Eran los primeros años del Siglo XX, la falta de carreteras hacía necesario un sistema de transporte marítimo que conectara a los poblados más remotos del país, pero los buques no están exentos de accidentes. Una noche que cambió la vida de muchos panameños
La mañana del 24 de mayo de 1911, una noticia generaría desconcierto y preocupación en la capital panameña. Desde Las Tablas, un telegrama firmado por el alcalde Higinio De León alertaba de un naufragio ocurrido la noche anterior. Una persona del área le había reportado haber encontrado 40 personas vivas en Guánico y otras seis en Búcaro como resultado del hundimiento del vapor Taboga.
Reinaba la confusión. El siniestro había ocurrido a primeras horas de la noche en Punta Guánico. La embarcación, incluyendo tripulación, llevaba 140 personas abordo. Animales y mercadería. Todo lo demás era incierto.
En aquel entonces, con escasos ocho años como república independiente, un alto porcentaje de pobreza y muy bajos niveles de educación, las vías de comunicación eran incipientes, por lo que para transportarse a poblados distantes, la vía marítima se había convertido en la opción más eficaz.
Las embarcaciones de la Compañía de Navegación Nacional, propiedad de los hermanos Próspero y Pablo Pinel transportaban el grueso de la población, ganado y carga desde Chiriquí hasta Darién, cubriendo la mayoría de los puertos en el Pacífico. La empresa había logrado buena reputación por puntualidad y por muestras claras de adecuados procedimientos de seguridad, por lo que la noticia del naufragio tomó a todos por sorpresa.
Según noticias telegráficas, se sabe que el vapor Taboga de la Compañía de Navegación Nacional, sufrió pérdida total frente a punta Guánico, en los bajos de Cambutal, península de Azuero, Provincia de Los Santos, como a 110 millas de Panamá. El vapor salió de Soná en viaje de regreso a esta capital a las 11 de la mañana del 3 y a las 8:30 de la noche tuvo lugar el desastre a la salida de Búcaro, a donde debió entrar para recibir el correo. Respecto a los pasajeros, que pasan de setenta y cuya lista se verá en seguida nada se ha sabido hasta el momento que escribimos esta nota', informaba La Estrella de Panamá el 26 de mayo, dos días después. Seguía la lista de pasajeros procedentes de Puerto Mutis, Soná y Pedregal. El informe aseguraba que las pérdidas en reses vacunas ascendían a unos $16,000.
Los esfuerzos del Gobernador de la provincia se sumaron a los del secretario de Relaciones Exteriores, quienes solicitaron al encargado de negocios de Estados Unidos enviara el cañonero Yorktown para prestar auxilios a los náufragos del Taboga, sumándose a los esfuerzos del vapor David, de la Compañía de Navegación Nacional.
Hasta ese momento se desconocían detalles del siniestro y se asumía que no había habido ‘desgracias personales'.
Al día siguiente, la edición de La Estrella de Panamá establecía que no había nueva información ni del puerto, ni de la Dirección de Correos y telégrafos, ni siquiera del Yorktown.
Para el 28 de mayo, cambiaba el tenor de las informaciones. ‘Las noticias telegráficas e inalámbricas recibidas hasta ahora permiten apreciar en toda su magnitud la espantosa catástrofe producida por el naufragio del vapor Taboga, siniestro debido como ya se anticipa al abandono en que dejó el capitán del barco el puesto del deber (…) la lista de desgracias, principalmente de señoritas, señoras y niños ha de ser larga dada la hora y forma como se produjo la hecatombe (…) Es este un desastre que jamás conseguiremos lamentar justamente'.
La edición del 29 de mayo incluía algunos testimonios de náufragos que arribaron a Panamá en el vapor David. La historia iba tomando forma.
El capitán de la embarcación, de apellido Campbell, había dejado encargado del timón al piloto Mathews.
Algunas personas advirtieron al timonel de la nave sobre el grave peligro que se presentaría, de proseguirse con el rumbo que se marcaba, tan cerca de las rocas. El piloto advirtió al capitán sobre este hecho, quien le preguntó si ya se había pasado la punta Morro de Puerco y ante la respuesta positiva , ordenó dirigirse hacia Punta Mala. En unos instantes, el Taboga chocaba contra las rocas, a unas tres millas de la costa.
La situación fue subestimada por el capitán quien ordenó a algunos pasajeros bajar de un bote salvavidas en el que iban a descender, sin embargo el daño había sido enorme.
