11 Jun
11Jun

El trágico fin de una vida llena de intrigas

Al calor del crimen de Remón, un batallón de policías se dirigió a la casa de Arnulfo Arias para “acabar con él”…Esas eran las órdenes …

El 2 de enero de 1955, a las 9 de la noche, mientras el cuerpo del presidente de la República José Antonio Remón yacía en el piso del palco presidencial del hipódromo “Juan Franco”, con la camisa ensangrentada y sin pantalones, el mayor Timoteo Meléndez ordenaba a un grupo de subalternos dirigirse hacia la casa de Arnulfo Arias y ‘acabar con él’.

Siguiendo las instrucciones de su jefe, un pelotón de guardias comandados por el teniente Ruiloba y armados con ametralladoras se subió a uno de los vehículos de patrulla estacionados en el “Juan Franco”. Pocos minutos después, tocaban fuertemente la puerta de entrada de la casa de Arias, en la Avenida Balboa.

Salió a recibirlos el diputado Luis Eduardo Guizado, concuñado de Arias, quien informó que este se encontraba fuera de la ciudad.

‘Su aspecto y modales delataban que estaban más que dispuestos a ultimar al doctor Arias’, relató, días más tarde, el diputado a su hermano José Ramón Guizado, quien asumió la presidencia de la República, en sustitución de Remón.

¿Qué razones tendría Meléndez para dar órdenes de disparar en un momento como ese? ¿Sospechaba que Arias había participado en el crimen y necesitaba descargar su ira en un desesperado ‘ojo por ojo y diente por diente‘?

En su libro, “El extraño asesinato del presidente Remón”, Guizado se pregunta: ¿Qué habría sucedido si el teniente Ruiloba encuentra al doctor Arias en casa esa noche y lo hiere mortalmente? ¿Se habría resuelto este caso allí mismo?

LOS ENEMIGOS DE REMÓN

Dos horas después del asesinato, circulaban rumores en la ciudad de Panamá de que el doctor Arnulfo Arias había planeado el magnicidio. Muchos, efectivamente, lo creyeron responsable, conocedores de su histórica enemistad, que incluía también a su hermano Harmodio. Pero no eran los únicos que le guardaban cuentas a Remón.

Durante los últimos quince años, el coronel José Antonio Remón Cantera había participado activamente en todas las intrigas que se tejían en el enmarañado ambiente de la política panameña.

Remón había creado la primera fuerza armada profesional del país, su ‘ejército privado’, decía Harmodio Arias. Había quitado y puesto presidentes a su antojo. Obstaculizó la creación de nuevos partidos políticos y ‘amarró’ permanentemente a su favor los partidos integrantes de la Coalición Patriótica Nacional (CPN).

En aquellos últimos meses antes de su muerte, el mundillo político local permanecía en vilo, esperando si se decidía o no a correr por un nuevo periodo presidencial. Aunque la Constitución no lo permitía, se daba por seguro de que si lo deseaba, nada podría detenerlo.

DE NIÑO POBRE A HOMBRE FUERTE

El sexto hijo de una viuda sin fortuna, Remón había logrado a través de la milicia, su aguda inteligencia y su olfato político sobresalir en uno de los periodos más oscuros de la democracia panameña. Una carrera como esa no se hacía sin cultivar grandes enemistades en el camino.

En las elecciones de 1940, siendo un capitán de la Policía Nacional de 33 años, se estrenó en la política sucia, acuerpando al candidato preferido por el presidente Juan Demóstenes Arosemena, Arnulfo Arias Madrid, en detrimento de su opositor, el prestigioso abogado Ricardo J. Alfaro.

Durante la campaña, la Policía persiguió a los alfaristas; deshizo sus manifestaciones a punta de toletes y creó un ambiente de violencia que logró amedrentar a Alfaro, quien, temiendo por su vida, renunció a su candidatura y se autoexiló en Estados Unidos, dejando a Arias como único aspirante a la Presidencia.

A pesar de la ayuda recibida por el cuerpo policial, Arnulfo era Arnulfo. Si no confiaba en los uniformados, muchos menos en Remón, quien ya había tenido problemas en años anteriores con su hermano Harmodio. Pocos días después de asumir la Presidencia, enviaba al capitán Remón lejos del país, a Estados Unidos, supuestamente a unos ‘cursillos de perfeccionamiento’.

Muchos sostienen que, desde la distancia, Remón urdió, en conjunto con las fuerzas armadas americanas, los planes para derrocar al presidente, un año después. Cierto o no, 16 días pasada la caída del “doctor”, que víajó a Cuba sin pedir permiso de la Asamblea, Remón fue llamado de regreso por el presidente Ricardo de la Guardia, y nombrado segundo comandante del cuerpo armado, solo por debajo de Rogelio Fábrega. Tenía apenas 34 años y su ascenso había sido ‘meteórico’.

ASCENSO DE REMON

Para entonces había iniciado ya la Segunda Guerra Mundial. El presidente Franklin Roosevelt inauguraba una nueva política para lidiar con los países latinoamericanos, buscando distanciarse del “big stick” que tanto descontento había creado entre sus vecinos del sur.

Bajo la consigna del “Buen vecino”, Roosevelt intentaba respetar la soberanía de los países y al mismo tiempo defender el continente de la amenaza de Hitler. La fórmula fue fortalecer a los ejércitos nacionales, a través de La Ley de Préstamos y Arriendos, que permitía vender armamento bélico a bajo precio.

