24 Oct
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Emilia De la Ossa Escobar nació en Panamá un 1 de mayo de 1850 y murió el 17 de diciembre de 1938. Fue la hija de Manuela de Escobar de De la Ossa y nieta de Ramona de Arce Escobar.

En su temprana adolescencia era ya una hermosa joven que aparentaba más años de los que tenía. Emilia, La Chola, como la llamaban, era hermana de María De la Ossa, de Manuela De la Ossa (La Tita), y de Jerónimo de la Ossa. Fue educada en un hogar de rígidas costumbres, donde imperaba el criterio de los mayores, a los cuales se les guardaba gran respeto. María de la Ossa fue posteriormente esposa del doctor Manuel Amador Guerrero, primer presidente de la república; y por ella misma paso a la historia como figura clave de gesta separatista de 1903

Pero, ¿qué tiene de especial esta dama para que la ubiquemos como eslabón importante en la historia de Panamá? Acaso, que fue poeta o escritora? La suya fue una época donde los atributos intelectuales de las féminas, especialmente las que tenían recursos, debían dirigirse a actividades específicas como estudiar piano, música, bordados, zurcidos y costura fina para embellecer sus ajuares matrimoniales y sus prendas de vestir, las cuales eran realzadas con bordados y marcados con letras o nombres, confeccionadas con telas de hilo y algodones que venían de tierras lejanas. Y sobre todo, debían adoptar la actitud que eternizara Neruda del "me gustas cuando callas porque estás como ausente... “.

Nuestro istmo entonces, una estrecha franja de vegetación exuberante, un territorio húmedo y pantanoso donde proliferaban animales salvajes, los mosquitos, el paludismo y la fiebre amarilla. En Europa se cimentaban los principios contenidos en el código napoleónico…En California, la fiebre del oro se había desatado… Los esclavos en Norteamérica, explotados y torturados, iban a ser prontamente liberados por Lincoln.

Las mujeres del mundo en esa época vestían largas faldas y las peripatéticas al bailar el can can mostraban ropas íntimas largas y llenas de encajes. En Panamá las cosas no eran diferentes y las jóvenes de familias respetables no podían asomar sus rostros a los balcones de ningún edificio. Era una afrenta a la sociedad, castigadas muy severamente por la familia de la infractora.

Con motivo de la llegada de un velero de considerable tamaño, de la escuela de la marina inglesa, la familia Escobar De la Ossa se reunió para ver pasar el desfiles de los oficiales ingleses, cuyo recorrido culminaría dándole la vuelta al continente por el sur, pues el Canal de Panamá no existía para ese tiempo y mucho menos la República. Era el Istmo como parte de la Gran Colombia con Ecuador, Venezuela. Colombia y Panamá.

Esa mañana del desfile, llegaron varias primas: entre ellas, Angélica De La Ossa (Mamilla) y las Espinosas. Es en este momento, con el arribar de la parentela que Emilia reflexiva se da cuenta que los varones, aun los menores de edad, podían no sólo asomarse al balcón sino permanecer en él para ver y ser vistos, mientras que ella, sus hermanas y sus primas se tenían que esconder detrás de las puertas.

Estos ventanales tenían la virtud de permitir ver hacia afuera sin ser visto, a través de las celosías en la parte superior de las ventanas, bastaba sólo con mover un dispositivo vertical.

El descontento y la rebeldía fueron adueñándose del corazón y los pensamientos de Emilia, frente a una injusta tradición morisca heredada a todos los hombres del nuevo continente por los conquistadores españoles. Acaso las mujeres eran objetos sin valor que debían ocultarse? ¿Seres que no merecían ser vistos?

Sin perder el tiempo llamó a sus hermanas y primas y les hablo de lo injusto y humillante que era para ellas no ver el desfile de los ingleses que pasaría precisamente por la Calle 5ta donde ella vivía y por el Parque de la Catedral. Argumentando en torno al tema, les propuso que se colocaran detrás de las puertas, tal como exigían sus padres y demás familiares, y que permanecieran escondidas; sería ella la que diera la señal convenida, para que en el preciso momento del paso del desfile, levantaran los picaportes de las puertas y salieran todas juntas al balcón donde pudieran ser vistas por los jóvenes ingleses. Así lo hicieron y fue tal el estrépito y el revuelo que provocaron que lograran que los oficiales volvieran sus ojos hacia esa casa. Las jovencitas, luego de esta hazaña, fueron reprendidas y amonestadas severamente.

