parte de un nuevo gimnasio. Se contempla crear en los búnkers de la base espacios artísticos, que funcionen como galerías de arte y lugar de recepciones. Los "marching grounds", sitio donde marchaban las tropas, se convertirán en el parque central de la zona. Por último, se contempla la creación de un pequeño museo en una de las casas destinadas a los oficiales de mayor rango. Pero para que esto se lleve a cabo falta tiempo. El desarrollo del área se inició con la infraestructura, instalaciones eléctricas, alcantarillados y vías de acceso, y continuará con nuevas edificaciones por muchos años más.

Fundación con fines académicos y humanísticos
Muchos se miraron incrédulos cuando se planteó la creación de "un complejo internacional que favorezca la colaboración entre centros de investigación, universidades, empresas y organismos internacionales y que contribuya a poner el conocimiento científico, tecnológico y humanístico al servicio del desarrollo de Panamá y su entorno regional", pero los resultados no han defraudado. En la Ciudad del Saber, asentada en 120 hectáreas de la base de Clayton, se han establecido importantes centros académicos, de investigación y numerosas oficinas regionales de organismos internacionales.

Dignos de conservar se consideraron los edificios alrededor del parque de los lagos (barracas), últimos edificios en ser construidos en la base. Otros edificios de importante valor son el Teatro Ateneo, el edificio que alberga la guardería de Balboa Academy y un área residencial con dúplex de dos niveles de arquitectura zoneíta.

También se identificó el espacio más antiguo de la base, con una hilera de casas originales de 1920, entre ellas la casa del primer comandante de la base, con el número 173, donde se ha establecido un Centro de Interpretación que vale la pena visitar, no solo porque la sala y el comedor de la casa son un recurso interpretativo que permite al visitante detallar cómo sería una casa zoneíta de la década de 1920, incluyendo su mobiliario y decoración, sino porque contiene una exhibición de 60 m2 diseñada por Reiner Rodríguez, quien también creó el Centro de Visitantes de Panamá Viejo.

La exhibición está dividida en espacios históricos que van desde la construcción de la base militar hasta el día de hoy y cuenta con material de apoyo como imágenes, videos y audioguías. La exhibición y los espacios recreados estarán abiertos al público a partir del mes de agosto, mientras que una sala de recursos con su documentación y una sala multiusos se preparan para el próximo año. Con la preservación de este espacio, el público podrá "venir aquí y ver lo que existió y saber cómo era la base militar", dice Paredes. "Uno de los objetivos de nuestra estrategia cultural es educar, sensibilizar al público tanto nacional como internacional sobre el valor histórico, arquitectónico, urbanístico y paisajístico", añade Eduardo Araujo, gerente de Asuntos Culturales de la Ciudad del Saber.

Otras edificaciones que han sido modificadas a lo largo del tiempo o que tienen un avanzado deterioro serán demolidas para construir estructuras nuevas sobre las mismas huellas.

Preservar o no preservar. He ahí el dilema. Mientras algunos panameños hubiesen querido que nada cambiase en aquellos amplios espacios caracterizados por el orden y la limpieza, otros hubiesen abogado por eliminar todo cuanto había. ¿Deben conservarse elementos de estas antiguas instalaciones o sería más conveniente partir de cero y olvidar lo que en el pasado ocurrió?

"La historia de Panamá en el siglo XX fue marcada por una lucha contra la ocupación neocolonial y militar de Estados Unidos. Es una realidad que no se puede borrar. No se entendería lo que es hoy Panamá si no conocemos mejor nuestra propia historia, cómo nos formamos y quiénes contribuyeron a formarnos", establece el sociólogo Marco Gandásegui.

Pero esto no tiene que ver con la conservación de instalaciones militares. "Al disolverse las Fuerzas de Defensa de Panamá y al desaparecer la antigua Zona del Canal y sus bases militares, no tiene sentido conservar los objetivos bélicos que alguna vez tuvieron las instalaciones de la antigua Zona del Canal". Y en cuanto a convertir estas estructuras en atracciones turísticas, Gandásegui piensa que más atractivo para los turistas sería mostrar cómo se efectuó la conversión de esas bases militares en instalaciones civiles. "Hay que destacar cómo los panameños logramos recuperar toda la antigua Zona del Canal, las bases y, especialmente, el Canal de Panamá, sin enfrentamientos militares, combates o guerras".

Frente a esta realidad es muy difícil establecer qué es valioso y rescatable y qué no. "Lo valioso, o no, solo se puede determinar por consenso a través de la discusión. No hay respuestas preestablecidas", dice el arquitecto Eduardo Tejeira Davis. Pero establecer elementos de esta parte de nuestra historia como parte del patrimonio histórico cultural de nuestro país es importante pues "hay que reconocer las raíces de Panamá en toda su complejidad", afirma Tejeira Davis.

Por otra parte, se debe velar porque este territorio sea utilizado para beneficio de todos los panameños. "Las antiguas bases son lugares excelentes para desarrollar actividades bien planificadas en educación, salud y actividades culturales", establece Gandásegui, pero la forma en que se desarrollen los espacios que aún no se han concesionado o vendido dependerá principalmente del dinamismo del mercado y de las decisiones que tome el Estado.

Además de la importancia histórica, existen elementos arquitectónicos muy propios de la Zona del Canal que en algunas comunidades se han ido perdiendo, áreas como las residenciales en Albrook han sufrido grandes cambios. De espacios uniformes con casas idénticas pintadas de un inmaculado blanco, se ha pasado a una gran diversidad de estilos, perdiendo toda uniformidad. Poco queda de la llamada arquitectura zoneíta, reconocible por elementos como "grandes techos con aleros y la sencilla geometría de los edificios. En general, las edificaciones zoneítas están ligadas al diseño urbano, que integra magistralmente el paisajismo", explica Tejeira Davis. Y este tipo de arquitectura es panameña "ya que el Panamá de hoy es la suma de muchas influencias, no solo la hispánica ", dice el arquitecto. Además, muchos panameños se identifican con la arquitectura zoneíta por razones ideológicas. Entonces, ¿por qué no conservarla?

Poco a poco, el misterio que envolvía a estos espacios, prohibidos para los nacionales se desvanece. El conocimiento y la divulgación pueden aportar valiosos elementos a nuestra historia, mientras que dar un buen uso a estos espacios por los que se luchó por casi cien años y conocer su historia es el mejor homenaje a quienes lo hicieron posible.

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