El doble fusilamiento del general Victoriano Lorenzo.
El general Victoriano Lorenzo Troya fue fusilado el 15 de mayo de 1903 en la plaza Las Bóvedas, frente al cuartel de sus enemigos del Batallón Colombia. A pesar de que la paz fue firmada el 21 de noviembre de 1902. Luego de una brillante campaña militar bajo las órdenes de Belisario Porras.
Lorenzo era el líder de una corriente del liberalismo popular, que luchó en la Guerra de los Mil Días levantando la consigna de “Pan y Tierra”, banderas políticas muy distintas a la de los bandos en pugna. La valentía de Lorenzo y su especial forma de luchar: la guerra de guerrillas, fueron un factor importante en la victoria de los Liberales en el Istmo de Panamá. Por eso fue ascendido a General por sus méritos en combate. Después de que Los Estados Unidos intervinieron a favor de los derrotados conservadores, dándoles ametralladoras, las cuales hicieron posible la victoria del ejército conservador en la Batalla del Puente de Calidonia, un sector de los Liberales urbanos fue obligado a negociar.
Pero el otro sector, después de la derrota, fue reorganizado por Victoriano Lorenzo y muy pronto, desde su campamento de La Negrita dirigía 14 frentes guerrilleros que controlaban el interior del país hasta Coclé del Norte. Esto era así porque Lorenzo no acepta las negociaciones, porque en ellas no se hablaba ni de pan, ni de tierra y por eso lanza la consigna histórica de su lucha “la pelea es peleando” y se reinicia una guerra distinta a la guerra civil colombiana, una guerra por los intereses del pueblo, que no eran tomados en cuenta en la negociación del Wisconsin, donde se ponía fin a la guerra para dar origen a un pacto secreto oligárquico-imperialista, donde se utilizaba la acumulación histórica de las luchas independentistas de la nación panameña, para salvaguardar los intereses norteamericanos en la construcción del Canal de Panamá.
El aguerrido Lorenzo derrotó una y otra vez a sus oponentes militares, porque él y la noche eran una sola sombra. Desde su campamento en las montañas de Coclé, La Negrita el primer guerrillero de América volvió a extender la guerra en todo el territorio. Ende la liquidación de Lorenzo, era entonces vital para los intereses de los Estados Unidos y de la oligarquía que pactaba, pues su jefe político, Belisario Porras estaba en el exilio y como Victoriano Lorenzo dirigía la lucha, no se podía pactar con él.
En su libro Panamá en le Guerra de los Mil Días el Doctor Humberto E. Ricord nos cuenta como las autoridades de Penonomé envían a Leandra del Rosario Gutiérrez al campamento de La Negrita para envenenar a Victoriano Lorenzo. Leandra prepara una gallina adobada, pero los espías de Lorenzo lo habían puesto sobre aviso y éste le da la gallina a los perros, lo cuales mueren en el acto. La azotan y la dejan en libertad. La muerte de la envenenadora Leandra fue uno de los crímenes achacados a Lorenzo durante el juicio.
Entonces aparecieron los traidores y como es fama Lorenzo fue traicionado y entregado a las autoridades colombianas, bajo las acusaciones de bandolerismo y saqueo, de asesinatos y violaciones. Era necesario desprestigiar al soldado invicto antes de asesinarlo. Porque era una necesidad política.
En un juicio militar donde los acusadores y defensores eran los mismos fue condenado a muerte. Nadie creía en la culpabilidad de Lorenzo. Las intenciones políticas del juicio habían fracasado; era totalmente impopular el fusilamiento. El 15 de mayo de 1903 salió de la prisión en la mañana, según narra un testigo y la gente estaba protestando. En la tarde fue llevado al paredón improvisado frente al cuartel del Batallón Colombia. Desde Bogotá llegó un telegrama del gobierno conservador donde se ordenaba que Victoriano Lorenzo no fuera fusilado. Pero la oligarquía aceleró el fusilamiento.
