14 May
14May

El padre Nicolas Van Kleef nunca habría imaginado que luego de haber venido de tan lejos, iba a terminar sus días en tierras chiricanas en una forma tan abrupta y trágica.

El sacerdote era muy querido por la comunidad de Santa Marta, de Bugaba, donde oficiaba al momento de su muerte

Nicolas Johannes Van Kleef Filcz nació en Holanda, el 18 de abril de 1937.

Ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1963, vino a América como parte de su labor pastoral. Por algún tiempo estuvo en Guatemala y en 1965 se trasladó a Panamá. Aquí formó parte de las Diócesis de Veraguas y Chiriquí. Pertenecía a la Congregación de la Misión (Padres Paulinos, de San Vicente de Paúl).

Casi al inicio de su misión pastoral en Panamá, el padre Van Kleef sufrió un accidente automovilístico en la provincia de Veraguas que le costó la movilidad de sus piernas. Ello lo obligó a utilizar desde entonces una silla de ruedas.

Sin embargo, aquello nunca fue una razón que afectara sus muchas actividades pastorales y comunitarias. El vehículo en que solía movilizarse el sacerdote, un sedán Toyota Cressida, estaba adaptado con un sistema mecánico que le permitía a él mismo manejarlo.

LA TRAGEDIA

Mayo de 1989.

El ambiente del país estaba tenso. El régimen de Manuel Antonio Noriega había accedido a la celebración de elecciones generales.

Sin embargo, había un gran escepticismo acerca de que el régimen fuese a respetar el resultado de esos comicios. La presión internacional, y en especial de Estados Unidos, sobre el régimen acrecentaba la tensión. De fracasar las elecciones, el escenario se perfilaba incierto, amenazante.

Según reseña el informe de la Comisión de la Verdad, el padre Nicolas recorría en automóvil las calles de su comunidad aquella mañana del domingo 7 de mayo.

A bordo del Toyota Cressida con placa No. 4-6894 iba un muchacho, Isaac González, de 16 años. Llevaba un altoparlante a través del cual invitaba a la población a participar de la misa dominical.

El día anterior, otro sacerdote de la misma parroquia había ido al cuartel a consultar si se podía celebrar la misa, debido a que era día de elecciones. En el cuartel habían contestado que sí.

No obstante, aquella mañana, mientras avanzaba por el pueblo, Van Kleef fue abordado por el soldado Olmedo Espinosa Espinosa, de 18 años, quien le ordenó detener el vehículo.

Espinosa le dijo al cura que el jefe encargado del destacamento en ese momento, el subteniente Rigoberto Rivera Carrillo, quería hablar con él.

Al parecer, Rivera Carrillo escuchó los altoparlantes y le ordenó a Espinosa ir a averiguar quién estaba utilizándolos, pues estaba prohibido hacerlo el día de los comicios. El jefe militar le habría ordenado al soldado traer al “infractor” al cuartel.

Van Kleef accedió, pero le pidió al uniformado que entre tanto le permitiera seguir anunciando la misa. Espinosa se subió al vehículo y se sentó en el asiento detrás del conductor. El joven soldado portaba un fusil AK-47.

El sacerdote avanzó por el pueblo y giró el vehículo a mano izquierda en un cruce de calles. El soldado Espinosa le ordenó que virara a mano derecha.

“Vamos a coger por otra calle para llegar al cuartel”, le explicó Van Kleef. El soldado, al parecer, se sintió contrariado.

Entonces montó su fusil, le quitó el seguro y apuntó al religioso.

Espinosa parece haber interpretado en la actitud del cura un desafío. Ya llegando al cuartel decidió bajarse abruptamente del vehículo en marcha. “¡Hey, aguanta!”, le dijo a Van Kleef, mientras trataba de abrir la puerta del carro. En la maniobra, se prudujo un disparo, que hirió mortalmente al sacerdote en el lado derecho de su rostro.

