En mi casa fue el fraude
El domingo 7 de junio de 1987, no fue un día cualquiera. Panamá despertó de su letargo dominical, con la portada del diario la Prensa: ‘En mi casa se hizo el final del fraude’.
Eran las confesiones de Roberto Díaz Herrera acerca del resultado electoral que había despojado en 1984, a Arnulfo Arias, de la Presidencia; ese día Díaz Herrera prendió el abanico. Todo lo que la oposición venía reprochando al régimen durante años, ahora salía de la boca de uno de sus principales miembros: ‘Puedo ofrecer detalles’ sobre mi propia casa y ‘en otro lugar del Golf’, donde se fraguó la innoble tarea, admitió el hasta entonces amigo de la cúpula militar. Ese día sucumbió la leyenda de que los panameños protestan de lunes a viernes; a tempranas horas de la mañana, ya se escuchaban las protestas en Radio Mundial y KW Continente; y ese mismo domingo el Partido Panameñista manifestó que la cúpula militar debía ‘salir del poder por constituir un desprestigio del pueblo panameño.’
Comenzaba una nueva guerra de mil días en Panamá. Entre el 7 de junio de 1987 y el 20 de diciembre de 1989, la tempestad política no amainó. Antes de eso, sin embargo, la crisis se venía agravando desde el fraude de 1984, el asesinato de Spadafora, y una serie de revelaciones disparadas desde medios de prensa norteamericanos, contra Noriega. Ante eso Arias reaccionaba. El 15 de junio de 1986 lamentaba el ‘escarnio a la dignidad nacional.’ Miguel Antonio Bernal recuerda que él y Arias, entre otros, confluyeron en la necesidad de una ‘resistencia civil.’ Y así fue. Estalló el 7 de junio, y ya el 8, Arnulfo reclamaba la Presidencia que había ganado. También alzó un llamado para que el pueblo exigiera ‘por todos los medios disponibles, la destitución del Comandante del Instituto Armado cuyo periodo de jubilación venció’.
El 9 de junio, el pueblo se había derramado en las calles atendiendo al llamado de concentración en la Vía España, para esperar al Dr. Arias. La idea era manifestarse frente al Tribunal Electoral. Se producen violentos enfrentamientos entre los manifestantes y los antimotines de las Fuerzas de Defensa; entre cortinas de humo, levantadas por las bombas lacrimógenas, el pueblo resiste colocando barricadas en las calles. Ese día el Dr. Arias declaró: ‘Voy a ir a la Presidencia a sacar a esos salvajes.
Las Fuerzas de Defensa son como yo. Pueden morir en cualquier momento’. Jorge Gamboa Arosemena, recuerda haberlo conocido por esos días. Fue en la calle cuando el Partido Acción Popular (PAPO) salió liderado por el Doctor Carlos Iván Zúñiga. Gamboa y otros copartidarios, protestaban cuando Arnulfo apareció frente al edifico AVESA. Venía en un 4 x 4, con sus guardaespaldas. ‘Allí en la calle nos acercamos y saludamos a Arnulfo’, rememora. Luego sobrevino el ataque de los uniformados, y Arnulfo ya con casi 86 años se retiró, no sin antes encomendarle al Dr. Zúñiga: ‘¡Tome la bandera y lidere este movimiento aquí en la calle para exigir la democracia!’ El 9 de junio se crea la Cruzada Civilista, y el 14, Arnulfo desafía las amenazas militares y acude a una concurrida misa en Don Bosco. El 1 de julio ‘denuncia que ha recibido amenazas de muerte por parte de las Fuerzas de Defensa’, el 19 ‘elementos paramilitares’ disparan con ametralladoras contra su residencia, el 24 desfiló por Calle 50, y entre el 13 y 15 de agosto, presidió movimientos de masas de su partido que le tributaron honores y reconocimientos. Este hombre octogenario, aún contaba con energías el 22 de agosto, cuando asistió a la Vía España para saludar a una marcha de mujeres. Su rebeldía no halló descanso: los días 8 y 10 de septiembre apoyó otras grandes manifestaciones, el 13 honró la memoria del asesinato del Dr. Spadafora, el 15 del apoyó a periodistas amordazados y asistió a las honras fúnebres del mártir Carlos Efraín Guzmán. Exigirle un mayor ritmo era un abuso. Pero él no cesaba.
Probablemente por ello, ya en diciembre de 1987, quebrantos de salud y compromisos políticos internacionales lo obligaron a viajar a EU, donde desplegó una gran gestión diplomática en favor de la causa panameña. Su último pronunciamiento político, enviado desde Miami, el 29 de abril de 1988, fue la reiteración de una salida democrática a la crisis nacional, mediante el reconocimiento de los resultados electorales de 1984 y el retiro de la cúpula militar. Arnulfo muere el 10 de agosto de 1988. Su participación en la lucha civilista demuestra que mantuvo su firmeza hasta el final. Pero toda la secuencia de hechos en los que participó desde el estallido de la crisis en 1987, demuestra que mantenía su ánimo y su convicción, firmes. Incluso se cuenta que aquella noche de 1987, cuando su casa fue blanco de un atentado con disparos, el viejo Arnulfo, en lo que dura un guiño, brincó como impulsado por resortes, para responder sin dobleces. Antonio Domínguez lo recuerda: ‘Se hicieron unos disparos y yo vi a Arnulfo salir con un revolver’. Miguel Antonio Bernal también estaba allí. El no recuerda haber visto un revolver pero sí, que el Dr. Arias lo reclamó con insistencia y desesperación: ‘¡Dónde está mi pistolita!’, exigió sin parar, esa noche, el todavía sorprendente Arnulfo Arias.
La Estrella de Panamá