“Ni una pulgada de Taboga”: a 98 años del incidente Pershing
HISTORIA:
Han pasado 98 años y poco se recuerda la que fue una de las primeras luchas reivindicatorias del pueblo panameño por su soberanía y la razón por la que se organizó una de las más grandes marchas vistas en la entonces pequeña ciudad de Panamá.
El llamado Incidente Pershing, recogido por el historiador panameño Jesús Ramón Jiménez Chamizo en su tesis de grado “La respuesta popular ante la petición de tierras en Taboga”, ocurrió en el año 1920, seis años después de la inauguración del Canal.
Los panameños se sentían orgullos de la obra de ingeniería, pero resentían la presencia norteamericana, sus constantes interferencias en la política criolla y sus abusos de poder.
La joven república de 15 años sufría constantes humillaciones por parte de las autoridades de la Zona del Canal. El obligado desarme de la policía de 1916, la invasión de Chiriquí en 1918 y los desmanes cometidos en esta provincia estaban muy frescos en la memoria de los panameños.
ANTECEDENTES
Los sucesos que terminaron por convertirse en el “Incidente Pershing” se iniciaron el 14 de noviembre de 1918, cuando llegó a manos del presidente Belisario Porras una inesperada carta del gobernador de la Zona del Canal Chester Harding.
En virtud del Artículo II del Tratado Hay Buneau Varilla, decía la carta, se le comunicaba al presidente que el gobierno de Estados Unidos requería 4/5 partes de la isla de Taboga para convertirlas en una base militar y un sitio de reposo para los soldados heridos de la I Guerra Mundial. Panamá tenía cinco días para desalojar la isla. Los gastos corrían por cuenta del gobierno de Estados Unidos.
El presidente Porras estaba acostumbrado a las imposiciones de las autoridades de la Zona del Canal, pero en esta ocasión la petición le pareció abusiva.
Porras entendía los lazos emocionales que los panameños tenían con la llamada Isla de las Flores, cuya cercanía, hermosas playas, sano clima y vista insuperable, la hacían uno de los sitios de recreo más populares entre las clases medias de la ciudad capital.
Muy molesto, el 17 de noviembre, el presidente devolvía la misiva al gobernador Harding, explicándole que no podía consentir al desalojo de la isla, pues esto significaba la pérdida de hogar y tierras de cultivo para las decenas de familias que residían en los poblados de Taboga y Restinga.
En su lugar, Porras ofrecía las islas de Taboguilla, Urabá o Cerro de Chame.
Los norteamericanos insistieron: solo querían Taboga; 469 de las 571 hectáreas de la isla.
Porras decidió darle largas al asunto.
UN EMBAJADOR ESPECIAL
El asunto no se terminaba de definir, y Washington decidió enviar a un representante para limar asperezas y alcanzar el objetivo. El elegido fue el general Jack Pershing, General de los Ejércitos – un título creado especialmente para él y que constituía el rango más alto del ejército estadounidens- y posible candidato a la Presidencia de su país. Para los panameños su visita sería considerada un honor.
pershing
El gobierno de Ernesto T. Lefevre, (quien reemplazaba a Porras en la Presidencia, previo retiro de este para lanzar su re elección), inició los preparativos para el recibimiento del distinguido visitante, que, según la versión oficial del gobierno panameño, “venía a conocer el Canal de Panamá”.
Como se esperaba y se les había comunicado, los panameños consideraron la visita de Pershing como un grandísimo honor. Desde finales de abril, la prensa daba seguimiento a los movimientos de general en el país. Se trataba de una cobertura periodística cuasi “pueblerina”, que daba cuenta y endiosaba todos sus movimientos: “El Istmo da la bienvenida a Pershing”; “Pershing va a misa”. “Pershing entrega medallas”. “Pershing pasa un día muy ocupado”, decían los titulares.
