El presidente Marroquín intentó recuperar al Departamento de Panamá, pero era demasiado tarde. Ninguna de las iniciativas diplomáticas ni las amenazas de invasión lograron deshacer la revolución del istmo
Por Mónica Guardia
Negación. Ira. Negociación. Depresión. Aceptación. Son algunas de las emociones que experimentamos los seres humanos tras una pérdida significativa. Una lectura de los diarios colombianos de 1903 y 1904 parece indicar que son las mismas emociones que sufrieron nuestros hermanos colombianos al momento de perder el Departamento de Panamá.
La noticia de la separación tardó seis días en llegar al Caribe colombiano. El cable telegráfico que unía a la ciudad de Colón con Suramérica se había roto. Fue con el arribo a Cartagena del vapor “Orinoco” que los colombianos se enteraron de los hechos. El barco traía a bordo a los derrotados soldados del Batallón Tiradores, a quienes había sido encomendada la misión de sofocar la revuelta.
Negación e ira
En un principio, los colombianos no daban crédito al anuncio. En Barranquilla, un funcionario debió leer la noticia en la plaza y la población de inmediato se encolerizó. Se formó una turba que recorrió las calles de la ciudad a los gritos de “Muerte a los americanos”; “Muerte a los panameños”, señalan los diarios.
La reacción fue aun más apasionada en Bogotá. En el Congreso se lanzaron epítetos contra los senadores que habían rechazado el tratado Herrán Hay; se arrojaron piedras contra el consulado de Estados Unidos.
“Abajo Marroquín”, gritaban los miles de manifestantes que avanzaban por la Carrera 8 para dirigirse al Palacio Presidencial a exigir la renuncia del presidente. Poco después se decretó la ley marcial.
Rumores
En medio de la ansiedad generalizada, la ciudad se mantenía en vilo y surgían los rumores más contradictorios: Colombia estaba lista para declarar la guerra a Estados Unidos; Marroquín se iba al exilio; los departamentos del Cauca y Antioquia preparaban sus propios movimientos secesionistas; Alemania enviaba soldados para apoyar a Colombia en su intento de recuperar el istmo.
Lo que nadie entendía era cómo, apenas tres meses antes, el presidente Marroquín había designado como gobernador del Istmo a José de Obaldía, quien terminó ayudando al movimiento revolucionario pasando información confidencial a su amigo Amador Guerrero. Pero De Obaldía no había engañado a nadie: a principios de año había advertido públicamente que renunciaría a su ciudadanía colombiana para ser solo panameño si se llegaba a rechazar el Tratado Herrán Hay. Aun así, Marroquín lo nombró por insistencia de su hijo.
Situación de fondo
Los errores de Marroquín eran de proporciones mayores. El presidente, nacido en 1827, pertenecía a una familia de “abolengo virreinal” (Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E., 2004). Aunque huérfano a temprana edad, fue educado “en las más rígidas normas de la buena sociedad”.
Para él la política era algo nuevo. Había vivido la mayor parte de su vida como un rico terrateniente con vocación por la literatura y la educación. Fue profesor, fundó una escuela y se hizo conocido por sus novelas costumbristas, sobre todo, por su Tratado de Ortografía Castellana, con el que se educaban los estudiantes de toda Colombia.
Despreciaba a los políticos, a quienes culpaba de todos los males del país, pero a los 70 años cometió el error de dejarse convencer por unos amigos y se unió a la nómina conservadora de Manuel Antonio Sanclemente como vicepresidente. Cuando Sanclemente ganó las elecciones (por un periodo de seis años) y se enfermó, le tocó a Marroquín reemplazarlo.
Pero Sanclemente se recuperó y quiso asumir el puesto. No se lo permitieron. Marroquín terminó participando en un golpe de Estado que lo convirtió en el titular desde el año 1900.
Bajo su gobierno, Colombia sufrió de la horrible Guerra de los Mil Días, tras lo cual quedó al borde de la bancarrota. La decisión del presidente de emitir papel moneda lo que hizo fue agravar la crisis, provocando una de las peores inflaciones de la historia del país.
Negociación
Marroquín apoyó el Tratado Herrán Hay, negociado durante su administración, pero se le culpa de no haber dado suficiente importancia al tema y no haber presionado porque fuera aprobado en el Congreso.
