Nuestros pueblos originarios que existían en Panamá - antes de la llegada de los españoles -
Los Primeros grupos humanos en Panamá se calculan en sesenta las tribus que poblaban el territorio panameño, o más concretamente a la llegada de los "descubridores", y en cerca de medio millón la suma de los pobladores. Según estudios etnológicos, los pueblos que ocuparon primitivamente la zona del pacífico del territorio istmeño, hasta el río Chagres, eran derivaciones de los Nabuas y de los Mayas, pues tenían idiomas, costumbres, caracteres físicos y reflejos de la civilización de esas grandes razas de Centro América ostentaron en la época de su esplendor.
Antes de la llegada de los europeos, las tierras de Panamá estaban habitadas básicamente por pueblos chibchenses que hablaban lenguas chibchas del grupo ístmico. Estos pueblos formaban grupos diversos por lo que no constituían una unidad política unificada.
Cuando los españoles conquistaron el Istmo, la población hallada en el comprendía a esos 3 grandes grupos y mezclas entre ellos, divididos en tribus más o menos numerosas, entre las más importantes se tenían:
Al norte Coiba, Careta y Ponca. Estas 3 tribus se extendían desde el Golfo de Urabá hasta Punta Escocés. Cuarecua y Cuevas. Estas dos cerca de la Punta Mosquito y en las margenes del río Subcuti.
Al centro: Parequeté, Chiru, Penonomé, Natá, Escoria, Paris, Guararé, Urracá, Musa, Bulabá, Cébaco.
Al extremo occidental: Dolega, Bugaba, Doraces, Caribaró, Chiriquí y Burica. Los habitantes de ésta última tribu tenían la piel clara.
Cuando los indígenas fueron en su mayor parte exterminados por los cristianos y católicos conquistadores, trajeron luego, además de negros, indígenas de distintos lugares de América para los trabajos en el istmo y así formaron otros pueblos mestizos.
Los actuales Gunas de la comarca de Guna Yala son descendientes de tribus migratorias que en el siglo XVII llegaron del Darién ocupando la región norte y las islas del Archipiélago de las Mulatas, ya despobladas por la extinción de sus primeros habitantes los Caribes.
Los Chocoes (Emberá) proceden lo mismo que los Gunas de otras tribus migratorias que llegaron al istmo después de la conquista y poblaron la región meridional del Darién.
Los Ngäbe-Buglé ( de la provincia de Veraguas son los descendientes de los valientes y aguerridas tribus Natá, Escoria, Musá, Urracá y París que lucharon con tanto ahinco contra los conquistadores.
Los Sambúes-Chocoes de la provincia del Darién provienen de las mezclas de los indios panameños de aquella región con los indios Cauca de Colombia.
Algunos indígenas de nuestros antepasados:
En Bocas del Toro tenemos la presencia de indios mejicanos.
La primera noticia que tenemos se debe al propio Hernán Sánchez de Badajoz quien hizo al parecer amistad con ellos. La Fortaleza de Marbella que construyó sobre la Loma de Corotapa, estuvo situada en el territorio que ellos habitaban en el Valle del Duy que más tarde se llamaría por tal motivo “Valle del Duy y Mexicanos”.
Los indios que acompañaban a Badajoz llamaban chuchumecas o chichimecas a los indios que trajo Rodrigo de Contreras consigo al Istmo. Probablemente porque hablaban una lengua náhuatl. Recuérdese que Contreras trajo 250 indios de Nicaragua para reforzar su pequeño ejército de 100 soldados.
Noticias más precisas se encuentran en las relaciones hechas por el Adelantado Juan Vázquez de Coronado al presentar sus méritos ante Su Magestad. En la pregunta No. 20, dice: “Por noticia quel dicho General tuvo poblados ciertos indios mexicanos cerca de la dicha provincia de Ara, en el Valle de Coaza, a costa de mucho trabajo, aunque ellos mucho procuraron disimularlo y encubrirse, los descubrió y como a los demás hizo dar la obediencia a S. M. é asimismo les dio orden como entre sí políticamente se oviesen é tratasen …”
El Capitán Diego Caro de Meza, aclara la pregunta, No. 19 de la Probanza haciendo mención de la existencia de un cacique de nombre YSTOLI ó YZTOLIN, “cacique mexicano” que también fue mandado curar por Vázquez de Coronado de una herida que tenía en la mano, de la que sanó gracias a los cuidados que le dieron.