Como en la mañana había pueblo protestando, al mediodía vino la turba conservadora agitada por Francisco de La Ossa, cuñado de Manuel Amador Guerrero, quien llamaba a los Chanis, a los De la Guardia, a los Arias, a los Arosemena, a los Díaz, a los de Obaldía, Boyd, Lefevre, etc, para que llevaran su gente a neutralizar las protestas por el fusilamiento. Este grupo fue denunciado en 1904 por Belisario Porras, como la camándula de la traición. De La Ossa según la testigo “subía y bajaba Las Bóvedas gritando: Vengan a ver morir a un perro”. De la Ossa, tuvo éxito pues, incluso las escuelas católicas enviaron a sus estudiantes a ver el fusilamiento. Como dice Laurencio Conte Jaén en su libro Recuerdos de la guerra civil de los mil días
Llegaron los cachacos (p 31) La hermana Sor Concepción maestra del grado superior de le escuela San Felipe los envía a la Plaza Chiriquí para que estén presentes a la hora en que van a ajusticiar a Victoriano Lorenzo. La testigo del fusilamiento dice que a pesar de los estropicios e insultos de la vociferante turba “Él estaba allí todo callado y no decía nada vendado y esperando. Lorenzo indignado les grito: Soy inocente aquí y ante Dios, y lo que van a hacer conmigo es un crimen.” “Entonces– sigue diciendo la mujer entrevistada en El Boletín Liberación de mayo de 1903-dijeron: Es un bandido y agregaron toda clases de insultos.Entonces él dijo: quítenme las vendas que quiero ver a mis enemigos…le quitaron las vendas y él dijo: Todavía creen que soy culpable y todos gritaban sí bandido…asaltante prepárate que vas a morir por traicionero y le hicieron la primera descarga. Quedó arrodillado pero no murió…Entonces dijo: quiero al padre para confesarme, para decirle mi delito.”
Entre los sacerdotes presentes estaba Fray Bernardino García de la Concepción, capellán del Batallón Colombia, encargado a su vez de la iglesia San José. Llegó a Panamá el 16 de abril de 1899. Fue quien asistió a Victoriano Lorenzo desde la 9:30 a m, hasta la 4: 30, de la tarde, cuando es llevado a fusilar. Dos días después del crimen, envió una carta al diario conservador La Estrella de Panamá, defendiendo la memoria de Victoriano Lorenzo, pues la ola de difamación argüía que la entereza de Victoriano Lorenzo ante la muerte se debía a que estaba borracho. El fraile lo desmiente categóricamente. El 20 de Diciembre de 1903 Fray Bernardino es quien bendice la nueva bandera panameña. En 1910 vuelve a España. El 20 de julio de 1936, a los tres días del alzamiento militar que dio origen a la guerra civil española, cayó en manos de los milicianos republicanos: tenía 64 años. Pero muy pronto pudo refugiarse en la embajada panameña, en la que le alcanzó la muerte el día 6 ó 7 de enero de 1937. Murió en la sede diplomática del país que había visto nacer y en cuyo futuro creyó siempre. Escribió Ángel MARTÍNEZ CUESTA, historiador general de la Orden de Agustinos Recoletos. Fray Bernardino fue el primer asilado político en morir en la sede diplomática de Panamá.
Y también estaba el mismísimo Francisco Javier Junguito el Obispo del Departamento de Panamá, el primado de Indias: quien había tenido problemas con Victoriano, tras su designación como obispo. Sucede que Francisco Javier Junguito decidió nombrar al gobernador de indígenas realizando elecciones. El cura párroco de Coclé hizo fraude a favor de Santos Martínez, contrario al candidato de Lorenzo. Hubo trifulca y nuevas elecciones, las cuales ganó Venancio Agrajez, en el cual se apoyó Lorenzo para no pagar tributos a la Iglesia Católica. También pesaba en la mente de Junguito la necesidad de achacar a Victoriano Lorenzo el asesinato del padre Albino Ruso, cura de la Pintada, quien fue asesinado por su propio cobrador de diezmos, el auxiliar y comisionista de la Iglesia, Camilo Ortiz. ( Ricord. Op.cit p, 154). Albino Ruso gracias a los diezmos se había convertido en un gran terrateniente y Camilo Ortiz debía llevarle los diezmos cobrados a su finca la Luisa. Y como tenía mucho tiempo en no llevar lo recaudado en el impuesto del diezmo, El padre Albino Ruso amenazó con excomulgarlo durante una misa. Todo esto pesaba en la mente de Francisco Javier Junguito cuando se acercaba a Victoriano mal herido, pero pesaba sobre todo los acuerdos del Concilio Plenario de América Latina celebrado en 1899, donde se hacía una legislación especial para la iglesia latinoamericana, donde los liberales eran considerados seres diabólicos.
En su título II artículos 104, 105 y 107 condenaban al liberalismo “Por desconocer por completo la soberanía de Dios. Por proponer una filosofía moral que llaman independiente”. De esta manera Francisco Javier Junguito no solo le daba legitimidad política al crimen, sino que actuaba usando toda la parafernalia de la fe contra los liberales. El Obispo legitimó el primer acto diplomático del flamante gobierno de la nueva república, haciendo ver que la iglesia católica y el Vaticano apoyaban al nuevo gobierno. De esta manera Monseñor Francisco Javier Junguito asistió a la recepción organizada por el enviado especial del gobierno de los Estados Unidos, el filibustero W.I Buchanan, para legitimar a la nueva república. Junguito celebró un Te Deum, en la Catedral “en acción de gracias al todopoderoso por el advenimiento de la nueva república”; ¿Qué ganaba Monseñor Francisco Javier Junguito? Nada menos neutralizar las tendencias anticatólicas del nuevo gobierno, para que en la Constitución de 1904 se dijera que la religión oficial de la nueva república era la religión católica, además de esto recibió ayuda económica para catequizar a los indios levantiscos y montaraces.