Con su acción de rebeldía, Emilia De La Ossa Escobar marcaba una tendencia hacia un esfuerzo de reconocimiento que otras panameñas, años más tarde, ahondarían para hacerse notar en una sociedad que las invisibilizaba. Pero, además ese gesto permitió que el oficial inglés Henri Edwin Lefevre viera a Emilia, que destacaba de entre todas las jóvenes, por su singular belleza. Esa noche hubo un baile en honor al capitán y a los oficiales ingleses. Por su acción temeraria durante el desfile, Emilia había sido castigada y no fue sino hasta muy tarde que se le permitió asistir al baile en compañía de su hermano Jerónimo De La Ossa. Sir Henri Lefevre, quien había permanecido durante la primera parte del baile en una esquina, solo y sin bailar, tan pronto vio a Emilia De la Ossa, sólo tuvo ojos para la castigada instigadora y con ella bailó toda la noche. El oficial Lefevre, atrapado por cupido, se enteró de que Emilia estaba comprometida con un distinguido y noble francés de apellido Sablon. Esa noche Lefevre le prometió a Emilia que haría lo imposible para regresar a Panamá a casarse con ella. Cumpliendo esta promesa, al llegar el navío a puerto norteamericano él desembarcó como los demás, sin embargo inmediatamente se enroló en la armada americana, sin ninguna dificultad, pues en ese momento la Guerra de Secesión estaba en su apogeo, por lo que se necesitaban voluntarios. Aprovechando estas circunstancias, el oficial inglés se reclutó como originario de New Jersey, cuando en realidad era oriundo de las Islas de Jersey en el Canal de La mancha, una dependencia de la Corona Británica.

En una carta que envió Lefevre a Emilia, por vía marítima, le notificó sus acciones y la puso en antecedentes de cual era su asignación y a qué regimiento pertenecía. Pero pasados tres meses sin noticias de él, y ante la insistencia de Emilia, la familia De La Ossa acudió al cónsul americano quien tras complejas investigaciones solo recibió un escueto comunicado al tenor siguiente: "Henry Edwin Lefevre, missing person", (persona desaparecida).

La familia decidió obligar a Emilia no posponer más su matrimonio con monsieur Sablon. Quince días antes de celebrarse este matrimonio regresó Lefevre, y como en un cuento de hadas con final feliz, Henry Edwin Lefevre y Emilia De La Ossa Escobar se casaron, tuvieron muchos hijos, de los cuales sólo siete sobrevivieron: Edwin, Ana Luisa, Ernesto Enrique, José Edgardo (Joe), Ramona y Elena. Los que murieron lo hicieron a consecuencia de las picaduras de mosquitos, terrible plaga propia de Panamá en esa época, y que años más tarde casi lleva al traste a la construcción del Canal de Panamá.

Cuando Lefevre murió, a los cincuenta años, dejó en una difícil situación económica a Emilia y a sus hijos, es en ese momento que Emilia decide dedicarse a la escritura. Consciente estaba que por su género no iba a recibir oportunidades para publicar, por lo que decidió tomar un seudónimo masculino. Apoyada además por su hijo Edwin Lefevre De La Ossa, periodista de renombre en Los Estados Unidos, ella logró por un tiempo ganar lo suficiente para salir adelante con la educación de sus hijos, aunque en ese tiempo solo quedaban a su cuidado Ramona y Elena, a las cuales ella había mandado a estudiar fuera del país. En esa época la educación en Panamá era muy limitada, sólo existía la Escuela Francesa, para la elite, que era dirigida por una congregación de Monjas, ubicada en Calle 4ta y donde solo se impartía la educación primaria.

La oportunidad que tuvieron sus hijas de que pudieran estudiar en el extranjero, les abrieron muchas puertas, no sólo para ellas, sino también para muchas otras panameñas que vinieron después, y que pudieron estudiar sin esconderse, lo que les permitió asumir responsabilidades en diferentes disciplinas, en cargos públicos y privados, hasta llegar a ocupar altas posiciones.

¡Emilia De La Ossa Escobar rompió las cadenas de la ignorancia!

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