16 Jun
16Jun

La revolución del agua y la salud, la construcción del primer acueducto

En 1904 tenía lugar en las ciudades de Panamá y Colón una revolución, pero no de balas o soldados, sino del agua corriente y la lucha contra las enfermedades

¿Por qué invertir en Panamá?, preguntaba un anuncio promocional de la empresa Panama Real State Company, publicado por The Star and Herald en el año 1904.

La compañía dedicada a la venta de bienes raíces hacía en las páginas del diario un repetido llamado a los extranjeros a invertir en propiedades en el istmo y daba ‘20 razones' para hacerlo.

Panamá, decía el anuncio, estaba ‘destinada a convertirse en la Nueva York de Centro América', ‘en una de las capitales más importantes del mundo, con calles empedradas, alumbradas con luz eléctrica y adornadas por hermosos parques'.

De hecho, decía el anuncio, ya existía ‘una fábrica de hielo' en la capital.

Según el anuncio, Panamá estaba experimentando una revolución, y se convertía en el lugar ideal para colocar los excedentes. Tal vez la razón más importante para hacerlo era que la capital del país estaba ‘llamada a ser salubre una vez que los Estados Unidos haya construido el acueducto'.

Panamá tendría ‘35 mil habitantes sanos'.

Enfermedades

Para un territorio con fama de ‘pesthole', un sitio en el que las epidemias diezmaban a locales y visitantes, contar con un acueducto y un eficiente sistema de higiene pública parecía un sueño.

Los más viejos todavía recordaban el fallido intento de construcción de un canal por los franceses (1886-1889) en el que se calculaba un número de 20 mil trabajadores muertos. Anteriormente, durante la construcción del Ferrocarril de Panamá (1850-1855) habían fallecido otros 12 mil.

Aunque sin la más clara noción de las prácticas verdaderamente efectivas, hasta el año 1903, las páginas del The Star and Herald advertían constantemente a la población local sobre las causas y medidas de prevención necesarias para evitar caer en una de las múltiples pestes: cólera, paludismo, malaria, beriberi y fiebre amarilla.

Como se sabría ya para entonces, gran parte de las afecciones se debían a la picadura de mosquitos —cuyos criaderos serían controlados a partir de 1904 por el doctor William Gorgas (ver Cómo Panamá se convirtió en una tacita de oro y Gorgas, el médico que hizo posible el Canal de Panamá). Pero tanta incidencia tenía sobre la pobre salud de los habitantes la presencia descontrolada de los mosquitos como la falta de agua corriente.

Una ciudad sin acueductos

Los acueductos fueron conocidos en Europa desde la antigüedad. De Roma pasaron al resto de Europa. En América, los conocieron los aztecas, los mayas y los Incas, pueblos que crearon verdaderas obras de ingeniería para abastecer de agua a sus poblaciones. La ciudad de Bogotá tuvo el primero en 1757, y San José, Costa Rica, uno bastante moderno en 1868.

En Panamá, aunque durante el gobierno de Buenaventura Correoso se solicitó un empréstito para construir un acueducto moderno, nunca llegó a solucionarse el problema del abastecimiento de agua potable. La población debía arreglarse para obtener sus propias reservas del vital líquido de la lluvia, de los ríos vecinos o de algún pozo cercano. Las aguas sucias se disponían de cualquier forma, lo que daba a la ciudad un permanente mal olor.

En sus ediciones de 1903, The Star and Herald advertía a la población inconciente del peligro que representaba la falta de limpieza de los pozos caseros, en los que, decía, ‘se acumulan mil y una larvas y microbios, huevos de lombriz y materias orgánicas y vegetales en descomposición, gérmenes todas ellos de diferentes enfermedades al pasar al estómago'.

No era mejor el agua de lluvia, que se almacenaba en los patios por medio de barriles, continuaba el articulista, después de que caía de los tejados. Esta solía ‘arrastrar las inmundicias que las aves, los gatos y el viento depositaron anteriormente, resultando por consiguiente que quedan en iguales o peores condiciones que las aguas recogidas en pozos'.

Otra fuente de agua eran los aguadores, que formaban fila en unos pozos ubicados a lo largo de la línea del ferrocarril, en las afueras de la ciudad, para llenar unos barriles que, colocados en carros tirados por mulas, eran una presencia constante en la ciudad. Las aguas que estos vendían no eran mucho mejor que las anteriores pero sí eran más caras.

Cuando llegaba la estación seca y se agotaba el almacenamiento casero, la ciudad entera debía depender de estos aguadores, que aumentaban el precio de su producto hasta cantidades que se consideraban abusivas.

En resumen, en Panamá el agua era un lujo. El hábito de la ducha diaria era casi desconocido. ‘Ella es una de las pocas señoritas en Panamá que usa agua en vez de talco', escuchó decir un corresponsal del New York Daily Tribune , a otro huésped del hotel donde se hospedaba en la ciudad de Panamá, en 1904.

Acuerdo entre Panamá y USA

Pero la solución estaba prevista en los tratados del Canal. El Tratado Hay Bunau Varilla contemplaba en su artículo VII que Panamá cedería a Estados Unidos los terrenos necesarios para construir obras de saneamiento, especialmente para la disposición de desperdicios y la distribución de agua en las ciudades de Panamá y Colón.

‘La vida en el istmo de Panamá debe ser saludable, confortable y disfrutable antes que el real trabajo de cavar la zanja empiece', decía un comunicado de Teodoro Shonts, presidente de la Comisión del Canal, en 1904. ‘Nuestra primera obligación es crear un ambiente de condiciones sobre las cuales podamos trabajar. Esto es ahora mucho más importante que empezar a cavar'. Era la conclusión extraída del fallido Canal francés.

