14 May
14May

¿Justicia o golpe de Estado?

Los hechos vividos por los panameños durante los días 7, 8 , 9 y 10 de mayo de 1951 han pasado a la historia con lecturas diferentes

Un elenco de lujo tuvieron los acontecimientos ocurridos en Panamá en mayo de 1951.

Un líder 'mesiánico' decidido a elevar a su patria por encima de su histórica mediocridad y atraso. Un grupo de opositores y políticos interesados. Un pueblo sufrido, inflamado por discursos altisonantes. Un jefe policial astuto, acostumbrado a observar y actuar a conveniencia.

Estos fueron los protagonistas de los sucesos que vivió Panamá ese año, y que son dignos de una película policial de Hollywood o de un musical tipo Evita. Ya en su momento, los favorecidos los compararon con los acontecimientos del 3 de noviembre de 1903, ‘cuando todo el pueblo se unió para buscar la libertad y la independencia de su tierra‘(Proceso Arias, Órgano Judicial, 1951).

Para los perdedores, no obstante, no se trató sino de un brutal golpe de estado.

El detonante de esa ‘semana insólita' fue la firma del Decreto de Gabinete del 7 de mayo de 1951, que entre otras medidas, derogaba la Constitución de 1946, ponía en vigencia la de 1941, a excepción de la garantía de habeas corpus, y cerraba la Asamblea Nacional de diputados.

En otras palabras, una medida que daba al presidente de la República, Arnulfo Arias Madrid, ‘poderes dictatoriales'.

REACCIÓN

Esa noche de lunes, inmediatamente después de que el presidente leyera el decreto de gabinete en una cadena de emisoras radiales, empezaron las manifestaciones de repudio.

El rechazo tenía razón de ser: al día siguiente, la misma Corte Suprema de Justicia emitió un comunicado que anunciaba que ....‘lo actuado por el presidente y su gabinete carece de valor jurídico'. La Constitución solo podía reformarse por medio de ‘un acto legislativo expedido por la Asamblea Nacional en dos sesiones ordinarias, entre las cuales debía haber una nueva elección de diputados'.

REPULSA CIUDADANA

A lo largo de los días martes 8 y miércoles 9 de mayo, la población del país se movió llevada por la euforia. Los actos de rebeldía se daban en todas las provincias. La gente salía a las calles a manifestarse a gritos. Se hacían llamados a la anarquía a través de la radio.

En la ciudad de Panamá, francotiradores apostados en los edificios del Seguro Social, del Banco de Urbanización de la Lotería, de la Administración de Correos y hasta en lanchas que navegaban por la bahía, dispararon contra los manifestantes y transeúntes, provocando el caos y ocasionando 11 muertos.

‘No éramos personas ni partidos políticos. Todos eramos masa', reflexionaría posteriormente el exministro Ricardo Arias Espinosa en declaración jurada a una comisión de diputados encargada de investigar los acontecimientos.

A las cinco de la tarde del día martes 8, una manifestación de unos 30 mil personas se presentaba ante el Cuartel Central de la Policía Nacional a solicitar al comandante José A. Remón que repusiera la Constitución de 1946.

Remón pidió calma y prometió que buscaría una solución ‘satisfactoria y patriótica'.

EN NEGACIÓN

Mientras el pueblo se rebelaba y la mayoría de los ministros se daba cuenta de la gravedad de la situación, el presidente Arias se mantenía convencido de que gozaba del favor del pueblo.

‘La información que le llegaba al presidente estaba distorsionada por los afiliados que llegaban a la Presidencia en números masivos a animarlo a que mantuviera la Constitución de 1941‘y que cuestionaba las fuerzas de la oposición, explicaría días después el entonces ministro de Gobierno y Justicia, José Clemente de Obaldía ala comisión investigadora.

‘En esas condiciones es muy dificil llegar al convencimiento de las cosas'.

Los ministros le insistían a Arias que derogara el decreto, a lo que este finalmente accedió el miércoles 9 de mayo, bajo la promesa de la Policía Nacional de que podría terminar su mandato en 1952.

