La confección de molas es la principal actividad de la mujer guna y para muchas familias constituye, si no la única, la más importante fuente de ingresos.
Los gunas son famosos por estas coloridas artesanías que son utilizadas, inicialmente, para la vestimenta de sus mujeres y luego, como producto comercial.
Cosida con la técnica del aplique invertido sobre telas superpuestas de diferentes colores, la mola es adherida a la parte frontal de la blusa que compone la vestimenta de la mujer guna, junto a un envoltorio de tela que actúa como falda. Las molas representan la variada flora y fauna de esta región del país.
Este arte textil milenario ha dado a conocer a los gunas en todo el mundo y se ha convertido en parte inseparable de su identidad. En los últimos años, se ha consolidado como un popular producto de venta en los mercados internacionales.
La Estrella de Panamá conversó con tres representantes de la comarca Guna Yala y todas coincidieron en que su arte es muy solicitado y se ha ganado espacio propio en almacenes de ropa moderna y juvenil.
La mola ya no es solo artesanía, es moda.
Vilma Fernández contó que su único trabajo y la forma de ganarse la vida es elaborando artesanías autóctonas de su región. ‘Yo trabajo la mola, pero no es fácil, a veces demoro dos o tres meses, depende del diseño que se esté elaborando; las molas tradicionales son las que llevan más trabajo’, indicó.
‘A la gente le gusta mucho, pero no sabe todo lo que cuesta trabajarlas; es duro y muchas veces los ojos duelen, ya que tenemos que coser de día y de noche, pero me compensa ver mi trabajo en la ropa de vestir de otros panameños que no son de nuestra raza’, reconoció.
Migdalia Chiari, de la comunidad de Cartí Tupile, también se dedica a la confección de molas, arte del que se siente orgullosa.
Tiene una sociedad con Emelia García, vecina y también artista.
‘Emelia es la encargada de coser todos los diseños que yo dibujo y así podemos avanzar con los trabajos, aunque a veces duramos unos ocho meses cosiendo molas para cuadros. Nos apoyan varias mujeres’, explicó .
‘Los sombreros son la moda, es lo que más se vende ahora en el verano’, acotó Emelia.
EL MERCADO
Dilcia López salió de su tierra comarcal y se instaló en la capital veragüense, donde tiene su taller de diseño y elaboración de molas, prácticamente una empresa distribuidora en donde el trabajo principal se elabora a mano.
‘Lo que hago me gusta mucho. Empecé desde los tres años con la ayuda de mi madre y ahora mi nieta me sigue los pasos’, relata con satisfacción.
La indígena expresó que sus trabajos son muy solicitados, ya que su arte textil involucra diseños originales que a veces se convierte en obra de arte enmarcada, además de adornar sombreros, bolsos, suéteres, blusas, vestidos y cinturones.
Diariamente, recibe entre 4 y 5 clientes que le hacen diferentes pedidos, dijo, al tiempo que aclaró que siempre trata de elaborar un diseño sea exclusivo para cada persona.
PRECIOS
Los precios dependen del arte que se trabaje. Van desde 5, 10, 30, 60 dólares y los más complejos superan los 100 dólares.
Dilcia montó su taller de confección de molas en una barriada de la ciudad de Santiago, en donde ya cumplió doce años, y cuenta que con sus artesanías ha podido educar a sus cuatro hijos.
PROPIEDAD INTELECTUAL
La Ley no.20 del 26 de junio de 2002, del Régimen Especial de Propiedad intelectual sobre los derechos colectivos de los pueblos indígenas, fue creada para la protección y defensa de su identidad cultural y sus conocimientos tradicionales. La mola y todos sus diseños, piezas originales creadas por las artesanas, están amparadas por esa norma.
La Ley también menciona el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indígenas sobre sus instrumentos de trabajo y arte tradicional.