24 Oct
24Oct

Moral y sexualidad en las culturas de la antigua América

Los primeros descubridores, conquistadores y misioneros encontraron en América – así creían -lo que, como imaginaban, se había perdido en Europa. Encontraron a seres humanos unidos a la naturaleza, pacíficos y evidentemente felices y buenos, como se reflejó en las primeras crónicas contemporáneas. Cristóbal Colón, el “descubridor” de América, contó lo siguiente en sus primeras relaciones al Rey y a la Reina de España, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, quienes le habían encargado su viaje: “Tan dócil y tan pacífica es la gente que juro a sus Majestades que no hay en el mundo entero pueblo que sea mejor …. y aunque anden desnudos, sin embargo su comportamiento es decente y digno de alabanza.”

Muy pronto la conquista dio origen a conflictos armados, pero también a disputas entre el mundo cristiano y el mundo indígena. Los conquistadores no se dieron cuenta al principio de que el continente americano albergaba una variedad de culturas indígenas y que sin embargo existía un concepto fundamental de la moral y de la sexualidad. Pero las dos nociones tenían en el mundo indígena un significado más expresiva que en Eruopa.

La información sobre América cambió de estilo cuando los misioneros prohibieron la escasa vestimenta tradicional de los naturales como indigna desde el punto de vista cristiano y cuando se ordenó sustituirla por ropa más decente. Al mismo tiempo se quemaron y se destruyeron objetos del culto religioso indígena y se prohibieron fiestas, danzas y cantos. Los últimos se prohibieron por razones de la moral y de la decencia por causa del hecho de que en ellos participaban personas desnudas. Los españoles no se dieron cuenta de que los ritos religiosos se ejercían desnudo porque la desnudez se entendía por los indígenas como símbolo de semejancia a los dioses o emanación divina, como pureza ante una deidad. En los ritos de fertilidad hombres y mujeres se presentaban por parejas también desnudos o escasamente vestidos.

La mujer indígena desnuda representaba el ídolo de la reproducción y era idéntica con el acto mítico de la creación. Daba nueva vida a la comunidad y aseguraba la subsistencia del pueblo respectivo. Este concepto fundamental y elemental no se perdió hasta que las relaciones íntimas del conquistador blanco con la mujer indígena influenciaran la sociedad indígena. Las etnías en América Central con estructuras en gran parte parecidas por ejemplo tenían conceptos de moral, religión y sexualidad distintos de los de los españoles. Pero a pesar de toda colonialización, hasta hoy, 500 años después del descubrimiento, se han conservado estructuras de antiguos conceptos y costumbres indígenas en numerosos grupos de la población indígena.

Mediante interpretaciones científicas basadas en el concepto fundamental formando parte de la natura de todo ser humano postulado por Adolfo Bastían (1826-1905) sabemos hoy que el instinto sexual psíquico y físico es idéntico por todas partes, independientemente de tiempo, lugar y forma cultural. El médico Bastían, de formación humanística, era también el fundador de la etnología, la cual representó como disciplina académica en la Universidad de Berlín a partir de 1869 ampliando enormemente nuestros conocimientos.

Las costumbres sexuales y morales de los indígenas forman y formaban parte del carácter humano universal. Las antiguas culturas de América consideraban – al igual de los antiguos griegos – el coito como una revelación divina, un rito de fertilidad sin aspectos morales o sexuales. Desconocían el concepto cristiano según el que una descripción o representación de la unión sexual sería vil. Ya en los antiguos mitos de los pueblos de América la procreación sexual e informaciones referentes a ella eran hechos evidentes.

En las culturas de la antigua América el pecho femenino no tenía – y por una parte entre los indígenas de hoy todavía no tiene – significación erótica, sexual o estética, sino solamente aspectos biológicos. A niños se les lactaba – y se les lacta hasta hoy – por varios años inclusive en público.

En el concepto del mundo de los antiguos pueblos de América Central y del Sur los instintos sexuales – representados por deidades desnudas en coito mítico fijadas en forma escrita, en cerámicas y en piedra – tenían función religiosa, sacral y mágica y la de desviar agresiones. Mientras en el ámbito cultural europeo solamente existía una función íntima de procreación. Los objetos enterrados junto con los muertos con representaciones sexuales de un realismo que nos extraña corresponden al concepto religioso de la antigua población nativa e indígena.

Si bien en algunos ámbitos de cultura de alto nivel no se puede presentar mucho material para comprobar el tema, no se puede concluir de ello que existieran defectos en la argumentación. Más bien hay que tomar en consideración de que por causa del fanatismo religioso de los conquistadores y aún más de los misioneros durante siglos fue destruido mucho material escrito y arqueológico. Se quería quitar a los aborígenes las bases de su mundo concepcional religioso, moral y sexual para poder así dominar más fácilmente ese complejo. Las pruebas de antiguas concepciones y hechos sociales que faltan, así que más material relativo a moral y sexualidad, nos los ofrecen las relaciones etnológicas relativas a investigaciones entre los pueblos naturales de la antigua América.

En el caso de los objetos enterrados junto con los muertos, en forma de representaciones de la copulación o de ídolos de fertilidad en forma del miembro masculino y de figuras femeninas con genitales acentuados, habrá sido de importancia la idea de un renacimiento del muerto y el pensar en su paso difícil al reino de los muertos. Una copulación extravaginal formada de arcilla en la cultura Mochica en el Perú mostraba seguramente una satisfacción compensativa durante la lactancia de tres años de un niño ya que según la creencia de los mochica el esperma del hombre causaba daño a la leche materna.

