QUIEN ERA EL CACIQUE EL QUIBIÁN
El 6 de enero de 1503, procedentes de Retrete llegaron Cristóbal Colón con su hermano Bartolomé, su hijo Fernando y los 140 españoles que lo acompañaban en este cuarto y último viaje a América, a la desembocadura de un río que llamaron "Belén", donde los indios los recibieron con las armas en las manos debido quizá a que ya sabían de las fechorías que habían cometido a lo largo de su recorrido.
Don Bartolomé hizo un reconocimiento de la región llamada "Veragua", comprobando la existencia de grandes cantidades de oro, por lo que decidieron fundar la población de "Belén" cerca de la desembocadura de este río, hecho que alteró los ánimos de los naturales de la región comandados por un cacique llamado "Quibia" o "Quibián", quien residía en las márgenes del vecino río "Veragua".
La riqueza en oro era tal que Antonio de Herrera, al referirse al recorrido de reconocimiento que hiciera don Bartolomé Colón, anota: "En dos horas que allí se detuvieron cada uno cogió un poquillo (de oro) de entre las raíces de los árboles..., juzgándose gran señal de la riqueza de aquella tierra sacar tanto oro en tan poco tiempo".
"Los españoles llegaron a Veragua y, preguntaron por el cacique, quien se encontraba tomando una siesta.
Los paisanos respondieron:
"-Kübién- ", palabra que en el idioma ngobere significa: duerme.
Fue así como los extranjeros anotaron que el cacique se llamaba "Quibián").
Dispuestos a sostener una confrontación con los nativos, 74 españoles al mando de Bartolomé Colón se dirigieron por el río "Veragua" hacia el poblado de Quibián, quien les mandó a decir que no subieran hasta su casa ubicada en un alto cerca del río.
Haciendo caso omiso a esta solicitud, los españoles planearon atacar, de dos en dos, la residencia de Quibián. Un tiro de escopeta sería la señal convenida para cercar la casa.
Quibián, nuevamente, solicitó a los intrusos que no entraran, que a pesar de que estaba herido en un brazo los recibiría.
Al salir a la puerta, Quibián solicitó que sólo se acercara don Bartolomé, quien antes de hacerlo instruyó a sus compañeros en el sentido de que cuando tomara por el brazo herido a Quibián, arremetieran contra éste. Un intérprete le preguntó a Quibián por su salud, y haciendo que examinaba el brazo, don Bartolomé lo tomó por la muñeca. Cuatro españoles avanzaron hacia la casa mientras otro hacía fuego con su escopeta. El ardid dio resultado. Apresaron cerca de 50 indígenos que allí se encontraban, incluyendo las mujeres e hijos de Quibián, quienes suplicaban y ofrecían riquezas por su libertad.
Tras la oscura serranía moría el sol de ese triste día y para evitar que toda la comarca se percatara del suceso y se alzara, se apresuraron los españoles en llevar a los prisioneros a los navíos.
Junto a su gente, Quibián fue maniatado y subido a una barcaza que comenzó a deslizarse por el río rumbo a la desembocadura. Al faltar cerca de dos kilómetros y medio para salir al mar, Quibián se arrojó al agua. El español que lo sujetaba amarrado a un pedazo de cuerda no tuvo otra cosa que hacer que soltarlo para evitar caer al río. De esta manera, Quibián se libró de los invasores, quienes no pudieron ver a donde fue a salir a flote por haber caído la noche. Para evitar que los otros prisioneros imitaran a su líder, los españoles acordaron no detenerse hasta llegar a los navíos que yacían fondeados en alta mar.
Algunos imitaron a su jefe y también se arrojaron al agua. Al ver don Bartolomé que se hacía difícil seguir a los que huían hacia las selvas, decidió volver a las naves con el botín robado en casa de Quibián, que le fue entregado a Cristóbal Colón. De allí se apartó el consabido "quinto" o tributo para los Reyes de España y lo que sobró fue distribuido entre los que participaron en la acción.
Cristóbal Colón ordenó poner proa hacia España con tres de los navíos y dejó uno en poder de los que se quedarían en la población que deseaban fundar.
Cuando esta embarcación tocó tierra, Quibián al frente de gran cantidad de sus paisanos, dió sobre el poblado de los gamberros ajusticiando a uno e hiriendo a ocho (don Bartolomé entre éstos). Los de la barca, no atreviéndose a desembarcar, remontaron el río. Tan pronto fueron divisados, los indígenas los atacaron también, y sólo se salvó uno que pudo llegar a nado hasta la orilla y, que, sin ser visto por los nativos, llegó hasta el poblado.
Sin naves, descalabrados, sin recursos, desesperados, los invasores llegaron al navío con intenciones de salir al mar, pero el río había depositado tantos sedimentos en su desembocadura, que no lo pudieron hacer. Los que quedaron con Cristóbal en sus naves fondeadas mar afuera, a los diez días sospecharon que algo había sucedido. Los prisioneros que llevaban lograron soltarse una noche, abrieron la escotilla y salieron a la cubierta, arrojándose al mar una gran cantidad de ellos. Los españoles lograron detener a algunos, pero al amanecer, los invasores se llevaron una gran sorpresa: ¡los indios prefirieron ahorcarse antes que permanecer cautivos!
Colón recogió a sus compañeros que desesperados permanecían en tierra firme y zarpó rumbo a España. De esta manera, el Quibián de Veragua y su pueblo evitaron heróicamente la fundación del que pretendió ser el primer poblado español en tierra firme y que deseaban llamar "Belén".