11 Jun
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El 9 de junio de 1971 desapareció el sacerdote Héctor Gallego, después de ser secuestrado por agentes del G-2 (brutalidad militar) de la Guardia Nacional. Gallego era muy conocido por su labor social desarrollada entre el campesinado de Santa Fe (provincial panameña de Veraguas).

Jesús Héctor Gallego Herrera (Salgar, Antioquia, Colombia, 7 de enero de 1938 - Santa Fe, Veraguas, Panamá, 9 de junio de 1971), conocido simplemente como Héctor Gallego, fue un sacerdote católico y misionero colombiano que desarrolló su misión pastoral en Panamá, específicamente en el distrito de Santa Fe de Veraguas. Fue acusado de comunista por los terratenientes del área y por el Gobierno Militar de esa época, ya que emprendió proyectos sociales y organizó a la población pobre de la zona en sindicatos y en cooperativas de consumo con el fin de dignificar el trabajo campesino, porque en ese tiempo eran sometidos y explotados por las familias de poder.

Fue detenido y secuestrado por la Guardia Nacional la noche del 9 de junio de 1971 durante la dictadura militar de Omar Torrijos Herrera. Actualmente se encuentra desaparecido.
¿Y por qué un seminarista colombiano escoge su interés por Panamá?

A los 27 años se entera por medio de un compañero de clases, llamado Plinio Mojica, panameño que en la Diócesis a la que pertenecía, fundada un año antes, solo habían nueve sacerdotes para atender a 160 000 almas y que algunas parroquias no tenían sacerdotes.

Conoce a monseñor McGrath en Medellín, en 1965, en una reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano del cual era directivo; el seminarista Gallego obtuvo permiso para hablar con monseñor McGrath, y expresarle su deseo de trabajar con él en su Diócesis en Veraguas. Con estas explicaciones a los colombianos cuando hay oportunidad, todos concluyen: ‘¿Y qué han hecho los sucesivos Gobiernos de Colombia, desde su secuestro, en todos estos años para encontrarlo?’. Hasta donde sé, nada.

Se cumplen cuarenta y siete años desde su secuestro en Santa Fe, Veraguas. Un breve análisis desde el secuestro de Héctor Gallego hasta que fueron encontrados seis restos en fosas comunes en el Cuartel de Los Pumas de Tocumen el 21 de diciembre de 2000 donde fueron identificados los cuerpos de Heliodoro Portugal y Ever Quintanar, nos lleva a concluir que hay que hacer un análisis de pieza por pieza, de cada uno de los restos, inclusive los de los que fueron identificados.

Restos encontrados en el Cuartel militar Los Pumas de Tocumen el 21/12- 2000. Todo indica que se trata de Hector Gallego. La ropa, una moneda de un centavo en del cincuentenario encontrado en el bolsillo del pantalón que le fue entregado por Diego De Obaldia a Gallego, la venda en la cabeza que se le puso en la cabezay que sirvio de base para la sospecha de que era el sacderdote, por la informacion dada al enlace del Ministerio Publico con la Policia Nacional. Este agente posteriormente aparece "suicidado" en las oficinas de la Fiscalia Auxiliar del Ministerio Publico.

Una pieza clave que puede ayudar a develar este secreto para encontrar los restos de Gallego era Manuel Antonio Noriega. Las pocas veces que se habló del tema de Gallego, fue para dejar entrever que él no fue responsable, y este secreto se fue con él a la tumba.

En el 2012, en un artículo de La Prensa, entre otras cosas señala que: ‘El misionero evangelista Jorge Raschke en diciembre 2011, reveló recientemente que el denominado ‘hombre fuerte de Panamá’ haría una confesión importante sobre este caso, cuando sea el momento preciso’. Melbourne Walker en una carta al padre Guardia decía que ‘Noriega le había dicho que todo el Estado Mayor había decidido sacar a Gallego del país y además dijo que cuando vigiló a Gallego él pasó esa información a los Macho de Monte, comandados por Edilberto Del Cid y Juan González. Otros agregan al Flaco Espinoza. Cosa extraña, pero en el expediente no aparece ninguna investigación de esa carta y resulta lógico preguntarse ¿por qué el fiscal Carlos Augusto Herrera no investigó este importante documento para dar con la verdad?’.

También dice Walker: ‘Gallego fue transportado vivo a Panamá y lo dejaron bajo custodia de unos miembros del G-2 en la casa de Bella Vista que está a un costado del colegio María Inmaculada’. Esta es la famosa ‘Charquita’. ¿Qué tal si algo grave pasó en la Charquita y eso no fue responsabilidad directa de Noriega? Todos los que estaban en la Charquita venían de Chiriqui. Noriega, le dijo algo al padre Leo Mahon: ‘Padre, algún día se va a levantar la piedra y seguro allí estará la culebra, pero no van a poder decir que era Noriega’.