Por ejemplo, el cubrir o quitarse los vellos de la región pubiana no tenía relación ninguna con la vergüenza moral, sino que éstos se consideraban como el escondite de demonios malos y patógenos. Por eso en muchas etnías las mujeres que andaban desnudas epilaban su región pubiana. Aún hoy mujeres nativas en Sudamérica se quitan los vellos de la región pubiana aunque estén vestidas. El cubrir las aperturas del cuerpo tenía por objeto mantener alejadas las influencias mágicas y servir a rechazar espíritus malos. No tenía razones de moral o de sexualidad. Inclusive en este hecho del vello de la región pubiana, ideas religiosas como fuerza moral determinaban el comportamiento de la gente.

Debido a ideas cristianas, en el continente europeo los genitales femeninos no se representaban en el arte de ningún modo, y los masculinos de manera infantil. En las obras de pintores y escultores antiguos el vello de la región pubiana femenina faltaba totalmente por razones de estética artística. Por analogía a la expulsión del paraíso se cubrían los órganos genitales, si era posible, porque según la concepción cristiana la desnudez significaba pecado.

Desde la Edad Media ninguna ley moral duró varios decenios en el ámbito europeo. Cada generación planteaba la cuestión por lo que estaba moralmente justificable, lo que requería una valorización de la sexualidad. Frente a eso, en las antiguas culturas las nociones de la moral y de la sexualidad tenían una significación fija durante siglos, integradas en ritos, ideas religiosas y presencia en escritos, piedras y cerámicas. Los primeros conquistadores, autores y viajeros dejaron cuantioso material literario referente al tema de la moral y de la sexualidad. Aunque las etnías más diversas practicaban distintas costumbres y usanzas, una multiplicidad de detalles etnológicos en comparación dieron por resultado una imagen global de las antiguas culturas de América Central y del Sur.

Los múltiples conocimientos también conocidos por los misioneros culminaron frecuentemente en la siguiente lema: “Indios desnudos (aunque ligeramente cubiertos) son gente mala y malos cristianos”. Un proverbio maya dice lo siguiente: “La cuna del mundo está en el seno de la mujer” porque ellos creían que el esperma del hombre muere en la vagina de la mujer para que surja una nueva vida, tal como el grano de maíz muere en la tierra para que una nueva planta pueda nacer.

Según su creencia, pero también según la creencia de los aztecas, el nacimiento era una lucha sostenida en el seno de la parturienta. El principio creativo y religioso era el dualismo, el principio esencial del mundo precolumbino, que dominaba a los dioses, a la naturaleza y las creencias con respecto a la procreación. Como se desconocía la relación entre la copulación y la concepción, muchas etnías en América elevaron a la mujer al nivel de diosa, de “magna mater”, de la primera deidad del hombre. Por eso existen numerosas representaciones realistas y mitológicas del nacimiento en registros escritos, en piedra y en cerámica.

Los seres humanos de las antiguas culturas indígenas tenían que ser más activos en el aspecto sexual, ya que un alto porcentaje de mortalidad hacía necesario un número más alto de nacimientos. Cada mujer tenía que ser madre con frecuencia, aun cuando no existía enlace parecido al matrimonio. En efecto el celibato se consideraba pecado en muchas etnías y una actitud polígama servía a mantener el potencial humano necesario y a asegurar económicamente la comunidad.

Con respecto a la maduración sexual del hombre indígena desde generaciones entraba en vigor una orden existente que mediante el permiso o la renuncia del instinto enseñaba nuevas líneas para el comportamiento moral en el campo de la sexualidad. No se abandonaba a los jóvenes con sus problemas sexuales y su búsqueda de sí mismo, sino que la comunidad en la que vivían les ayudaba en ello en forma variada.

Una moral sexual regulada y religiosamente asegurada de las culturas de la antigua América formaba una protección efectiva contra las consecuencias negativas asociadas a la sexualidad. En la comparación con numerosas otras culturas fuera de América se muestra que la moral y sexualidad de los antiguos indígenas no tenían una significación aislada, sino comparable, pero diferenciada de manera independiente. Estos resultados de las investigaciones se pueden integrar sin dificultad en la imagen diversa del comportamiento humano en el sector social.

El adulterio era una de las principales transgresiones, existen numerosas referencias a la pena de muerte por adulterio, aunque también se dejaba en ocasiones que el castigo lo aplicara el mismo marido, quien arrancaba a mordiscos la nariz a su esposa y al amante.

Sobre la prostitución, fue ambivalente, pues por un lado la prostituta era estigmatizada y repudiada socialmente, pero por otro su actividad era tolerada, pues no había penas judiciales contra ella.

Otra de las prácticas prehispánicas fue la homosexualidad, que se castigaba con la muerte, y fue recogida en numerosos testimonios de los misioneros y en las mismas 'Cartas de Relación' de Hernán Cortés, quien escribió: "hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado". Entre los grupos indígenas se distinguía al homosexual activo del pasivo. Mientras que el activo seguía representando su rol genérico masculino, el pasivo, al ser penetrado en el acto sexual, violaba su rol de hombre y se feminizaba. Por este motivo, al pasivo le sacaban las entrañas y le prendían fuego, en tanto que al activo lo enterraban con ceniza y ahí moría.

Las culturas precolombinas vivían su sexualidad de una manera abierta, positiva y floreciente. No fue para ellos un asunto punible o vergonzante, muy al contrario, la consideraban una bendición y practicaban diferentes artes amatorios que sorprendieron a los españoles y quedaron impresos en el Archivo de Indias, en Sevilla.

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