El partido amistoso de fútbol entre los equipos de Panamá y el País Vasco fue la perfecta escusa para recordar el heroico acto realizado por el panameño Germán Gil Guardia Jaén en 1941
Uno era cónsul panameño en la Alemania de la II Guerra Mundial. El otro, el primer lehendakari del País Vasco. Los unió una historia llena de peligros e intrigas, digna de una película o de una novela policíaca. De hecho, fue el tema del último gran trabajo de la novelista panameño nicaragüense Gloria Guardia, “En el corazón de la noche”, publicado en 2014.
Era un proyecto muy cercano al corazón de la escritora, quien creció escuchando el relato de cómo “el tío Germán”, hermano de su padre, había salvado la vida al presidente del Gobierno Provisional del País Vasco, José Antonio Aguirre, perseguido por la Gestapo y por los espías del generalísimo Francisco Franco.
La magnífica novela histórica de Gloria Guardia, así como el reciente hallazgo en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de unos diarios hasta ahora desconocidos de Aguirre, han traído a la actualidad estos sucesos, recordados en Panamá esta semana, en el marco del encuentro futbolístico entre las dos naciones.
QUIEN ERA GERMAN GIL.
Quienes conocieron a Germán Gil Guardia Jaén admiraron su personalidad, inteligencia y don de gentes.
Con motivo de su prematura muerte, en 1947, el entonces ministro de Relaciones Exteriores Ricardo J. Alfaro elogió “su espíritu patriótico, su probidad sin mancilla, su clara inteligencia, criterio ponderado y fina sagacidad que le capacitaban de manera admirable para las funciones de la diplomacia”.
De ello dio muestras “como consejero de la Delegación Panameña en la Primera Asamblea General de las Naciones Unidas primeramente y como Representante de Panamá hasta el momento de su muerte”, continuaba el canciller.
Germán Gil Guardia nació en el año 1903, en Penonomé. Obtuvo su diploma de bachillerato de los hermanos de La Salle y su licenciatura en la Escuela de Derecho del Instituto Nacional, antes de la apertura de la Universidad de Panamá. Posteriormente, realizaría cursos de especialización en la Universidad de Columbia, Estados Unidos.
En la década del 40 fue “Pagador General de la República”, posición que lo obligaba a viajar al interior del país cada quincena con un maletín cargado de dinero, que repartía entre los funcionarios públicos.
Durante el tiempo que estuvo en el cargo manejó la enorme suma de $11 millones (lo que hoy equivaldría a $157 millones en efectivo, de acuerdo con la calculadora de inflación del National Labour of Statistics de Estados Unidos).
“Cuando renunció y rindió cuentas había un saldo de 35 dólares y procedió a pagarlo seguidamente”, señaló en su momento el ministro de Hacienda y Tesoro, Víctor M. Tejeira P., su jefe directo.
En 1931, se trasladó con su esposa Rebeca Conte y sus hijos Germán y Arrigo a Hamburgo, Alemania, para ocupar un puesto diplomático. En este país nacieron los dos hijos más pequeños, Federico y Laurencio.
Ante la inminencia de la guerra, la familia regresó a Panamá en 1939, pero allá permaneció Germán como cónsul en los puertos de Corinto, Hamburgo y Amberes. Sus conocimientos del alemán, francés e inglés, su amplia red de contactos y experiencia lo hacían valioso en momentos en que los países latinoamericanos extendían visados y ayuda humanitaria a las víctimas de la intrincada política de la guerra.
AGUIRRE EN PROBLEMAS
Eran tiempos difíciles para todos. En España, inmersa en una cruel guerra civil, la situación se complicaba para los territorios autónomos. En 1937, las tropas del generalísimo Francisco Franco alcanzaban Bilbao, obligando a las principales figuras del gobierno autónomo, especialmente a su primer lehendakari, a exiliarse en París, donde instalaron las oficinas del Gobierno Vasco en el Exilio.
El 8 de mayo de 1940, Aguirre se tomó unos días de descanso con su esposa e hijos para visitar a unos familiares al municipio belga La Panne, donde lo sorprendió el ataque de las tropas de Adolfo Hitler.
Con los espías de Franco persiguiéndolo y la Gestapo lista para capturarlo y entregarlo, Aguirre prefirió separarse de su familia y dirigirse a Bruselas. Allí, al conocer su situación desesperada, un sacerdote jesuita le recomendó visitar al cónsul panameño Germán Gil Guardia Jaén, a quien describió como “la mejor persona que he conocido”
NACE JOSÉ ANDRES ALVARES LASTRA
Lo que tantos otros no habían podido resolver, lo logró el cónsul panameño. Días después del primer encuentro con este, el líder vasco tenía en su poder un documento de identificación provisional que lo certificaba no ya como José Antonio Aguirre y Lecube, sino como el doctor en leyes José Andrés Alvarez de la Lastra, terrateniente chiricano.
En la fotografía del pasaporte provisional, Aguirre aparecía con bigotes, gafas de concha y un ensayado cambio de postura que transformaba su porte erguido y orgulloso en uno más humilde y encorvado.