‘EL GOLPE HABÍA SIDO FORMIDABLE, PUES PARTIÓ EL BUQUE, E HIZO QUE ESTE DESCRIBIERA UN SEMICÍRCULO, COLOCANDO LA PROA EN SENTIDO INVERSO DEL QUE LLEVABA'.
‘El golpe había sido formidable, pues partió el buque, e hizo que este describiera un semicírculo, colocando la proa en sentido inverso del que llevaba. Mientras tanto, el agua entraba como a su casa; el buque clava la proa; la hélice sigue funcionando en el aire; los pasajeros se aprestan a descolgar los botes; uno de ellos, en donde entraron como 35 ó 40 personas, había quedado colgado de un extremo y para completar la catástrofe, cae encima de él el buque que se fue a pique de costad; el bote fue arrastrado, Dentro de un camarote se juntaron varias mujeres a rezar; los demás procurando salvarse echaban mano de lo que encontraban; el buque sólo llevaba cuatro botes, tres grandes y uno pequeño y dos salvavidas; durante este corto tiempo el buque había desaparecido y en la superficie del agua y batallando con las olas y una intensa oscuridad solo se oían los gritos y el ruido de los que a todo trance procuraban salvarse. Unos en tablas, otros agarrados a baúles o a animales, otros a nado, emprendieron marcha hacia la costa a merced del empuje de las olas o de sus propios esfuerzos.
La joven, Domitila Guerra , de David, que por primera vez navegaba, resueltamente y con la mayor sangre fría se amarra el antebrazo un portamonedas con $30 y se aferra a una tabla; después de seis horas de navegar, llega, la primera , a la orilla de la costa; desembarca y se acuerda que por esos lados hay abundancia de tigres, como es cierto, y se sube a un árbol, desde el cual contempla el arribo de algunos de sus compañeros de desgracia. Ningún otro náufrago ganó la playa con dinero. Un policía que se asió a una escalera, salvó a su paso hacia la costa, la vida de algunas personas; un preso que conducía aquel, con destino a la cárcel de este lugar, logró salir a nado y prestar importantes servicios; el americano Jacques Hingley, quien venía con su señora y cuatro hijos, logra salvar los suyos y algunos otros particulares , arrojándose a nado, asegurando a una soga, y remolcando, atado a una pierna a un náufrago ya sin sentido; el venezolano Pérez esconde entre su cabeza y el sombrero unos paquetes de cigarrillos y para disipar el cansancio de su larga navegación fuma de vez en cuando; un joven Medina navega más de veinte horas y se salva; fue él quien más duró en el agua; el segundo ingeniero del Taboga navegó 14 horas, también se salvó; el señor Pelavanche, maquinista, se portó heroicamente, pero el sacrifico de su vida fue estéril. El señor Pousignon prestó auxilio a las mujeres y permaneció en el agua 12 horas con un salvavidas siendo recogido a las 8 de la mañana. De los náufragos, unos arribaron a Búcaro, otros a la playa de Punta Blanca y otros a Cambutal'.
El recuento concluía con el número de náufragos rescatados por el Yorktown y el David: 98. También la lista de fallecidos. El número de sepultados en distintos sitios fue de 23 personas. Se estima que habían perecido de 25 a 30 personas.
En ese momento no se había cuantificado la totalidad de pérdidas. ‘El buque estaba asegurado, algunos cerdos salieron, el ganado pereció'.
Los náufragos firmaron una petición de dejar en libertad al detenido, por sus buenos oficios.
En cuanto al capitán, fue el último en abandonar la embarcación, aunque no se puede negar que por su descuido se generó la tragedia.
El día 2 de junio, The Panama Star publicó una entrevista con el capitán Campbell, de la cual se publicó un extracto en La Estrella de Panamá .
En ella, el capitán explicó todas las razones de las decisiones que había tomado durante la emergencia, que aunque parecieron momentos interminables, solo duró unos 10 minutos. Él y el Sr. Mathews permanecerían detenidos por varios días.
Un solemne funeral por las víctimas del naufragio del Taboga fue anunciado para el lunes 26 de junio en la iglesia Catedral (a las 8 a.m.), ‘primer día hábil para ello, según la liturgia que nos rige'. El funeral sería presidido por el señor Obispo Javier Junguito acompañado del clero secular y regular de la ciudad. También se anunciaría una colecta para la viuda del maquinista y su hijo huérfano.
Esta tragedia se dio un año antes del hundimiento del Titanic. Distancias guardadas, una historia bastante similar..
La Estrella de Panamá