Es tiempo de que Colombia ayude a buscar a un hijo que escogió Santa Fe de Veraguas, donde fue secuestrado y a la fecha no aparece. ¿Por qué Colombia se ha olvidado de Héctor Gallego?

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En noviembre de 1941, explicando los métodos de intimidación que debían usarse contra los opositores, Adolfo Hitler recomendaba que las detenciones se hicieran en la oscuridad de “la noche y la niebla (Decreto Nacht und Nebel, sin dar otra información “que el hecho de la detención”.
La idea era dejar a los familiares y a la población general en la incertidumbre, decía el fuhrer, para lograr “una intimidación efectiva y duradera”.

Por la misma razón —continuaba—, no era aconsejable entregar el cuerpo de la víctima: el lugar del entierro podrá ser utilizado para manifestaciones.

Las prácticas recomendadas por Hitler serían usadas masivamente en las décadas del 70 y 80 por los regímenes militares de América Latina, especialmente en Chile, Argentina y Brasil.

En Panamá, desde 1968.

Entre los años 1968 y 1989, de acuerdo con informes de la Comisión de la Verdad (reporte de 2002) desaparecerieron en el país 187 personas. (número probable de víctimas)
Floyd Britton fue asesinado en Coiba, en 1969. Rubén Miró y Heliodoro Portugal, en 1970…

En 1971, le tocaría el turno al sacerdote colombiano Héctor Gallego, detenido, según varios testigos, el miércoles 9 de junio, a las 11 de la noche, en la población de Santa Fe, provincia de Veraguas, por dos personas que se identificaron como agentes de la Guardia Nacional.

El padre Gallego

El secuestro de Gallego fue denunciado por el campesino Jacinto Peña, testigo de los hechos, a las 6 de la mañana de día siguiente en Santiago de Veraguas.

Poco más tarde, el obispo de la diócesis de Santiago, Martín Legarra, acusaba abiertamente de la desaparición a los poderosos del área, a quienes la labor del sacerdote colombiano causaba ronchas.

El Plan Veraguas

El trabajo de Gallego en los campos de Veraguas estaba enmarcado dentro de un plan elaborado por la Iglesia Católica, llamado Plan Veraguas, inspirado en un catolicismo progresista y la Teología de la Liberación, que promulgaba por un crecimiento no solo espiritual, sino también económico y político.

Pero eran los tiempos de la Guerra Fría y la labor de la Iglesia chocaría no solo con los intereses de los terratenientes del área, sino con unas estructuras de poder atemorizadas con cualquier desafío al orden social establecido en la era de la expansión del comunismo.

“Un padre comunista”

El padre Héctor Gallego, nacido en Colombia en 1938, había llegado a Panamá en el año 1967.

Santa Fe era entonces un área de difícil acceso y una de las más pobres del país. De acuerdo con las estadísticas de la Iglesia, más del 50% de los campesinos de más de 10 años era analfabeta; 87.5% de viviendas tenían piso de tierra; el 80.4% de la población carecía de agua potable; el 91.9% no tenía energía eléctrica; el 50% de la niñez sufría de malnutrición y había una alta tasa de mortalidad por enfermedades infecciosas y parasitarias y tuberculosis en todas sus formas.
El padre Héctor fue enviado a trabajar a Santa Fe, una de las zonas más pobres del país
El modo de vida de la población no había cambiado mucho desde la época colonial, cuando se instalaron allí un grupo de familias (los Castrellón, los Hernández, los Palacio, los Ábrego o los Vernaza Herrera, parientes del entonces ‘hombre fuerte’ Omar Torrijos Herrera), clanes que llegaron a adquirir el control de las tierras y del comercio local.

El padre Gallego o sencillamente Héctor, como se hacía llamar entre los pobres de la zona, organizó sindicatos y cooperativas de consumo e indujo a los campesinos a creer que podían ser dueños de su destino a través del trabajo colectivo y el apoyo mutuo entre los de su clase.

Roces con los poderosos

Gallego no tardó en tener conflictos con los terratenientes, especialmente con el comerciante Alvaro Vernaza Herrera, quien hizo que lo encarcelaran en julio de 1970, por un oscuro hecho ocurrido en las elecciones de 1968.

El sacerdote fue liberado por intermediación del arzobispo Marcos Gregorio McGrath, quien lo solicitó a Torrijos. Este aceptó con la condición de entrevistarse con él para convencerlo de que las cooperativas y demás actividades fueran asumidas por el gobierno.

En el encuentro sostenido el 3 de julio de 1970, Torrijos prometió ayudarlo con una reforma agraria y apoyo económico.

Pero, a pesar de las promesas y el supuesto respaldo, la intimidación continuó: a finales de mayo de 1971, apenas dos semanas antes de su desaparición, el rancho donde vivía Gallego fue incendiado por dos sujetos.

