Científicos buscan resucitar la flora del bosque – FÓSIL ISTMEÑO
Un bosque tropical, sepultado por una lava volcánica, pretende reverdecer después de convertirse en piedra hace 18.1 millones de años.
Ese es el escenario que pinta la científica de origen colombiano y especialista en paleobotánica, Liliana Londoño, quien se ha dedicado los últimos dos años a darle forma a la selva que perdimos cuando ni siquiera la especie humana habitaba los confines del planeta.
Muy meticulosamente, Londoño escarba plantas fosilizadas incrustadas en las rocas, rescatadas de los terrenos de la ampliación del Canal de Panamá por equipos de paleontólogos, y depositadas en el laboratorio del Centro Tropical de Paleoecología y Arqueología del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, ubicado en Ancón, muy cerca de la Corte Suprema de Justicia.
Entre la superficie negruzca de algunos de esos 42 fragmentos de rocas, se pueden ver dibujadas las nervaduras de diversas plantas.
Mientras que, de algunas otras, se pueden extraer muestras tal como si se tratara de una fotocopia prehistórica de una hoja chamuscada, pero tan perfectamente preservada que su estructura puede desvelar información valiosa de aquel pasado desconocido hasta ahora por la comunidad científica.
Durante la labor de excavación realizada en la zona canalera, no solo fueron encontrados restos de animales de hace millones de años, esto también colaboró en la formación de la zona de exploración de Pedro Miguel, donde se halló flora fosilizada correspondiente al tiempo geológico llamado Mioceno.
Justamente, el Mioceno despierta gran curiosidad entre los científicos debido a sus altas temperaturas -aún imprecisas-, pero que parecen acercarse al calentamiento global de la actualidad.
En el silencioso laboratorio, moles resquebrajadas están agrupadas en cajas. En un extremo de la mesa, la científica Liliana Londoño se apresta a la tarea de escarbar con pinzas los rastros vegetales de hace 18.1 millones de años.
En cajitas de plástico transparente deposita las hojas intactas o lo que se recupera de ellas. Ha sacado 311 muestras, incluidos 13 frutos convertidos por el paso del tiempo en materia mineral dura. Una de las únicas semillas que ha identificado es la llamada Humiriaceae.
Se estima que las 311 hojas fósiles se derivan en 21 morfotipos, según el tipo de estructura de la especie.
¿Cómo han podido sobrevivir estos restos florales por encima de los de la vida animal?
Explica que estas rocas, 42 fragmentos de 100 kilogramos (kg) cada uno, sufrieron cambios físicos y químicos agresivos que destruyeron elementos que pudieron existir en el entorno como muelas, cuero o huesos de animales, quedando solo segmentos de algunas plantas.
Se trató del periodo geológico denominado Mioceno temprano, en que la temperatura del planeta comenzó a incrementarse por la concentración de dióxido de carbono (CO2).
“Las plantas tuvieron a su favor a las cutículas. Se trata de una cubierta de células muy resistente, capaz de evitar la disecación o el ataque de patógenos. Por ende, las cutículas protegieron a las plantas de esos procesos agresivos, tanto físicos como químicos, y permitieron además que se fosilizaran sin desintegrarse”, distingue Londoño del notable promontorio rocoso.
Con las muestras seleccionadas lo que continúa es su clasificación, pero más adelante con los datos que arrojen sus estructuras celulares, se podrá determinar cuál era la temperatura exacta que experimentó aquel crucial periodo.
“Nosotros queremos estimar esas concentraciones de CO2 para mirar y establecer cuáles eran las temperaturas en el Mioceno.
También tratar de hacer una reconstrucción del ecosistema del bosque que se encontraba en ese entonces para compararlo con el de ahora”, desmenuza el plan la científica graduada en la Universidad de Antioquia (Colombia).
El CO2 es uno de los gases que influyen en el acelerado calentamiento global, por lo que la reconstrucción de ese bosque ficticio podría adelantar a la comunidad científica los cambios que impactarán en la flora en el futuro.
Luego de la clasificación, “buscaremos las especies más parecidas a las existentes en el Mioceno para someterlas a crecer ante intensidades de calor superiores a las actuales”.
“Por ejemplo, si ahora tenemos temperaturas de 400.2 parte por millón (ppm), incrementaríamos a la cifra de 500 ppm”, adelanta Londoño del experimento que dará luces de una posible evolución.
La preocupación que genera el cambio climático ha llevado a los estudiosos a centrarse en medir las consecuencias que incidirán en los bosques tropicales a largo plazo.
“Queremos predecir cómo van a responder [las plantas] ante los futuros cambios que se avecinan”, sentencia Londoño.
EXHIBICIÓN
Por el momento, no se ha determinado si la recreación del bosque tropical de hace 18.1 millones de años, sometido a altas temperaturas, será mostrada al público.
Sin embargo, dos de las réplicas de fósiles separadas por Londoño de aquellas 4.2 toneladas de roca sí son exhibidas actualmente en el Biomuseo.
A Londoño le satisface su trabajo, una labor que reconoce es ejercida en equipo con más profesionales. “Muchas personas pueden creer que un fósil es una piedra insignificante, pero en realidad hay muchos procesos y trabajos detrás de él. Los fósiles nos sorprenden a nosotros mismos cada día”, resume Londoño de la información que reserva para la humanidad cada uno de estos misteriosos ejemplares.