Confirma la existencia de un grupo de indios mexicanos que como se dijo vivían en el Valle de Coaza (entre el Río Sixaola y el Río Changuinola) (Tarire y Tilorio), cuyo señor natural era precisamente el cacique YSTOLI al que en su propia lengua, náhuatl, o mejicano, con ayuda de unos intérpretes nahuatatos logró explicar sus propósitos.
Todos los testigos de la Probanza confirman la existencia de indios mejicanos en la región.
En un documento al que ya se hizo mención del mismo año de 1564, se dice que el 19 de febrero, llegó al poblado de Ara o Hará donde se hallaba Vázquez de Coronado con su gente, “el cacique YZTOLIN mexicano, cacique de los chichimecas, comarca del pueblo de Hará, el qual dixo por lengua de Lucas Descebar, naguatato, quél venía a ver lo quel dicho General mandava… el qual dicho vasallaje dio a su nombre y de los demás chichimecas mexicanos que están en el Valle de Coaza”.
En una carta del Gobernador de Veragua, D. Iñigo de Aranza (1595)dice así:
“En la tierra que llaman DUY, hay más de 6.000 indios de guerra, y ay noticia que tienen su trato con los de México que allí quedaron cuando les tomó la voz de la entrada primero de los españoles, habiendo ido ellos por el tributo de oro que aquella provinzia dava a Montezuma”.
Con estas líneas se confirma lo que sólo eran conjeturas en el capítulo V, es decir que en efecto, los mejicanos de Yztolín eran un grupo de recaudadores y su cuerpo de protección y sus descendientes que habiendo sido sorprendidos en el Istmo, lejos de Méjico cuando Cortés atacó en forma fulminante al imperio azteca, prefirieron quedarse donde estaban al tener malas noticias, y quizás noticias de la propia muerte de Moctezuma, y allí permanecieron por años, protegidos por los indios de la región, con los que se mezclaron hasta que fueron descubiertos por los españoles que más tarde o más temprano penetraban por los lugares más recónditos en su afán de explorar y someter rápidamente los territorios de América, el Nuevo y siempre interesante mundo que tenían ante sí.
Y nos hace pensar también este párrafo en una cierta forma de sometimiento a la fuerza del Imperio azteca por parte de los indios bocatoreños, por parte de las tribus de la región Norte de Panamá.
Siendo en el año de 1603, Gobernador y Capitán General de Veragua, Coclé y Duy y Guaymí, D. Juan López de Siqueyro, escribe al Rey lo siguiente:
“Por la Bahía del Almirante en una provincia rica de oro que se llama del DUY, ques desta Gobernación de Veragua en la guarda raya de la Costa Rica y Nicaragua que confina con ellos, y los naturales della se llaman los mexicanos”.
En 1617, el Capitán Diego del Cubillo llama a la Provincia “Valle del DUY y Mexicanos”, y menciona el hecho de que aún está sin reducir.
Por su parte, Juan de Estrada Rávago en 1573 dice que:
“El gran Rey Montezuma envió sus ejércitos a Costa Rica, en demanda de dicha provincia… y así queda hasta hoy día — y ha visto reliquias de sus soldados y ejércitos que se llaman nauatatos”.
Más tarde, cuando los franciscanos dirigidos por Fray Francisco de San José (1697) levantan un cuidadoso censo de los indios que vivían en las márgenes de los Ríos Changuena, Teribe y Chan-guinola, al hacer mención de la Isla de Toja (Hoy Isla de Colón) en la que actualmente se encuentra la capital de la Provincia de Bocas del Toro, dice que “esta isla se pobló de una parcialidad de mexicanos que no cupo en Talamanca por revoltosos”, a los que se unieron térrabas, dorasques y seguas. Más tarde desaparecerían al ser capturados por los piratas ingleses y los zambos mosquitos aliados de éstos.
La palabra chichimecas o chuchumecas significaba para los indios Teribes y sus vecinos próximos, indios procedentes del Norte, a los que por extensión llamaban mexicanos.
Según Cañáis Frau, el abandono de la ciudad de Tula, capital del Imperio Tolteca en 1168, como su posterior destrucción en 1172, coincide con la llegada desde el Norte, de contingentes de Nahuas que fueron los primeros chichimecas, los cuales invaden el Valle de Méjico y dan origen a un período que duraría 250 años aproximadamente y que se caracterizó por las constantes luchas e inseguridad, resultado de la pugna por la soberanía que disputábanse poblaciones rivales. No será hasta el año 1428 cuando se estabiliza el poder político coincidiendo con un renacimiento cultural y artístico.
