14 May
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En 1917, la situación de las ciudades de Panamá y Colón era angustiosa. A los padecimientos de pobreza y desarraigo que se arrastraban desde la Guerra de los Mil Días, se añadía ahora el drama de los miles de obreros abandonados a su suerte, tras la terminación de las obras de construcción del Canal de Panamá.

Lo más duro era la condición de los inmigrantes antillanos que no quisieron o no pudieron regresar a sus hogares y que vivían hacinados en viejos caserones de inquilinato de madera, propensos a los incendios, mal alimentados, azotados por enfermedades gastrointestinales, por la tuberculosis y pulmonía.

LA IDEA

Doña Matilde de Obarrio Vallarino de Mallet, nacida en 1872, concibió la idea de establecer una rama local de la Cruz Roja en Panamá en 1916, tras una conversación con el coronel Deane C. Howard, jefe de Salud de la Zona del Canal, quien le propuso que trabajasen juntos para promover el bienestar de los menos afortunados.

Lady Mallet era la persona ideal para llevar adelante un proyecto que, como este, requería de la concertación de voluntades, organización, entrega desinteresada y un alto grado de confianza pública.

‘Matilde Mallet es, probablemente, la mujer que ha gozado de mayor prestigio en este país', sostiene Guevara Mann, quien destaca de ella no solo la raigambre familiar, sino su esmerada educación, su dominio de varios idiomas, su personalidad atrayente y las amplias conexiones que cultivó a raiz de su matrimonio con Sir Claude Coventry Mallet, embajador del Reino Unido en Panamá y Costa Rica.

Ella estaba muy sensibilizada con la difícil situación de los obreros antillanos, súbditos del Imperio Británico, ya que su esposo tenía entre sus obligaciones rendir informes periódicos de la situación política, social y económica del país. De acuerdo con los hallazgos de Guevara Mann, en las cartas a sus superiores, el diplomático no solo hacía referencias a los asuntos políticos del país, sino que relataba las condiciones que sufrían los más humildes, el alto costo de la vida, los frecuentes abusos de las autoridades, y los desafíos sanitarios.

En 1900, tras la sangrienta batalla del Puente de Calidonia, de la Guerra de los Mil Días, Mallet, entonces cónsul del Reino Unido y ya casado con doña Matilde, había organizado una ambulancia para recoger a muertos y heridos, lo que, de acuerdo con Guevara Mann, pudo haber sido la primera actividad realizada en Panamá bajo el emblema de la Cruz Roja.

Además, Lady Matilde llevaba interiormente su deseo de participar en actividades humanitarias, como una forma de agradecer la salud de su hijo George, quien se había recuperado inesperadamente de una enfermedad muy grave.

MOVILIZACIÓN

El 13 de enero de 1916, acompañada de Ricardo J. Alfaro, de Louise Brakemeier, directora de la Escuela de Enfermería de Panamá y otras figuras de prestigio, Lady Mallet visitó al presidente Ramón Maximiliano Valdés para pedir apoyo para su plan.

El presidente comprendió en seguida las ventajas de la propuesta y envió a la Asamblea el proyecto de ley para constituir esa ong en el país, el cual ya estaba aprobado a finales de febrero.

La ley No. 40 fue refrendada el 1 de marzo de 1917, creando la ‘Cruz Roja Nacional de la República de Panamá'.

Según el artículo 2, su misión era ‘atender y cuidar de los enfermos o los heridos en casos de siniestros públicos o epidemias que pudiesen afligir a la Nación'.

El presidente también donó el palacete conocido como El Hatillo, de La Exposición, como local para las oficinas.

UN AÑO DE GESTIÓN

Doña Matilde se mantuvo al frente de la organización durante un año, periodo en el cual logró establecer numerosas alianzas, solicitó y administró donaciones, y puso a trabajar a profesionales de la salud y otros voluntarios a favor de los necesitados.

En el informe de primer año de gestión, Lady Mallet detalló los no pocos logros de la organización: 11 mil visitas de instrucción higiénica a domicilio; tratamiento médico a 654 niños; examen minucioso del estado de salud a 14 mil más; auxilio a 286 familias y visitas a domicilio a 690; la instalación de una clínica de tuberculosis, donde se examinaron 296 enfermos y medicaron 275.