Cuando Panamá declaró su separación de Colombia, el presidente hizo todo lo que pudo para revertir el desenlace.
“Colombia ha sido víctima de una agresión y está en peligro de perder la mejor parte de su territorio, todo por un movimiento de barracas sin ningún arraigo popular”, decía un memorándum enviado por su gobierno al resto de la comunidad latinoamericana, países europeos y al pueblo estadounidense intentando ganar el apoyo para su causa.
“El istmo de Panamá, el más deseado rincón del globo y la más preciosa parte de nuestro territorio, ha sido confiado a Colombia”, decía el comunicado. Para mediados de noviembre, cuando el Tratado Hay Bunau Varilla ya estaba firmado, Marroquín intentó convencer al Congreso de Estados Unidos de no ratificarlo. Para ello envió una carta en la que apelaba a “los principios tradicionales del gobierno americano, opuesto a los movimientos de secesión” y solicitaba a los congresistas “asistirnos a mantener la integridad de nuestro territorio y la represión de la insurrección que no ha sido el resultado de un sentimiento popular”.
“Las tradiciones de esta gran nación, Estados Unidos, como un defensor de los derechos y estandartes de la civilización ante el mundo, siempre ha sido opuesta a la secesión de territorios y al desmembramiento de las naciones. Su negativa a reconocer a los estados confederados durante la guerra civil confirma enfáticamente la aplicación de esta doctrina en momentos críticos”.
Con esta carta, Marroquín intentaba movilizar a la rama Legislativa del gobierno de Estados Unidos en contra del presidente Teodoro Roosevelt, lo que fue considerado una metida de pata en los círculos diplomáticos de Washington.
Diplomacia
El 30 de noviembre llegó a Washington el general Rafael Reyes en misión oficial. A su arribo anunció que Colombia estaba dispuesta a permitir la construcción del canal libre de costo: Estados Unidos no tendría que pagar ningún centavo para construir el Canal de Panamá (al istmo el tratado le asignaba $10 millones). Pero Reyes fue prácticamente ignorado en Washington.
Agresión militar
Para los primeros días de diciembre, se rumoraba en toda Colombia y Sudamérica que Marroquín se preparaba para invadir Panamá. De acuerdo con publicaciones de La Estrella de Panamá, un comando de 400 soldados colombianos había llegado a Cabo Tiburón, en la entrada del río Atrato, cargado de machetes y listo para abrir camino a través de la montaña para las tropas colombianas.
También se anunció que los soldados habían invadido la isla de Pinos, propiedad panameña, al noreste de Tiburón. Mientras, Marroquín hacía los últimos intentos vanos de convencer al gobierno estadounidense de echarse para atrás, cuando ya Panamá había sido reconocida por la mayoría de los países europeos.
“Nosotros podríamos sofocar la rebelión si no hubiera interferencia extranjera. El sentimiento y espíritu nacional de recuperar el istmo es tan fuerte que no tendríamos problema en levantar un ejército el doble del necesario para acabar con la rebelión, un ejército que podría marchar por tierra hacia el istmo. Solo los mal informados niegan esta realidad”, decía Reyes en Washington. Sin embargo, era muy tarde. Los poderes europeos advirtieron a Colombia que no apoyarían una aventura bélica. No solo le temían a Estados Unidos, sino que querían la construcción del canal y este parecía imposible si Panamá continuaba unido a un país como Colombia en el que las guerras civiles parecían interminables.
Los gobiernos latinoamericanos estaban indignados por la osadía del presidente Roosevelt y temían en el futuro ser víctimas de una agresión similar. Marroquín trató de organizar una protesta colectiva, pero ninguno de los países se atrevió a irse contra Estados Unidos.
En 1903, el activo más valioso con que contaba Colombia era la ruta del Canal de Panamá. De haber aprobado el tratado Herrán Hay, habría podido tenerlo todo: un gran territorio, un canal, 10 millones de dólares para saldar la mayor parte de la deuda exterior. Algunos sugieren que incluso habría ingresado pronto al Primer Mundo.
Pero no fue así. Colombia tardó veinte años en conciliarse con la realidad. Finalmente, en abril de 1921, reconoció la existencia de la República de Panamá.