El cura fue llevado por los propios uniformados hasta el hospital regional Rafael Hernández, de David. Allí llegó inconsciente y fue atendido y operado de urgencia.

Los médicos hicieron todo por salvarle la vida, pero fue inútil. Aproximadamente a las 10:00 de la mañana del 8 de mayo de 1989, un día después de recibir el disparo, el padre Nico, como cariñosamente le llamaban, falleció.

La muerte del sacerdote causó impacto, estupor y repudio, y fue uno de los incidentes más graves ocurridos durante los tensos comicios de 1989, cuyo resultado no tardaría en ser anulado por el régimen, allanando así el camino para la invasión militar estadounidense en diciembre de ese año.

EL PROCESO

El 6 de julio de 1990 la fiscalía Primera Superior del Tercer Distrito Judicial abrió causa criminal contra Espinosa y señaló como posibles encubridores a funcionarios de las Fuerzas de Defensa, la Fuerza Pública y el Ministerio Público, como los militares Nivaldo Madriñán, Luis A. Del Cid, Rafael Cano, Eliécer Ramos Chavarría, Octavio Samudio, Rigoberto Rivera, el ex procurador Carlos Augusto Villalaz y la ex fiscal Gisela Vega. El tribunal Superior del Tercer Distrito Judicial sobreseyó después provisionalmente a los posibles encubridores.

El 6 de junio de 1991, el tribunal superior del Tercer Distrito Judicial abrió causa criminal contra Espinosa. La audiencia se inició el 16 de junio de 1992 y el jurado de conciencia declaró al imputado culpable. La sentencia del 30 de diciembre de 1992 condenó a Espinosa a 16 años de cárcel e inhabilitación de funciones. La Corte Suprema de Justicia la confirmó el 22 de julio de 1994.

LIBERTAD Y PERDÓN

El 28 de noviembre de 1999, el coordinador de la Comunidad Vicentina en Panamá, Gregory Gay, pidió, a través de una carta al entonces ministro de Gobierno y Justicia, Winston Spadafora, que se considerara un perdón presidencial o una libertad condicional a Espinosa y que, de no ser posible, se le permitiera permanecer en la cárcel de David por la cercanía a sus familiares, con un permiso laboral o de estudio.

´´Desde la muerte del padre Nico, nosotros como comunidad misionera hemos perdonado a Olmedo su pecado, motivados por nuestra fe´´, decía la nota, ya que ´´él admite su culpa de haber matado al padre Van Kleef sin premeditación y muestra arrepentimiento´´, decía la carta.

El lunes 5 de junio de 2000, 366 reos recibieron libertad condicional, al haber cumplido las dos terceras partes de sus condenas y haber observado buen comportamiento, tal como lo prevé la ley. Entre los beneficiados estaba el soldado Olmedo Espinosa Espinosa.

RECUERDO

Todos los años, fieles y sacerdotes caminan desde la iglesia de la Inmaculada Concepción, en Bugaba, hasta Santa Marta, donde yacen los restos del sacerdote holandés.

LAS DENUNCIAS DE LA IGLESIA

En 1989, la Iglesia católica denunció los abusos del régimen militar. Un documento de la Conferencia Episcopal daba cuenta de que el 9 de mayo de 1989, la residencia del arzobispo de Panamá, Marcos Gregorio McGrath, había sido rodeada “por fuerzas militares y paramilitares”.

Condenaba también la golpiza sufrida por los candidatos de la alianza opositora, Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford, el 10 de mayo en Santa Ana y la anulación de las elecciones.

“Pero todo ello alcanzó su punto culminante en el homicidio del padre Nicolas Van Kleef. Es una prueba palpable del desprecio por la vida y la persona humana a que se está llegando en ciertas instancias y de la irresponsabilidad con que se entregan armas a quienes no tienen la capacidad o el discernimiento para su uso”, decían los obispos.

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