Y señala Cañáis Frau que “las fuentes tradicionales mejicanas llamaron chichimecas a todos los pueblos nómadas que originariamente vivían al Norte de la línea demarcatoria de la civilización que eran generalmente nahuas o estaban nahuaizados”. Incluso los aztecas en su comienzo fueron chichimecas.
Así no es de extrañar que los indios del Istmo de Panamá conociesen y les fuese familiar este nombre de chichimecas, que aplicaban probablemente a todos aquellos a quienes oían hablar la lengua náhuatl.
Parece indudable que ejerciera influencia en las tribus del Istmo en ciertas costumbres, tratos comerciales e incluso en la lengua. No podemos llegar a precisar hasta donde llegó esta influencia, pero mencionaré algunas ideas que saltan a la vista.
Cuando el cacique Teribe de nombre QUIQUINCUA, se presenta en Curcurú con “60 indios maceguales” para rendir obediencia a Vázquez de Coronado, observamos que se está empleando una palabra náhuatl, que es macegual, o macehualli que significa villano, vasallo.
La influencia mexicana llegó al Istmo de Panamá, y hubo relaciones culturales, comerciales y tributarias entre los indios del Norte de Panamá, especialmente de Bocas del Toro y los aztecas de Moctezuma.
Reminiscencias de esta influencia son también los numerosos indios Ngäbe-Buglé que aún hoy emplean el apellido Moctezuma además de su nombre propio, y que se creen descendientes de aquel grupo de mejicanos o de otro similar que pudo haber en alguna otra parte del Istmo.
El mito de los indios conejo
De baja estatura, cabello lacio hasta la cintura, piel cobriza intensa pintada con rayas verticales y amenazantes dientes afilados con piedras, que usan para comer carne humana.
Esta es la descripción de los llamados indios conejo, una supuesta tribu indígena rodeada de misterio y superstición, cuyos integrantes “viven” en cuevas en las selvas montañosas de Chiriquí y Bocas del Toro, totalmente aislados de la civilización.
Redes sociales y sitios de internet daban como posibilidad que Lisanne Froon y Kris Kremers, dos jóvenes holandesas que se perdieron misteriosamente en el sendero El Pianista de Boquete, y luego aparecieron muertas y desmembradas, hayan sido sus víctimas.
Leyenda
Para conocer sobre esta teoría, se consultó al hombre que hace 29 años lideró la primera expedición científica para verificar la existencia de una tribu que los antiguos Guaymíes (hoy Ngäbe Buglé) y Teribes (Naso) identificaban como los 'Ña' (conejos).
En noviembre de 1984, al capitán de la oficina indigenista de las Fuerzas de Defensa de Panamá, Luis Puleio, le fue encomendado dirigir una expedición al territorio que entonces se conocía como Teribe para localizarlos y estudiarlos.
"Durante mis correrías por el área, los diferentes grupos indígenas me contaron sobre la existencia de esta tribu", cuenta Puleio. "En base a esta información, nos organizamos con la Universidad de Panamá para realizar una expedición".
"Encontramos dos cuevas. Dentro de ellas hallamos fragmentos de vasijas y osamentas de animales que habían sido devorados", recuerda el ahora mayor retirado.
“Se sabe que su nombre se debe a que sobre sus cuerpos llevan rayas verticales (como los conejos pintados), que sus faenas (bailes, caza, pesca, guerras, etc.) son nocturnas porque de día duermen metidos en cuevas oscuras (porque la luz del sol los deja cegatos). En compensación, tienen tan desarrollado el sentido del olfato al extremo de que a grandes distancias pueden descubrir la presencia de personas extrañas a su grupo.
En la actualidad, la gente los ubica en la cordillera de Chiriquí-Bocas del Toro, específicamente en Boquete, Cerro Punta, Santa Clara y áreas limítrofes con Costa Rica. Mi hermano Julio César, por ejemplo, dice haberlos escuchado desde su casa, en la bifurcación de los ríos Holkone y Playita, corregimiento de Culebra, en Bocas del Toro.