Pero mientras se rendía pleitesía al visitante, un editorial publicado el 28 de abril por La Estrella de Panamá dio a conocer la verdadera razón de la visita del general: preparar el traspaso de los terrenos de Taboga.
La noticia no fue del agrado del pueblo que inmediatamente organizó la contraofensiva.
SE ORGANIZA UNA MANIFESTACIÓN
El 1 de mayo, la ciudad capital amaneció inundada de carteles que invitaban a una manifestación popular para el día siguiente, domingo 2 de mayo, en el Parque de Santa Ana. La marcha coincidía con un baile que ofrecía el presidente de la República en honor a Pershing en el Club Unión.
Ese día domingo, en horas de la tarde, el pueblo empezó a congregarse en las inmediaciones del parque de Santa Ana. Apenas unas horas después, partió de allí una sorprendente multitud de 2000 personas, que, portando antorchas, empezó su recorrido por la Avenida Central.
Se trataba de una de las más grandes marchas hasta entonces vistas en la nueva República de Panamá, a la que las antorchas daban un toque teatral y surrealista impresionante. La gente, fascinada, iba uniéndose a su paso.
Hacia las diez de la noche, los manifestantes empezaron a llegar frente al edificio del Club Unión, en Calle 1a San Felipe, donde los marchistas se se iban deteniendo. Entre la algarabía y el entusiasmo, la gente empoderada exigió a gritos la presencia del presidente Ernesto T. Lefebre.
“Que salga el presidente”. “Queremos al presidente”, gritaban.
Mientras esperaban respuesta de los altos funcionarios del gobierno reunidos en el edificio del exclusivo club, el representante del pueblo, Manuel Garrido, leyó una proclama que hablaba del abuso norteamericano y exigía que la Presidencia estuviera a “la altura de las circunstancias”.
“El pueblo está alerta y dispuesto a los mayores sacrificios”, advirtió Garrido.
El baile se interrumpió y el presidente, por fin, apareció.
Sorpresivamente, desde el balcón que daba a la calle de San Felipe, Ernesto T. Lefevre dio la razón al pueblo reunido, prometiendo que haría lo posible por negociar el mínimo de terrenos para Estados Unidos.
Pero a la gente la promesa no le pareció suficiente.
La respuesta inmediata se dio a coro: “Ni una pulgada de Taboga”.“Ni una pulgada de Taboga”.
Los ánimos estaban ya caldeados cuando aparecieron los vehículos de la comitiva que traía al general Pershing a la fiesta.
De forma espontánea, el pueblo se armó de piedras procedentes de una construcción cercana y empezó a lanzarlas a los autos.
La caravana, como pudo, dio marcha atrás, llevándose al general a la seguridad del hotel Tívoli, donde se alojaba.
Poco después, el presidente Lefevre también se retiraba del recinto, entre las vivas de la multitud.
El pueblo, enardecido, trató de entrar al edificio restringido a la clase alta y sus invitados, pero fue reprimido por la policía, bajo las órdenes del alcalde Archibaldo Boyd.
Al día siguiente, la ciudad celebraba: el heróe de guerra norteamericano, que acaba de someter a generales y ejércitos en Europa, ganador de la I Guerra Mundial, había sido vencido por una multitud panameña armada de piedras, palos y una profunda convicción patriótica.
Pershing se fue del país pero el asunto no se había terminado de resolver. El tema continuó pendiente hasta el 6 de mayo, cuando el presidente Lefevre visitó la isla de Taboga con una delegación de panameños y autoridades de la Zona del Canal, con el deseo de escuchar la voz del pueblo tabogano .
Allí, conmovido por los testimonios de los isleños, hizo la promesa: Panamá no cedería Taboga.
Estados Unidos tuvo que echarse para atrás. El 22 de mayo, la secretaría de Guerra de Estados Unidos envió un comunicado al gobernador interino de la zona del canal, JJ Morrow, dando instrucciones de suspender la adquisición de terrenos en la isla de Taboga.