Anotaciones sobre las primeras pinturas y pintores panameños
Los siguientes apuntes se refieren al desarrollo de la pintura en Panamá a través del tiempo y a los pintores nacionales. No obstante, menciono e incluyo a dos extranjeros excepcionales que influyeron y contribuyeron de manera notable al legado histórico en el arte de nuestra nación. Uno es el pintor colombiano Epifanio Garay Caicedo, quien dejó también la huella de su talento en su país. El otro es Carlos Endara. Tenemos entendido que este nunca renunció a su ciudadanía ecuatoriana. Ambos artistas fundaron familias en nuestro suelo y han pertenecido a ellas un presidente de la República, profesionales distinguidos e intelectuales de renombre en generaciones subsiguientes.
Las reflexiones siguientes se basan en las conclusiones del symposium que se organizó en el Club Unión en el año 1995 con el nombre Conversatorio sobre arte y cuyo tema giraba sobre el estatus del arte de la pintura panameña en ese tiempo. Fue la primera reunión, en 50 años, que abordaba formalmente, a manera de análisis, este componente cultural importante de nuestra sociedad.
No se admitió argumentación diferente a que fue una decisión errónea de los panameños permitir que cuando nos independizamos de España en 1821, la República de Colombia se nos uniera, y acceder a que el Gobierno Central de ambas repúblicas se ubicara en Bogotá. En esta ciudad se tomaban las decisiones que implicaban nuestro bienestar, las cuales fueron pobres, mezquinas y escasas.
Obviamente, por estas razones no existieron en la primera mitad del siglo XIX los ambientes adecuados para el desarrollo de la pintura localmente.
Epítome señalando la anterior situación que describo lo pronunció, en una frase, un eminente intelectual de un país vecino que nos visitaba en el año 1842: “El que quiera conocer a Panamá, que se apure porque se acaba”. Tal era el estado ruinoso en que se encontraba el territorio istmeño. En la segunda mitad de este mismo siglo las cosas cambian y comienzan a aparecer pintores notables y se inicia la historia de la pintura panameña. Es la época de la construcción del primer ferrocarril transcontinental del continente americano y también cuando los franceses intentan edificar un canal interoceánico a través de nuestro país.
Y comienzan a aparecer singulares pintores con obras admirables en aquel momento. Dos excelsos artistas se dan a conocer. Uno es Wenceslao de la Guardia Fábrega, cuyo lugar de nacimiento es Santiago de Veraguas, el 11 de abril de 1859. Estudió en Costa Rica, Colombia y Francia. En este último país obtuvo importantes éxitos, como lo fue la admisión al Salón de 1882 de un retrato pintado por él, sitio que permaneció abierto permanentemente para sus obras posteriores. Sus temas se circunscriben a retratos y paisajes principalmente.
El otro es Roberto Lewis, artista que como pintor y educador influye, como nadie, desde los inicios de la República, en dar a conocer el valor de la pintura como arte en la conciencia de los que habitamos en Panamá. Nació el 30 de septiembre de 1874. Desde muy joven viaja a París a estudiar y aprender el oficio de pintor, y rápidamente descuella por aquellos lares, donde es aceptado en la Academia. A esto sumo que logró otras distinciones como pintor. Todo lo anterior llega al conocimiento de sus compatriotas acá en Panamá.
Con la feliz separación finalmente de la República de Panamá de la República de Colombia después de varios intentos, Roberto Lewis regresa a su patria y se le encargan importantes proyectos gubernamentales, que hace con mucho talento y gusto estético extraordinario: proyecta el tema La Aurora en el cielo raso del foyer del Teatro Nacional; las pinturas del Salón Amarillo, el de Los Tamarindos, y retratos de presidentes en el Palacio Presidencial, entre otros. Además, los murales del aula máxima de la Escuela Normal de Santiago, los cuales no terminó. Pintó paisajes, retratos de particulares y elaboró esculturas.
Roberto Lewis estableció la Academia de Arte que más tarde se conoció como la Escuela Nacional de Pintura. Enseñó en la Escuela Artes y Oficios, Instituto Nacional y en la Universidad Nacional de Panamá.
Una identidad importante y sobresaliente a la práctica del arte de la pintura en Panamá, como lo fueron de la Guardia y Lewis, fue Epifanio Garay, que convivió con nosotros por una larga temporada. Se destacó, principalmente, en la técnica del retrato. Fue autor del retrato del obispo Telésforo Paúl, cuadro que todavía supongo se localiza en la Universidad de Panamá. Epifanio Garay, además, fue maestro de numerosos artistas, entre los que se destaca Sebastián Villalaz, artista que sobresalió en Panamá y Centroamérica, y que poseía mucha pericia y dominio del estilo académico. Se observa en sus obras la influencia de la Belle Epoque.
También agrego a Manuel Encarnación Amador, creador de nuestra bandera nacional e hijo de nuestro primer presidente Manuel Amador Guerrero. Nació en Santiago de Veraguas el 25 de marzo de 1869. Excelente en el dibujo, Amador obsequió numerosas obras a la Universidad de Panamá. Y a Carlos Endara, quien por algún tiempo estuvo asociado con Epifanio Garay. Ambos establecieron, en un momento dado, un estudio de pintura y fotografía. Endara acumuló excepcional prestigio como fotógrafo artístico
Los mencionados artistas hasta ahora se les pueden nombrar como los integrantes de la primera generación representativa de la historia de la pintura en Panamá. Una sola figura simboliza lo que llamaríamos la segunda generación. Estamos hablando de Humberto Ivaldi Moscoso. Nació el 24 de diciembre de 1909 y falleció trágicamente el 10 de marzo de 1947. Comenzó como alumno de Roberto Lewis, y por sus atributos e ingenio rápidamente ascendió a asistente del maestro. Posteriormente viajó a Madrid, España, e ingresó a la afamada Escuela San Femando. En este centro de estudios, Benedito y Chicharro fueron dos de sus profesores. De regreso a Panamá ocupó el cargo de director de la Escuela Nacional de Pintura, donde permaneció como tal hasta su fallecimiento. Académico por enseñanzas recibidas, es importante señalar que no se aferró a dicha escuela con rigidez sino más bien se tomó alguna libertad en las composiciones, retratos y paisajes que elaboró. Tenía una gran pericia en la combinación de colores y tonos.
A mediados de década de los años treinta del siglo pasado se observa, de manera notable, en el campo del arte los frutos de las metas que se propusieron nuestros próceres al separarnos de la República de Colombia y que no era otra que promover en nuestros compatriotas el interés por la pintura y la escultura. Eso es así porque más compatriotas deciden estudiar el oficio de pintura y escultura y convertirse en artistas. Aquí comienza lo que llamamos la tercera generación y veremos que sucede desde ese entonces hasta nuestros días. Iniciamos con Juan Manuel Cedeño. Su lugar de nacimiento es La Villa de Los Santos el día 28 de diciembre de 1915 y en el seno de una familia que profesaba las doctrinas liberales. Se inició en la pintura y en el arte con Roberto Lewis y Humberto Ivaldi para viajar posteriormente (1944) a Chicago, Estados Unidos donde permaneció por varios años como estudiante en el Art Institute de esta ciudad. En este centro de estudios se relaciona con algunos artistas que después alcanzan renombre.