Cómo era el acueducto

El acueducto original, diseñado por los ingenieros John Wallace y Carlton E Davis, de la Comisión del Canal, consistía de un reservorio provisional de 120 pies de largo por 70 de ancho, con una profundidad de 20 pies que se instalaría en la parte más alta del Cerro Ancón, más un sistema de tuberías de 16 pulgadas que conduciría el agua hasta otro reservorio auxiliar de un millón de galones de capacidad, ubicado en la inmediata vecindad de Panamá, desde el cual el líquido sería dirigido a través de una tubería de 20 pulgadas hacia calles y casas.

El agua se tomaría del Río Grande y de otros riachuelos de esas inmediaciones.

Empiezan los trabajos

A través de las páginas del The Star and Herald se puede seguir el ritmo de construcción de la obra.

‘El jefe de ingeniería del acueducto de Panamá, CE Davis, ha instalado un campamento de jamaiquinos en la parte superior del Río Grande. Su misión es comprobar que este río pueda servir como fuente de agua para la ciudad de Panamá y los diferentes pueblos ubicados a lo largo del canal y las líneas del ferrocarril', decía The Star and Herald en su edición del 2 de agosto de 1904.

‘Por ahora, el resultado de las pruebas ha sido satisfactoria para el cuerpo de ingenieros y el número de obreros se aumenta gradualmente con el propósito de iniciar este gran trabajo'.

El 22 de julio de 1904 el diario reportaba: ‘Ya los hombres de Davis han llegado a la ciudad. Actualmente colocan la primera línea de la tubería, desde la esquina del Parque de la Catedral hacia la calle principal, en dirección a la esquina de la mansión presidencial'.

‘Una muchedumbre se conglomeró ayer alrededor de los hombres de khaki que con sus instrumentos iniciaban este trabajo de primera importancia para los futuros visitantes tanto como para los actuales residentes de esta capital'.

El 9 de agosto de 1904: ‘Se están colocando rápidamente las tuberías que recogerán el agua para llevarla (desde el Río Grande) hacia la capital del istmo'.

En enero de 1905, el diario adelantaba que los trabajos de instalación de los ‘albañales' avanzaba sin tropiezo. ‘Ya se ha colocado la tubería en el extremo Sur de la Carrera de Caldás, incluso un túnel debajo de la muralla de las bóvedas, hasta 300 metros en la marea baja. Iguales trabajos se efectúan en la parte occidental de la ciudad en la línea del Matadero'.

Quejas

En enero de 1905, en enero reportaba The Star and Herald : ‘No se aguanta la tiranía de los aguadores, que han aumentado los precios de forma exorbitante en esta estación seca – hasta dos centavos el galón'.

En septiembre la situación se complicaba: ‘Los aguadores se están uniendo en un intento para frenar a los americanos de bajar el precio del agua. Al parecer, han acordado boicotear la estación de pompeo de Ancón, donde el señor Tobey ha arreglado ofrecer el agua al público hasta por diez centavos de plata el barril. Los aguaderos han enviado incluso una representación ante el alcalde de la ciudad, alegando que el agua ofrecida por los americanos difícilmente tiene la calidad necesaria para beberse'.

Ya para entonces, se habían avanzado los trabajos y el acueducto había entrado en la fase de prueba. El día 4 de julio de 1905, en la mañana, se hizo una gran fiesta con una demostración práctica de los hidrantes. ‘Salieron las cuatro compañías del gallardo cuerpo contra incendios a reconocer todos los hidrantes y —aunque debido a una ruptura de la cañería solo contaron con la mitad de la presión—, bastó ello para demostrar que en casos de siniestro el nuevo sistema será de gran valor', decía The Star and Herald .

Para terminar el acto, continuaba el diario, ‘se dispuso que los bomberos arrojasen al mismo tiempo, a lo alto de nuestra monumental basílica, doce chorros de agua como una forma de salutación al gobernador'.

‘Los ejercicios de los bomberos fueron vistos y celebrados con entusiasmo por gran número de personas'.

Más quejas

Pero, como en todo asunto humano, lo que en un principio se celebraba con gran pompa y entusiasmo, al darse por hecho el acueducto se le empezaron a encontrar faltas.

En octubre de 1905, un columnista del diario se quejaba de que el agua que salía de las tuberías no olía precisamente ‘a ambrosía y rosas' y que ‘pequeños peces en estado de putrefacción han sido arrojados por los hidrantes'.

El 2 de septiembre de 1907, un artículo firmado por Juventino, en la versión del diario en español advertía: ‘Hay a quien le dura todavía la presión estomacal de la noticia estupenda que circuló en días pasados; la de los cuatro jamaicanos ahogados en el estanque del acueducto que abastece a la ciudad. Y aunque la tal noticia no fue debidamente confirmada, lo cierto del caso es que el agua de la cañería estaba insoportable por el tufo a ratón muerto y descompuesto que tenía. Eso nadie lo niega porque todos lo olimos y bebimos. Que es lo más grave del asunto. Por supuesto que cuando circuló la referida noticia de los ahogados, hasta aseguraban algunos que los cadáveres los habían extraido del estanque en escabeche. Pero… lo que no mata engorda: los que no morimos del susto nos debe aprovechar de manera el caldo , porque nos ha curado de espanto en materia de bebidas sustanciosas y que no huelen a rosas'.

Probablemente se trataba de una bola. Lo cierto es que el primer acueducto de Panamá, inaugurado en 1906, fue uno de los factores claves del sistema sanitario que mejoró las condiciones de vida de la población y permitió finalizar la construcción del Canal de Panamá.

La Estrella de Panamá

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