Pero, más tarde, esa misma noche, la Asamblea Nacional, reunida en las oficinas del diario La Nación, aprobaría la moción de ‘constituirse en tribunal juzgador' y llamar al primer vicepresidente, Alcibiades Arosemena a asumir la Presidencia de la República.

La Asamblea también resolvió ordenar al comandante primer jefe de la Policía Nacional, José A. Remón, a que le notificara al presidente Arias su decisión de derogarlo y enjuiciarlo.

No obstante, Arias dormiría esa noche convencido de que al día siguiente todo volvería a la normalidad, con el apoyo de Remón y de su pueblo.

JUEVES 10 DE MAYO

A las diez de la mañana del día jueves, una enorme marcha presidida por Alcibiades Arosemena llegaba hasta la Corte Suprema de Justicia para solicitar un nuevo pronunciamiento de los magistrados, esta vez sobre el ‘impeachment' del presidente.

Allí, el magistrado presidente, Erasmo de la Guardia, certificó que ‘entre las funciones de la Asamblea Nacional estaba la de reunirse para juzgar al presidente de la República'.

Esto tampoco fue suficiente para Arnulfo, según relata Ricardo Arias Espinosa, quien al acercarse a la Presidencia esa mañana para recomendarle al presidente que ‘se fuera para su casa' se encontró con que al palacio habían acudido cientos de simpatizantes arnulfistas, algunos de los cuales se mantenían dentro del edifico y otros afuera, construyendo barricadas.

Cuando por fin logró entrevistarse con Arnulfo, comprobó que este, malinformado, estaba bajo la impresión de que la Corte había declarado ‘ilegal' su destitución por la Asamblea.

Cuando Arias Espinosa le recomendó que se retirara, Arnulfo le explicó que acababa de enviar una serie de cables a países amigos advirtiéndoles de la ‘gran conspiración comunista' que se armaba en su contra.

‘La situación no es insalvable; el problema ha dejado de ser interno, se ha convertido en un problema internacional, aun tengo muchas cartas por jugar', le dijo Arnulfo al exministro, según el relato de éste último.

Estos mismos argumentos presentó Arnulfo a Remón en una conversación telefónica pocos minutos después, hasta que el comandante se vio obligado a explicarle que ‘ya no lo podía cuidar más'.

Llevado por su astucia y larga cancha, Remón se comunicó de inmediato con el jefe de la guardia presidencial, el mayor Alfredo Lezcano Gómez, para pedirle que protegiera la armería de la Presidencia.

Poco después, Lezcano Gómez recibía la invitación de subir al despacho presidencial.

A lo largo de los años, los historiadores no han podido dar una versión final de los hechos que sucedieron a continuación.

Varios relatos coinciden en que Arnulfo esperó largo rato y, viendo que Lezcano no llegaba, lo mandó a llamar nuevamente, a lo que el teniente tampoco hizo caso. Entonces, el presidente bajó personalmente con su edecán a buscarlo. Esta fue la última vez que se vio al mayor y a su teniente Juan A. Flores con vida.

Personas que estuvieron presentes narran que cuando el doctor Arias bajó al piso intermedio de la escalinata hacia el patio de las garzas, desde el patio interior, Lezcano demandó que se rindiera y entregara su arma, a lo que Arnulfo replicó "¡Yo soy el presidente de la República!"

Según la misma versión, Lezcano intentó desenfundar su arma pero el teniente Flores, que estaba al lado de Arnulfo fue más rápido y mató a Lezcano. El escolta del teniente abatió al teniente, mientras Arias y su acompañantes subían al primer alto.

Cuando el comandante Remón llamó nuevamente a la Presidencia y pidió volver a hablar con Gómez, nadie sabía de él.

El mismo Arnulfo le informó de que ‘el mayor había tratado de matarlo' y que no sabía qué había pasado después con él, que ‘suponía que estaba herido en algún lugar de la Presidencia'

De alguna manera, el cuerpo del jefe de la guardia presidencial salió del Palacio de las Garzas y fue llevado a la morgue, desde donde los médicos forenses reportaron a Remón que éste había muerto cuatro horas antes. Remón miró el reloj y vio que eran las 4:40 de la tarde.

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