Monseñor Martín Legarra

A principios de junio de 1971, el sacerdote viajó a la ciudad para participar en un curso sacerdotal, momento en el que fue llamado a la emisora católica Radio Hogar, donde el viernes 4 de mayo se le hizo una entrevista.

Hablando al aire en la emisora, Gallego arremetió contra los grandes comerciantes y terratenientes de la región y señaló que la orientación del movimiento social y político que se estaba gestando en Santa Fe tenía que irradiarse a todo el país.

“Las personas se respetan mucho más. Hay más comunicación; es un ambiente más humano, más optimista, en el sentido de que está más orientado a realizar esta fuerza nueva que se está descubriendo, que es la fuerza de la comunidad.”

“Santa Fe, realmente yo no puedo imaginármelo solo. Un movimiento aislado no puede ir a ningún lado. Cuando hablamos de cambio, nos referimos al sistema”-

Desaparición

Tras la desaparición de Gallego, la Iglesia, y especialmente el obispo Legarra, hicieron esfuerzos para concienciar al país sobre lo ocurrido: todas las sospechas recaían sobre la Guardia Nacional.

El lunes 14 de junio, presionada por la opinión pública, la institución publicaba en la portada del diario La Estrella de Panamá un comunicado firmado por el general de Brigada Omar Torrijos Herrera, en el que se aseguraba que “la Guardia Nacional ha tomado las medidas necesarias y no escatimará ninguna para esclarecer el hecho y hacer que se sancione de manera ejemplar a los culpables”.

Pero el comunicado seguía: “Consideramos este hecho como un intento de quebrantar la paz y la tranquilidad de que disfrutan los panameños y el país en general; impedir el cumplimiento de los programas del gobierno en beneficio de los campesinos, los obreros, los estudiantes, y perjudicar las negociaciones con Estados Unidos, en las cuales hemos planteado que desaparezca el concepto de Zona del Canal, que implica la existencia de un gobierno dentro de otro”.

“La Guardia Nacional ha mantenido la paz y la tranquilidad sin abusos de ninguna clase, pero aclaramos que nuestra capacidad de perdón y acción de convencimiento no deben ser confundidos con debilidad, porque todo aquel que atente, directa o veladamente contra la seguridad del Gobierno o de los asociados, será reprimido con toda la fuerza que requieren las circunstancias”.

El juicio

Las investigaciones oficiales del caso se iniciaron el mismo 10 de junio de 1971, pero se cerraron el 26 de junio de 1973, sin mayor resultado.

El caso volvió a abrirse en 1990, tras la invasión de Estados Unidos.

El 26 de octubre de 1993, un jurado de conciencia condenó a 15 años de prisión por el secuestro y asesinato del religioso a los militares Melbourne Walker, Eugenio Magallón y Nivaldo Madriñán. Fue absuelto Oscar Alberto Agrazal.

“Hay suficientes elementos de convicción para concluir que Jesús Héctor Gallego Herrera fue detenido por la Guardia Nacional y desaparecido mientras se encontraba bajo custodia de ese cuerpo armado”, concluyó la Comisión de la Verdad.

Edilma Gallego, hermana del sacerdote colombiano Héctor Gallego Herrera, rechazó que existiese una conspiración entre el entonces obispo de Veraguas, Marcos Gregorio McGrath, y el comandante de la Guardia Nacional, Omar Torrijos Herrera, para sacarlo del país y así librar al campesinado santafereño de su influencia .

Estas revelaciones fueron vertidas en una entrevista exclusiva que otorgó al periodista Atenógenes Rodríguez, de Telemetro Canal 13, el día 6 de junio 2017.

Edilma, que a la sazón solo contaba con 12 años, dijo que pudo conversar varios años después con monseñor McGrath, quien, ya muy enfermo le aseguró que nunca hubo antipatía de su parte hacia el joven cura, de quien fue su confesor, pues Héctor era un hombre transparente y de una profunda espiritualidad, siempre leal a su Iglesia.

Agregó que tras su desaparición estuvo interesado en traer al país a unos investigadores del extranjero para que averiguaran cuál había sido su paradero, pero los militares no se lo permitieron. Con ello, la hermana de Héctor dijo no darle fe a la versión del mayor (R) José Hilario Trujillo, quien aseguró que McGrath le pedía que le revocaran la visa para que no viniera más a Santa Fe.

Se nos fue la mano

Edilma también contó que en una entrevista realizada por la periodista Julia Elena Alvear, una dama le había confesado al arzobispo McGrath que en una visita a la casa del coronel retirado Roberto Díaz Herrera escuchó cuando el coronel, hablando con alguien por teléfono, afirmaba que con Gallego “se nos fue la mano”, refiriéndose al maltrato inferido al sacerdote, lo cual casi le había causado la muerte.