Guardia Jaén lo entrenó para comportarse como panameño y responder el tipo preguntas que se le haría en los próximos meses: ¿Qué se dice en Panamá de la guerra? ¿Qué piensan los panameños de Hitler? ¿A qué se dedica su familia? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Qué comen en Chiriquí? ¿Cuándo y cómo llegó a Europa?
Con la nueva documentación, el lehendakari se alojó como inquilino en casa de madame Tirlemont, donde su nueva identidad sería puesta a prueba en numerosas ocasiones. No solo eran las preguntas inocentes de la casera y sus hijas, con las que desarrolló una estrecha amistad, sino las de amigos y huéspedes de estas, entre los cuales figuraron viejos conocidos del País Vasco.
Mientras tanto, se redoblaban los esfuerzos por ubicar el escondite de Aguirre. El gobierno español envió especialmente a varios agentes que debían internarse en Francia y Alemania para localizarlo y traerlo de vuelta.
La sede del Gobierno vasco en París fue asaltada por la Gestapo. El responsable, Luis Alava, detenido, entregado a la policía española y fusilado en Madrid.
El mismo destino corrió el presidente de la Generalitat catalana, Lluís Companys, y el diputado socialista Julián Zugazagoitia Mendieta, con quien Aguirre mantenía una estrecha relación.
PASAPORTE DEFINITIVO
Finalmente, después de meses de espera, Aguirre recibió su pasaporte panameño definitivo y decidió viajar a Berlín, el punto de más fácil salida de de los territorios dominados por los nazis.
Era una jugada temeraria, pero siempre contó con el apoyo del cónsul panameño y el embajador Villalaz, a quienes llamaba “mi cónsul” y “mi ministro”.
Con el disfraz ya probado, en Berlín Aguirre se movía libremente. De acuerdo con De Gernika a Nueva York pasando por Berlín, llegó a ver a Hitler y visitó en varias ocasiones junto a Guardia Jaén las oficinas de la policía alemana, presionando valientemente para que les otorgaran los permisos de salida.
En momentos de aparenta derrota o de peligro, recuerda Aguirre en su libro, Guardia lo animaba repitiendo su frase favorita: “La vida tiene recursos inagotables. Ahora es cuando hay que tener más ánimo”.
BUSCADO EN TODAS PARTES
Al entrar en Berlín, tal vez como una forma de desahogo, Aguirre inició la escritura de sus diarios, parte de los cuales fueron recogidos en el libro de memorias. En esta obra puso de manifiesto sus experiencias, temores y reflexiones durante su estadía en el territorio enemigo. Es notable su agradecimiento por la ayuda desinteresada que le brindaba no solo Guardia Jaén, sino también otros cónsules y ministros latinoamericanos, en especial los de República Dominicana y Venezuela, quienes hicieron reflexionar a Aguirre que “los valores que se perdían en la vieja Europa” permanecían indelebles en el Nuevo Continente.
En una ocasión, Aguirre le comentó al cónsul Guardia Jaén sobre el diario que escribía, a lo que Guardia, alarmado, lo increpó: “Me parece que ese cuadernito va a costarnos un disgusto a los dos. Guárdelo, o mejor dicho, quémelo”.
Pero Aguirre ni lo guardó, ni lo quemó y la prueba son los originales de estos manuscritos, hallados en el año 2007 en la Biblioteca del Congreso, como comentamos al principio de este artículo.
UNA AMISTAD
Finalmente, a finales del año 1941, con la ayuda del consul venezolano que le dio una identidad falsa a su esposa y a sus hijos, Aguirre y su familia se embarcaron rumbo a Suramérica.
En los años sucesivos, y hasta la muerte de Guardia, en 1947, Aguirre mantuvo correspondencia con “su cónsul”.
“Recuerdo perfectamente cuando Aguirre visitó Panamá y se hospedó en nuestra casa en la Avenida Ecuador”, expresó Laurencio Guardia, hijo de Germán Gil, con motivo del homenaje que hicieron representantes del gobierno vasco a su padre esta semana. «Era un hombre solemne, pero tenía cierto sentido del humor».
Laurencio, hoy de 86 años, también recuerda levemente un viaje en barco que hiciera a Montevideo por allá por el 45 o 46, cuando la familia era agasajada en cada puerto por la comunidad local vasca.
Cuando Gloria Guardia inició la investigación para su novela, los hijos de Aguirre, Aintzane y Joseba, le abrieron las puertas de su casa y brindaron acceso a una abundancia de información y de recursos, que ella agradeció profundamente.
En definitiva, los lazos que crearon en 1941 Aguirre y el cónsul panameño unieron de forma permanente a las dos familias y a las dos naciones. Así lo expresó Juan González de Mendoza Garayalde, delegado de Euzkadi en Panamá en 1947, con motivo de la prematura muerte de Germán Gil: “(La de Aguirre y Guardia Jaén) fue una gloria genuinamente panameña. Lamentablemente ignorada, la historia vivificadora del cónsul panameño salvando al presidente de los vascos es una que debieran poseer todas las escuelas del país. En ella, el alma pura, noble y bella de Germán incrustó el nombre de Panamá, el estado más nuevo del Nuevo Continente, en el árbol de Gernika, símbolo sagrado del pueblo más viejo del mundo.”
(La autora es nieta de Germán Gil Guardia).
La Estrella de Panamá