Por razones personales, tras ese primer aniversario, Lady Mallet prefirió entregar la presidencia a Eusebio A. Morales.

CONCLUSIONES

‘Ninguna ONG tiene hoy influencia garantizada—ni siquiera la Cruz Roja, la más venerable de las ONGs', comentó', en su charla Guevara Mann, citando al Dr. Charnovitz. De acuerdo con el catedrático, ‘la influencia de estas organizaciones tiene que ganarse a diario a partir de la coherencia entre propósitos y actuaciones, la rendición de cuentas, la gobernabilidad democrática y la transparencia'.

En este contexto, nos invita a reflexionar sobre ‘el liderazgo de una mujer comprometida con sus ideales, agradecida, que puso su autoridad moral y sus abundantes conexiones al servicio de la Cruz Roja'.

‘Ella abrió caminos a la participación femenina en la vida pública en un momento en que la mayoría de las mujeres estaban constreñidas al ámbito doméstico', prosigue. Guevara Man

De hecho, dice, entre los 35 organizaciones de la Cruz Roja fundadas en el continente, solo cinco de ellas fueron lideradas por una mujer.

Tras escuchar la exitosa conferencia, estoy segura de que más de uno de nosotros los concurrentes repetiremos como Guevara, en momentos de necesidad: ‘Lady Mallet. Lady Mallet, inspíranos‘.

Cien años después de que Lady Matilde Obarrio de Mallet solicitara al fotógrafo Carlos Endara capturar una serie de imágenes alusivas a la fundación de la Cruz Roja Panameña (1917), los veinticinco retratos tomados por el lente del maestro ecuatoriano resultan un aporte valiosísimo para la comprensión de la sociedad panameña de principios del siglo XX.

Las fotografías, propiedad de los coleccionistas Ricardo López Arias y Mario Lewis Morgan, fueron expuestas en el Museo de Arte Contemporáneo, en conmemoración del primer centenario de la organización humanitaria en el país.

A mediados de marzo, mientras montaban la exhibición, la abogada voluntaria de la Cruz Roja Olga de Obaldía y su curadora, Adrianne Samos, se sorprendieron ante el cúmulo de historias que iban apareciendo ante sus ojos en las ampliaciones de gran formato hechas especialmente para la muestra.

Los cabellos perfectamente acicalados, los vestidos de hilo bien planchados, la impecable cofia de algunas de las damas más encumbradas de la sociedad panameña, entre ellas, Mallet, esposa del embajador de Gran Bretaña; Enriqueta Morales, hija de Eusebio A. Morales y Alicia Castro, esposa de Belisario Porras, daban idea de su situación económica privilegiada.

Posando junto a ellas, en los salones del edificio del nuevo barrio de la Exposición, prestado a la Cruz Roja por el presidente Ramón M. Valdés, aparecían políticos y estadistas del más alto nivel que ha producido el país: Belisario Porras, Ricard J. Alfaro, Eusebio Morales, el doctor Ciro Urriola.

No menos llamativas eran las figuras de decenas de mujeres campesinas acompañadas de sus hijos, mal alimentados, con rostros tristes, apagados, ropas deslucidas y actitudes sumisas que revelan el dolor y las malas condiciones de vida.

‘Fue claro para nosotras que no se trataba solamente de un evento de caridad; teníamos ante nuestros ojos a algunas de las primeras mujeres que se aventuraban fuera del ámbito hogareño para participar como protagonistas de actividades de interés colectivo', comentó a La Estrella de Panama Olga de Obaldía.

La abogada recuerda que a medida que iban descubriendo nuevos detalles -el vómito de un niño, ropas llenas de huecos, personajes misteriosos, incluso mascotas- se fue suscitando alrededor de las fotografías una animada conversación sobre el nuevo espacio de encuentro que se abría para esos dos mundos opuestos.

Esta charla las convenció de la necesidad de organizar un conversatorio sobre los comienzos de la participación de la mujer en la vida pública del país.

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