El tétrico Motor Pool

En 1999, a raíz de que corrían versiones de que habían aparecido restos humanos, y que probablemente eran de Héctor, ella voló a Panamá para investigar su paradero. Fue a visitar al teniente coronel Nivaldo Madriñán, preso en el penal de El Renacer, para conocer el paradero de los restos. Este, al igual que el sargento Melbourne Walker, con quien también conversó, le confesó que los huesos de Gallego estaban enterrados en el área del Motor Pool, en el Cuartel de Tocumen.

Madriñán, que falleció en 2008, le indicó que quienes habían ido a buscar al cura habían sido hombres de la compañía Macho de Monte, comandados por el capitán Heriberto Del Cid y un tal “Flaco” Espinosa. Y que si eso era así, entonces su reclusión era injusta; que debería hacerse una prueba de ADN para corroborar la identidad de los restos. Al final, dijo que dudó de la versión de Madriñán y prefirió esperar y tratar de abordar al mismo Noriega.

Noriega, el más acusado

Dado que ni la Comisión de la Verdad pudo esclarecer la suerte de su hermano, ella acudió al general retirado Rubén Darío Paredes, quien la remitió a Noriega, como sabedor de la verdad, al igual que ya lo había responsabilizado el coronel retirado Roberto Díaz Herrera.

Viendo que no hallaría la verdad más que en el otrora hombre fuerte de Panamá, en ese momento ya detenido, la dama contó que logró conversar en El Renacer con el exgeneral Noriega, sobre el destino final de su desaparecido hermano.

Familia de terratenientes

Durante su diálogo con el dictador, ella insistió en que le dijera la verdad, y el militar le respondió con un interrogante: ¿Acaso el padre Gallego se metió con mi familia? El padre no se metió con mi familia. Él se metió con la familia del general (Torrijos) y con la familia de Díaz Herrera. Esto avivó aún más la llama de curiosidad, ya que eran cabos sueltos que no lograba atar.

Pero esa no sería la primera ni la última vez que vería a Noriega para tratar el tema. Con la mediación de la periodista Julia Elena Alvear, Edilma Gallego volvió a visitar a Noriega en 2015 para intentar que fuera explícito y calmara su sed de verdad.

El viejo exdictador, quebrantado en su salud, le reveló la insistencia de Moisés Torrijos, hermano del extinto general Torrijos, de deshacerse del curita colombiano, a quien acusaba de provocar a sus familiares en Santa Fe, por lo que había que sacarlo del país.

La solución final

En síntesis, Noriega le confesó que el Estado Mayor de la Guardia Nacional tomó la decisión de retirar por la fuerza a Gallego, ante la insistencia de la familia de Torrijos. La orden de traerlo desde Santa Fe a Santiago la dio el entonces mayor Madriñán y la ejecutó Walker. El drama final se suscitó en el trayecto a Santiago, ya que forzarlo a subir al vehículo lo hicieron con tal brutalidad que se golpeó un costado a ser lanzado contra el carro, por lo cual se partió una costilla, la cual le interesó el pulmón izquierdo. Esto, indudablemente, le provocó una hemorragia.

A ello se sumó la terrible golpiza que le propinaron en una casa, lo que le ocasionó la fractura del cráneo hasta dejarlo inconsciente y medio muerto. Edilma asegura que Noriega le reveló que al conocer de este suceso el general Torrijos ordenó traerlo a la capital, pero ya era tarde; Gallego estaba casi muerto, por lo que se ordenó darle un tiro de gracia para evitar mayor sufrimiento.

¿Dónde están sus restos?

Sus restos, finalmente, fueron desaparecidos y su ubicación sigue siendo un misterio hasta el presente, toda vez que los huesos encontrados en el Motor Pool de Tocumen correspondieron al sindicalista Heliodoro Portugal.

Otras versiones más atroces han corrido desde entonces. La más trillada es que se le lanzó al mar desde una avioneta, para no dejar rastros de la brutalidad de la que fue víctima, por una familia de terratenientes que le vieron como una amenaza para sus intereses.

Hasta el día de hoy, los restos del padre Héctor Gallego no han sido oficialmente encontrados.

Tal y como preveía Hitler, su desaparición dejó efectos duraderos entre los panameños, que todavía lo recuerdan, pero especialmente, entre sus familiares.

La hermana del padre, Edilma Gallego, ha pasado la vida entera intentando dar sentido a su desaparición: “¿Qué pasó con Héctor? ¿Lo enterraron allí? ¿Lo enterraron en Cañazas? No, fue en Tocumen. No, lo arrojaron al mar. No, fue en Coiba. Se siente un dolor profundo. Es tan simple como eso, el drama que nunca acaba”....

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