Pese a que su existencia se pone en entredicho por muchas personas, son abundantes los testimonios, viejos y nuevos, que aseguran que este grupo indómito aunque reducido, existe. Hace no mucho tiempo, en Sitio Prado, Tolé, específicamente en un lugar elevado y montañoso que se conoce como Cerro Banco, unos trabajadores los avistaron”.
Mito
"Los indios conejo son una leyenda indígena", explica. "Antes de la conquista, había constantes guerras entre teribes, guaymíes y otros grupos. Peleaban por territorio, por comida, por mujeres y por esclavos".
Una de las herramientas de guerra psicológica que se usaban para atemorizar a los rivales era que estaban apoyados por una misteriosa tribu que se comían a sus enemigos. Así, la leyenda de los indios antropófagos se fue difundiendo.
“Cuando decían ‘vienen los Conejo’, lo hacían para infundir temor en los rivales”, comenta.
A fin de cuentas, la realidad es que -en tiempos de guerra- casi todas las tribus antiguas incurrieron en las prácticas que se le atribuyen a los míticos Conejo de comer carne humana.
“Cuando había guerra, se comían entre ellos”, cuenta. “Comerse al jefe de una tribu rival significaba obtener su fuerza”.
Tras la masacre de los españoles durante la conquista, muchos grupos indígenas huyeron hacia las montañas y se escondieron y aislaron en cuevas, lo que pudo haber contribuido a la leyenda.
Indios Caribaró
En el último viaje de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, también visitó reconoce las costas panameñas, en 1502, su viaje le hace desde la bahía de Caribaró o del Almirante, pasando por la Laguna de Chíriquí y, el litoral de Veraguas para luego enrumbarse a la actual Bahía de Portobelo y, luego llegó al sitio que él denominó El Retrete. Los naturales que acompañaban la expedición como guías desde las vecinas comarcas, llamaban a tan hermosa y cómoda bahía Caribaró, asegurando que tenían fama sus contornos de ser ricos en oro.
En efecto, las comisiones que el Almirante despachó a tierra lograron cambiar por juguetes y bagatelas europeas algunas láminas y águilas de aquel metal que, pendientes de cordones de algodón, llevaban los isleños colgadas al cuello.
De aquella bahía, que se llamó del Almirante, en homenaje a su descubridor, siguió la flota a la de Aburemá, o sea la laguna de Chiriquí, donde igualmente adquirieron los españoles algunas piezas de oro en el comercio de cambio que establecieron con los indígenas de los sitios ribereños.
Los naturales adornaban sus cabezas con guirnaldas de flores y coronas formadas de las uñas de animales, pero del cuello llevaban colgadas las lucientes láminas, a cuya sola vista se inflamaba de codicia el pecho de los viajeros.
Algunos indios, conducidos a la presencia de Colón informaron a éste que el metal por el cual manifestaban tanto interés los expedicionarios se producía abundante en las sierras de una región al oriente, a pocos días de distancia, región que los naturales denominaban Veraguas.
Indígenas Terarequi
“Cuando el cacique Terarequi tras mostrar a los españoles otras islas también ricas en ostiales , ofreció darles 100 marcos de perlas cada año”. Fue este el inicio de la explotación de una riqueza que aun se mantiene hoy en día en Panamá en el Archipielago de Las Perlas. La organización de los españoles por los ostiales perleros de la Isla San Miguel fueron sobretodo a inicio del Siglo XVI de gran beneficio a las arcas españolas.
Indígenas Esquegua e Urracá
La población nativa se encontraba dividida en múltiples provincias y cacicazgos y los grupos hablaban diversas lenguas. Sus jefes, uno de los cuales fue Urraca, no tuvieron privilegios semejantes a los de los reyes europeos, pero podían decidir acerca de la vida o la muerte de los pobladores de las tierras bajo su autoridad, y tenían influencia entre su gente como para mantenerlos en guerra durante largos períodos. Entre los caciques hubo rivalidades, y los españoles aprovecharon esas diferencias para lograr propósitos de conquista.
Durante este período, en las tierras bajas de la costa del Pacífico del Istmo de Panamá, en la península que hoy recibe el nombre de Azuero, se encontraban ubicados los territorios de los caciques Natá, Escoria y Paris; en las estribaciones de la cordillera de Coclé y de Veragua (más tarde Veraguas), se ubicaban, hacia el Este, el cacique Esquegua, y hacia el Oeste, Urracá. En las crónicas, los nombres de Esquegua y Urraca aparecen muchas veces juntos.
