El Parque de Los Aburridos
Centro de entretenimiento y anécdotas, es un pequeño espacio ubicado en el barrio de El Chorrillo, en las cercanías de la calle que divide este corregimiento con el de Santa Ana. Este conocido lugar es el punto de reunión de decenas de panameños, en su mayoría personas de la tercera edad, quienes se dedican al juego de dominó a su mejor nivel, y a manera de distracción. El sitio ha servido de inspiración a artistas como Rubén Blades y Willie Colón, quienes en su álbum de 1981, donde surgieron éxitos como Madame Kalalú, Ligia Elena, El Telefonito, Tiburón, entre otros, lo denominaron "Al solar de los aburridos", en homenaje a este humilde lugar.
“Aquí quedamos los valientes”, cuenta con un dejo de orgullo y con el pecho inflado Demetrio Valencia Torres mientras mira el juego de dominó de la mesa de Martine, un señor al que la edad no le quita lo peleón y que no teme a la hora de defender las cosas en las que cree. “Jugar dominó es una tradición de antaño en este lugar. Antes, en el tiempo de la dictadura, nadie robaba... las mujeres se dormían en la plaza y se despertaban con todo”.
Es domingo. Sopla una cálida brisa en el popular Parque de los Aburridos y, en una esquina, un hombre vestido con un sombrero Panamá vende cigarrillos y pañuelos. A su lado, uno de esos viejos radios que ya casi no se ven, porque le han dado paso a nuevas tecnologías, ameniza el ambiente con ritmos típicamente panameños.
Un tablero negro, en el centro de la plaza, anuncia los ganadores de la lotería y de cuando en vez alguna persona se acerca a ver si esta vez tuvo suerte.
Hay ocho bancas distribuidas a lo largo del parque y, en ellas, distintos personajes: unos sentados esperando, otros leyendo y algunos observando los clásicos -pero nunca aburridos- juegos de dominó.
Aquí hay leyes preestablecidas, pero no de esas que controlan los gobiernos. Son leyes más sutiles, pero no por eso menos importantes: se juega dominó siempre que se pueda, son bienvenidos nuevos participantes, no hay edad ni muy joven ni muy vieja, y el que trae la mesa tiene el derecho de recibir de los participantes 10 centavos por juego.
Tito Pinto llega ya empezada la partida. Él juega desde hace 20 años. Era comerciante, pero ahora está jubilado y llega al parque casi todos los días.
“El dominó es pura matemática”, explica Evelio, que rondando sus 20 es el jugador más joven: “a cada uno le tocan siete fichas y es por mano, nos turnamos para empezar”.
En medio de risas siempre hay cabida para asuntos serios. En un dos por tres la conversación adquiere un tono sombrío. “Hay balas todas las noches”, comenta un señor que prefirió mantenerse en el anonimato, porque, según él, “salir en el periódico es peligroso”.
Eso sí, comenta: “aquí en el parque nunca ha pasado nada, gracias a Dios”.
“Ni para arriba ni para abajo”, advierte Evelio, que empezó a jugar desde pequeño en su casa y decidió aventurarse al parque para mejorar su técnica. “Mientras yo esté aquí no les van a robar”, asegura.
Las risas, manotazos y agitadas discusiones políticas sugieren que quizá haya que reevaluar el nombre del Parque de los Aburridos: porque estos hombres más alegres no pueden estar... y el aburrimiento no existe.