Sin embargo, la historia defraudó a Junguito, “los cementerios fueron declarados laicos; se impuso la enseñanza laica; se declaró la separación de la Iglesia y el Estado; no se reconoció el Concordato celebrado por la Santa Sede con la República de Colombia en 1887 para indemnizar a la Iglesia; se repudió la obligación de pagar a la Diócesis la deuda contraída por el Gobierno Colombiano, en restitución de los bienes de que fue despojada y que pasaron a manos de particulares, quienes e actualmente las poseen, se prohibió la asistencia oficial de las escuelas a los actos religiosos; se declaró el matrimonio civil obligatorio; se estableció el divorcio legal”. Era como si los liberales que creyó derrotados con el fusilamiento del general Lorenzo hubiesen ganado la guerra y cobrasen venganza. Como es fama Monseñor Juguito murió de la frustración.
¿Qué pasaba en la mente de Monseñor Junguito cuando se aproximó lentamente al moribundo Victoriano Lorenzo? Quizás que ¿ya iban quedando atrás las tribulaciones de la guerra de los 1,129 días? O ¿Por qué este indio de (/&%%$## no se murio en la primera descarga de tiros ? sobre todo Junguito se acercó con la intención de lograr de Victoriano una confesión de su crimen para legitimar el fusilamiento del general de los pobres. La multitud que antes pedía sangre guardaba silencio. Victoriano fusilado la primera vez, pedía un padre para confesarle su delito. Ahora sí tenían pruebas por confesión de la culpabilidad y se detendrían las protestas populares.
Pero Victoriano se burlaba y convertía su muerte en un acto de protesta política. Francisco Javier Junguito cuando llega donde Victoriano (sigue diciendo nuestra testigo) le dijo: “hijo mío, todavía con vida, arrepiéntete”. Implícitamente Junguito consideraba culpable a Victoriano. “Arrepiéntete” ¿sólo se puede arrepentir uno de las culpas no? Pero Lorenzo no confesó nada, ni se arrepintió de nada, frustrando las expectativas de Junguito. Lo que hizo fue reafirmar su inocencia.
“Padre soy inocente aquí y ante Dios, sé que es un error que están cometiendo conmigo, pero así lo quiere Dios, que se cumpla su voluntad”. Lorenzo quien profesaba una fe individual, creía en las fuerzas de la naturaleza y en los poderes animistas, se quitó un resguardo porque teniéndolo, según su fe sincrética, no podían matarlo. Se lo dio al padre diciendo. “Tenga usted, este es mi compañero en todo momento”. De esta manera al quitarse su amuleto, ahora si podían matarlo. Por eso Victoriano Lorenzo fue fusilado dos veces. Entonces dice nuestra testigo: “Lo confesó, le echó agua bendita y le dijo: Hijo tenga fe, usted es inocente y se va a salvar”. Esto era una ironía. Victoriano moribundo no tenía esperanza de salvación por eso esas palabras estaban cargadas de cierto sarcasmo. “Bueno padre ya estoy listo”; entonces el padre se retiró e hizo una señal y dieron una voz para disparar la otra descarga y ahí sí cayó. Quedó en el suelo votando sangre. Entonces vieron que sí estaba muerto y lo dejaron ahí en el suelo… Entre las 9 y las 11 de la noche tocaron corneta para que todo el mundo cerrara las puertas y no vieran dónde iba el cholo. El lugar exacto donde lo enterraron nadie lo conoce, algunos dicen que fue allí en el cementerio Amador sin nombre para que nadie lo supiera”.
Los traidores liberales y conservadores, tras haber fusilado Victoriano todavía le tenían miedo. Después del fusilamiento Francisco de la Ossa, el hermano de María Ossa de Amador, según cuenta la testigo “con las manos hacia atrás” murmuraba como si se le hubiera trabado el subconsciente “vengan a ver como muere un perro”. Como si sospechara que Victoriano no estaba muerto. Finalmente se calló cuando el doctor Manuel Amador Guerrero, su cuñado, inspeccionó el cadáver del General Victoriano Lorenzo para certificar su muerte. Después subieron el cuerpo a una carreta de cargar hierba usada para alimentar los caballos del Batallón Colombia, la cual se puede ver en las fotos, y se lo llevaron para enterrarlo en una fosa desconocida hasta hoy. Cuándo a la testigo le preguntaron sobre el mérito de los próceres contestó. “Para mí no tienen, ninguno, porque ellos sabían que desde Bogotá habían mandado un cable que decía que suspendieran la ejecución y la guardaron y al día siguiente después de muerto lo sacaron”.