Cuando el veedor del oro y primer cronista de América, Gonzalo Fernández de Oviedo, describe en el Sumario de la Natural Historia de las Indias cuál es la mejor manera de cruzar el istmo, comenta que, aunque atravesando las tierras de Esquegua y Urracá es menos larga la jornada de viaje, se hace a través de tierras tan altas y escarpadas que desde allí se ven los dos mares, de modo que no es el mejor camino que se pueda recomendar. Lo cierto es que, probablemente, el territorio de Urracá pudo haber comprendido la serranía al este del río San Pablo y al oeste de La Yeguada, así como también la vertiente del Caribe de Veraguas desde el río Cricamola hasta el río Belén.
Las relaciones de Esquegua y Urracá fueron ambivalentes en lo que se refiere a su vínculo con los españoles. Aunque Fray Bartolomé de Las Casas afirma que Esquegua peleó junto a Urracá contra los españoles, hay indicios de que hacia 1522 un jefe indígena se había sometido a la autoridad española, y una década después Esquegua se uniría a los españoles contra Urracá. Durante catorce años el prolongado ambiente de guerra que se vivía en Natá y los trece intentos de penetración en Veragua por parte de los conquistadores, sin éxito, hablan de las fortalezas de Urracá.
La doctora Ana Ester Ferreyra Núñez informa que el nombre Urraca, de origen taíno, y que significaba huracán, fue introducido por los conquistadores españoles, pero que su verdadero nombre, en el idioma de su grupo, el buglé, era Molenan, que significa puma.
Por nueve años Urracá combatió a los expedicionarios enviados por la Corona española a quienes en muchas ocasiones derrotó. Urracá utilizaba las tácticas de guerrilla, mostrando una aparente ofensiva débil y cediendo terreno al enemigo antes de combatir seriamente. Las tropas españolas encabezadas por Gaspar de Espinoza, pensando que los indígenas eran débiles y les temían los españoles, iban a la carga; sin embargo, debido a la táctica de guerrilla que utilizaba Urracá, eran rodeados en los acantilados y fosas por legiones de combatientes indígenas.
Luego de que varios conquistadores fuesen derrotados por el astuto Urraca, Gaspar de Espinoza fue llamado a la ciudad de Panamá por el Gobernador y Capitán General del reino de Tierra Firme, Pedro Arias de Ávila o Dávila (Pedrarias), para sustituirlo por Francisco de Compañón como encargado de la villa. Urraca aprovechó el ínterin y atacó sorpresivamente a la población de Natá de los Caballeros. Compañón logró enviar a la ciudad de Panamá un emisario con el informe de la situación. Pedrarias decidió enviar un batallón bajo las órdenes de Hernán Ponce de León.
Corría el año de 1527 cuando Urracá notó que no podría seguir el combate sin ayuda, por lo que consiguió importantes y poderosas alianzas con otros caciques, quienes tradicionalmente eran enemigos suyos. Así, caciques como Ponca, Dures, Duraria, Bulaba, Guisisa, Tabor, Guracona, Guaniagos, Pocoa y Trota se opusieron a los conquistadores españoles junto a otros fuertes caciques de Veraguas, bajo el mando de Urraca.
La llegada de Hernán Ponce de León a la villa de Natá de los Caballeros forzó a los aborígenes a levantar el sitio a la villa. Camino a Natá se dirigía el gobernador de Castilla del Oro, Pedro Arias Dávila con refuerzos para las tropas de Hernán Ponce de León. Los combates se extendieron y entró en escena el capitán Diego de Albitres, enviado especial del gobernador de Castilla el Oro. Tiempo después, la alianza de Urracá con los caciques probó ser esencial ya que derrotaron de manera humillante al capitán Albitres, quien logró escapar con vida y en Castilla del Oro reportó el combate ocurrido contra las fuerzas aliadas de los nativos del Istmo.
