Jesús Simmons
No hay nada como la vida del campo, lejos de los tranques y el estrés de una ciudad bulliciosa y contaminada.
Allá ‘onde uno, las mañanas empiezan moliendo el maíz en la máquina —no de motor, sino a la que hay que darle vuelta a la manija— como lo hace la señora Nidia Ortega, en La Raya de Calobre, un hermoso campo de la provincia de Veraguas.
Cuando el maíz está molido, Miguel Cortez, yerno de doña Nidia, corta la leña para el fogón donde se preparará la tortilla sobre una cazuela.
El café no puede faltar en el desayuno de un interiorano, se hace bastante y se guarda en el termo para que esté calientito.
El complemento de esa rica tortilla puede ser un hígado de res encebolla’o, sardina y cuando no hay para más, en la casa de doña Nidia como la de cualquier interiorano no se complican, pues se come lo que hay.
El almuerzo, aunque haya estufa de gas, se prepara en el fogón, pues su sabor es diferente y muchos de los alimentos son sembrados y cosechados por ellos mismos.
Así como ocurre en la casa de Cándido Valdiviezo, esposo de la señora Nidia, donde comen el arroz, los frijoles, ajíes, culantros y otros rubros que siembran.
Sin duda que la vida del campo es muy agradable, y La Raya de Calobre es prueba de esto.
Bañar las reses, sembrar, sus cultivos son algunas de las actividades que realiza la gente del campo.
También con solo caminar unos cuantos minutos se puede disfrutar de hermosos ríos de aguas cristalinas.
No hay duda de que no hay nada como los pueblos del interior con su sencillez, tranquilidad que no ofrecen las grandes ciudades.
Esto es lo que hace que muchas personas, como la señora Nidia Ortega y su familia, no quieran vivir en ninguna otra parte, ya que en su pueblo de La Raya de Calobre tienen lo necesario para vivir felices y sin los problemas que acarrean las ciudades, para ellos no hay nada como el interior del país.
Fuente: periodico Dia a Dia