61 años aconteció en nuestro país una de las gestas más significativas, que se llevó a efecto del 19 al 22 de mayo de 1958, y cuyo recuerdo debe estar siempre vivo en la memoria de los panameños. Los hechos iniciaron el lunes 19 de mayo, cuando miles de estudiantes de distintos planteles educativos, liderados por la Asociación Federada del Instituto Nacional y la Unión de Estudiantes de Secundaria, acordaron dirigirse en horas de la mañana y de manera pacífica a la Presidencia de la República, con el fin de entregarle al presidente Ernesto de la Guardia un pliego de peticiones para que resolviera la crisis educativa que afectaba a la Nación.
La respuesta del mandatario a la situación que se generaba no fue la más conciliadora, porque había declarado horas antes que no recibiría a los estudiantes. La marcha recorrió la avenida Central, y al llegar a las inmediaciones de la Presidencia, la Guardia Nacional los recibió con una violenta represión, que provocó la muerte del estudiante José Manuel Araúz, de 16 años de edad, que cursaba el tercer año en el colegio Artes y Oficios. A ello se sumaron decenas de heridos que fueron atendidos en el Hospital Santo Tomás y la enfermería del Instituto Nacional.
En horas de la noche estudiantes universitarios, dirigidos por la Federación de Estudiantes de Panamá y la Unión de Estudiantes Universitarios, marcharon hacia la Presidencia, exigiendo la renuncia de los tres comandantes de la Guardia Nacional: Bolívar Vallarino, Saturnino Flores y Timoteo Meléndez y del ministro de Educación, Victor N. Juliao, a quienes responsabilizaban por la muerte del estudiante Araúz.
El sepelio de Araúz se dio al día siguiente, asistieron alrededor de 20 mil estudiantes pertenecientes al Instituto Nacional, José Dolores Moscote, Instituto Istmeño, Instituto Justo Arosemena, Richard Newman, Escuela Profesional y el Liceo de Señoritas. Participaron también delegaciones de la provincia de Colón y el interior del país. El periodista Arquímedes Fernández, director del Diario la Hora, decía al respecto en un editorial que: ‘El sepelio del estudiante mártir José Manuel Araúz, constituyó uno de los actos más significativos que se hayan registrado jamás en la vida nacional panameña’.
La indiferencia del Gobierno de no aceptar responsabilidades y en eximir de culpa a la Comandancia, trajo consigo nuevas manifestaciones, que se produjeron el jueves 22 de mayo. Estas protestas serían igualmente reprimidas, pero con la diferencia de que en esta ocasión la Guardia colocó francotiradores y un mayor número de policías armados que acabaron con la vida de ocho panameños, entre estudiantes y civiles, que no aparecen en los textos oficiales de historia de Panamá y responden a los nombres de: Rolando Jiménez (del Instituto Nacional), Belarmina de León, Osvaldo Campbell, Lucio Paz (Artes y Oficios), Manuel de Gracia (estudiante), Héctor Eloy Gómez, Eduardo Girón de cinco años de edad y Miguel A. Batista Jr. (estudiante). El Gobierno ese mismo día, de forma apresurada, expidió el Decreto No. 1, suspendiendo las garantías constitucionales por un término hasta de 30 días.
Lo acontecido era una muestra más de la intolerancia que los distintos Gobiernos oligárquicos tenían desde hacía décadas en contra de las manifestaciones populares. Los gobernantes, en vez de dar respuestas a los problemas nacionales decidían refugiarse en los fusiles de Guardia Nacional y provocar baños de sangre como los que se dieron aquel mes de mayo de 1958.
Producto de la crisis, el rector de la Universidad de Panamá, Jaime de la Guardia, se propone como mediador. Su acción dio a la luz el denominado ‘Pacto de La Colina’, firmado el 29 de mayo. En este acuerdo se concluía entre otros puntos, que: el Gobierno atendería la situación educativa del país. Una de las denuncias que se presentaban en esa época consistía en que el presupuesto del Estado priorizaba en atender las necesidades de los cuarteles en detrimento de la educación pública, por ello, la consigna de los estudiantes era ‘Más escuelas, menos cuarteles’; se debían liberar todos los detenidos; los comandantes de la Guardia Nacional cesarían sus funciones al culminar el período presidencial, cada cuatro años. El alto mando permanecía casi siempre en sus cargos en distintos Gobiernos. Los presidentes no se atrevían a removerlos ante el temor de un golpe de Estado, como sucedió con el presidente Daniel Chanis en 1949.
Lo registrado en la Gesta de mayo de 1958, que no debemos olvidarlo, constituyó la causa y el efecto de un movimiento estudiantil consolidado, que venía en desarrollo desde la década del cuarenta con el surgimiento de la FEP y el Frente Patriótico de la Juventud, que escribieron páginas heroicas en la historia panameña, como la de 1947, en rechazo del Convenio Filós-Hines.