Luego de esta derrota, Pedro Arias Dávila decidió terminar con la cabeza de la alianza indígena por medio de un ardid bien planeado. En 1531, Francisco de Compañón fue designado para iniciar conversaciones con el fin de conseguir un acuerdo con el cacique Urraca, y envió emisarios a las tierras de este con la propuesta de realizar negociaciones de paz en Natá de los Caballeros. Urracá, confiado de las buenas intenciones de los españoles, acudió a la primera reunión de las negociaciones con dos de sus hombres. Al entrar en la villa fue arrestado, encadenado y enviado a la ciudad de Panamá, para embarcarlo desde Nombre de Dios hacia España. Dos días antes de que el barco zarpase, Urracá logró escapar y reunirse con su tribu. Tanto la historia oficial como la tradicional están de acuerdo en que Urracá murió o desapareció en el año 1531, en algún sitio de las sierras que fueron sus dominios. Aunque la resistencia contra los españoles se mantuvo por varios años, la conquista de Veraguas fue culminada por Vásquez de Coronado.
El Dr. Richard Cooke, arqueólogo que ha tratado el asunto, concluye que es lícito pensar que la supervivencia de los ngöbés y buglés hasta nuestros días en Chiriquí, Bocas del Toro y Veraguas está relacionada con aquellos eventos ocurridos durante los primeros cincuenta años del siglo XVI.
Fue Fray Bartolomé de las Casas quien le dio origen a la tradición de este cacique guerrillero, noble y generoso con su pueblo, hábil y valiente en la guerra con los españoles, que siglos más tarde fue reconocido como figura fundacional del pueblo panameño, amante fiero de la libertad.
En la actualidad, podemos reconocer que la memoria del cacique que luchó con astucia y valentía contra los conquistadores, se mantiene viva. Por ejemplo, la moneda de un centavo (B/0.01), unidad monetaria de menor valor en Panamá, de color cobrizo, ostenta la efigie del cacique Urracá, cuando debería representarse en monedas de mayor valor en vez de las esfinge de un español (Vasco Nuñez de Balboa).
En 1992, el nombre del gran cacique fue utilizado como símbolo de resistencia indígena por los ngöbes de Bocas del Toro, al manifestarse contra la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. En esa ocasión, las pancartas mostraban la imagen del cacique y un lema: “¡Urracá vive! El líder siempre”.
El mapa cultural, al momento de la conquista, muestra en la zona; una pluralidad de Cacicazgos que ostentaban nombres que las crónicas han mantenido hasta hoy.
En la vertiente del Atlántico estaban los grandez cacicazgos de Comogra, tierra del Cacique Comagre. Otros nombres como Careta, Ponca, Pocorosa, Secativá, Tubanamá, Tamamé, nos dicen sobre los diferentes jefes que disputaban la región.
En la vertiente del Pacífico, los nombres de Terarequí para el archipiélago, ahora conocido como de ” Las Perlas”, Cuareca, Chitaranga, Chochama, Tamao y Majé, Chanina, Chepo, Chepovare, Pacora, Panamá, señalan ya el rumbo hacia Natá que resultará sede central de la actividad conquistadora del oeste.
La principal masa de pobladores de nuestra patria se componía de nahuas, mayas y caribes: los dos primeros grupos provienen de América Central; el último de las Antillas y de la banda oriental del golfo de Urabá.
Cuando los caribes invadieron el Istmo encontrábanse ya establecidos en el país los andinos, los nahuas y los mayas; de manera que fue necesario luchar por la hegemonía y por la posesión del territorio. Del choque entre caribes y andinos resultó el aniquilamiento de los segundos, con pérdida no sólo de las regiones que habitaban sino también de lo que más caracteriza a una raza, su idioma y sus costumbres.
Los nahuas y mayas, presentaron a los invasores enérgica resistencia; aunque los caribes se apoderaron de casi toda la costa atlántica como también de la del Pacífico. Dado que llegaron a establecerse casi sin solución de continuidad desde el Darién hasta Panamá, no les fue posible, sin embargo, hacer lo mismo en el interior del país, pues cuantas veces lo intentaron sufrieron grandes e irreparables pérdidas.
Los patrones culturales propios de los grupos caribes son identificables entre los Gunas y entre las diversas culturas de filiación Talamanca. La sociedad aparecía estratificada en tres o cuatro clases, con una marcada preponderancia del jefe.
Panamá tiene una deuda social e histórica inmensa con los pueblos originarios de este territorio. Es un paìs con tasa de crecimiento económico altas, a pesar del contexto mundial de crisis, los indígenas ocupan los peores lugares en materia de acceso a los servicios sociales. En muchas ocasiones sus derechos son vulnerados a favor de proyectos de desarrollo económico, démosle la importancia que se merecen.