Con la ayuda norteamericana y de un presupuesto institucional cada vez mayor, Remón inició la profesionalización del cuerpo policial panameño, históricamente débil, hasta convertirlo en una verdadera fuerza paramilitar y con gran capacidad represora.

Entre 1942 y febrero de 1947, cuando fue nombrado Primer Comandante de la Policía, Remón se encargó personalmente de dotar al cuerpo castrense de disciplina y estructura y de ‘mantener a los muchachos bien motivados’.

ELECCIONES DE 1948

En las elecciones de mayo de 1948, Remón y la Policía Nacional nuevamente se involucraron en la política partidista, apoyando un escandaloso fraude que favoreció la candidatura del septuagenario Domingo Díaz Arosemena en detrimento del ahora opositor Arnulfo Arias.

Después de un año, en el que se desarticuló un supuesto complot en su contra (por el que fueron apresados, ¿quién si no? Harmodio Arias, su hijo Tito y Arnulfo) moría Diaz, conocido por la oposición como “el usurpador”. Le correspondía sucederlo al vicepresidente, el doctor Daniel Chanis.

El gobierno de Chanis no tuvo un momento de tranquilidad.

En noviembre de 1949, los medios de comunicación opuestos al gobierno (entre ellos los de la familia Arias Madrid) iniciaron una campaña de denuncia de los “grandes negociados” de los comandantes de la Policía Nacional, Remón y su segundo comandante, Bolívar Vallarino, quienes supuestamente garantizaban el monopolio de amigos y socios en el negocio de la carne, las rutas de autobuses, cantinas, casinos y otros vicios del bajo mundo.

El escándalo era mayúsculo. Después de ordenar una investigación, el 19 de noviembre, el presidente Chanis destituyó al Comandante Remón. Pero este, en lugar de acatar la orden, le dio un ultimátum al presidente: Si no renunciaba antes de las 3:30 de la mañana, lanzaría un ataque contra el Palacio presidencial.

Chanis renunció, pero el segundo vicepresidente, Roberto Chiari Remón (primo del comandante), no aceptó la Presidencia. Entonces, dueño absoluto de la situación, Remón decidió hacer un “recuento de los votos” emitidos en las elecciones de 1948, que todavía se guardaban en la bóveda del Banco Nacional.

Se descubrió entonces ‘un error’ en el conteo. A finales de mes, ya la Asamblea Nacional reconocía el triunfo del hasta entonces enemigo político, Arnulfo Arias. El 29 de noviembre, Panamá tenía nuevo presidente.

Pero no por mucho tiempo. Arias no se dejó amedrentar por la fuerza de Remón y compitió con él por el poder real. Si la Policía Nacional era fiel a su comandante, el tendría su propia Policía Secreta, completamente a su servicio.

Eran tiempos difíciles. Arnulfo sentía que la Constitución le daba poco margen de maniobra y decidió imponer nuevamente la Carta Magna de 1941, redactada bajo su primer mandato. Esta fue la gota que colmó el vaso: le ganó la antipatía de la ciudadanía, que un año después de su toma de posesión, organizaba protestas y revueltas, con el apoyo de la Policía Nacional.

Según relata Iván A. Ricord (El Remonismo en Panamá), el 10 de mayo de 1951, columnas de la Policía al mando de Timoteo Meléndez asaltaron las dos plazas fuertes del Presidente Arias; el Palacio Presidencial y el Cuartel de la Policía Secreta, para liquidar su corto mandato. Arias fue encarcelado durante nueve meses, juzgado e “inhabilitado a perpetuidad para ejercer cargo público alguno”.

REMÓN PRESIDENTE

Ya controlados la mayoría de sus enemigos, el 30 de otubre de 1951, con un pleno dominio del país, el coronel Remón se separó de la Comandancia para correr como candidato presidencial, respaldado por un cuerpo policial con “acentuado espíritu de lealtad hacia su jefe supremo” (Ricord).

Con el apoyo de la Coalición Patriótica Nacional, Remón ganó las elecciones con un 55% de los votos.

Su presidencia fue considerada progresista: modernizó la agricultura y la economía rural y fomentó industrias complementarias.

En el plano social, promovió la igualdad racial y mejores oportunidades para los afropanameños. En el plano internacional, negoció el Tratado Remón-Eisenhower, que buscaba mejores condiciones para los panameños que trabajaban en la Zona del Canal, el mayor empleador del Istmo.

Se dice que uno de los requisitos que le impuso el presidente Eisenhower para la aprobación del tratado fue fortalecer la lucha contra el tráfico de drogas a través de Panamá. Supuestamente, esta política lo llevó a detener, en 1954, un gran cargamento de whisky (que ocultaba heroína), propiedad del mafioso estadounidense Lucky Luciano.

En 1954, varios allegados le hicieron saber que se planeaba asesinarlo, sin embargo, él no lo creyó, considerando siempre que había hecho un buen gobierno.

De acuerdo con un resumen de la historia de Panamá que reposa en el “Library of Congress”, las teorías sobre el asesinato de Remón se resumen básicamente a tres posibles autorías conspiratorias: la de Lucky Luciano, a través de su matón a sueldo Irving Lipstein; la de un grupo de oficiales disidentes de la Guardia Nacional (Timoteo Meléndez, entre ellos) y las dos familias Arias.

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