04 Apr
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Volcán Barú, el techo del país, bajo amenaza

El impacto del desarrollo y el turismo toca ahora a otra área protegida del país: el volcán Barú, el punto más alto de Panamá y lugar que provee una buena parte de la carga hídrica del occidente del país.

En febrero pasado, cuando la opinión pública tenía su mirada puesta en la pugna política por el poder legislativo, maquinaria pesada entró al parque, removió terreno, taló árboles y ensanchó parte de la vía, sin estudio de impacto ambiental, y sin consultar a la comunidad.

Ambientalistas de la zona documentaron el hecho e interpusieron una denuncia por supuestos delitos contra el ambiente. Esto ocurre un año después de que se celebrara un acto oficial en las faldas del volcán, donde se anunciaron dos decretos que permiten concesiones “verdes” en áreas protegidas para restaurantes, cafeterías, hospedajes, senderos, canopy, entre otros.

El grito del volcán Barú

La nube de polvo rompe la tranquilidad del bosque. Impregna la cabeza, los brazos, las piernas, los pies; quita la capacidad de respirar, impide ver, inmoviliza; tiñe de gris las hojas de los árboles, espanta a los pájaros, y deja su marca en la piel del caminante.

La nube de polvo en el Parque Nacional Volcán Barú va y viene con el ruido de los motores de los carros todoterreno que recorren los 13 kilómetros de camino para llegar hasta la cima. Allá donde duerme el volcán, donde se pueden tocar el cielo y donde se observa el Pacífico y el Atlántico en los días despejados .

Desde mediados de febrero pasado, cuando las máquinas entraron al parque a “mejorar” el camino, el polvo en el entorno de la reserva natural se incrementó.

No es lo único. En el último mes, la ruta por Boquete para llegar hasta el punto más alto de Panamá ha sufrido importantes transformaciones.
Si uno hace el recorrido desde la entrada del parque (Camiseta) hasta el lugar donde están ubicadas las antenas, advierte terreno removido, piedras sueltas y árboles talados.

El pasado sábado 3 de marzo, grupos ambientalistas de la provincia de Chiriquí, en compañía de estudiantes universitarios, académicos y lugareños, inspeccionaron el área.

Era la respuesta al llamado de alerta que hicieron los senderistas que con frecuencia suben el volcán Barú. Advirtieron que retroexcavadoras estaban en el camino y arrasaban los bosques.

Ese sábado 3 de marzo, los defensores del ambiente llegaron a la zona a las 9:00 de la mañana. Se movilizaban en camionetas 4x4 en las que cargaban pancartas que advertían que el bosque está en peligro. Tomaban fotos, hacían mediciones y examinaban el área con ojos de experto. Cuando alcanzaron el kilómetro 10, se congregaron y en voz alta empezaron a denunciar todo lo que habían visto. Su público: los caminantes exhaustos que en ese momento soñaban con llegar a la cima.
“Señores del Ministerio de Ambiente, luego de la gira de inspección al Parque Nacional Volcán Barú, le solicitamos el desalojo inmediato de la maquinaria y de los equipos que están dentro del parque (...) Hasta ayer 2 de marzo, a pesar de la divulgación y muestras de inconformidad ciudadana, continuaron las acciones. Los parques nacionales y áreas naturales no son para venderlos. Su prioridad es la conservación. ¡Fuera las máquinas, fuera!”.

En efecto, ese día, tres retroexcavadoras reposaban en el área de las antenas, cerca del cuarto donde duermen los dos policías que custodian el parque.

Denuncia

Después de la visita, los grupos conservacionistas, entre ellos la Red Nacional en Defensa del Agua, documentaron los hallazgos y presentaron una denuncia ante las autoridades judiciales para que investiguen posibles delitos ambientales.

Contaron, por ejemplo, que encontraron terreno removido por maquinaria pesada, árboles cortados con motosierra, piedras y rocas colocadas en distintos puntos a lo largo del camino sin medidas de contención.

Alertaron sobre el ensanche de la vía en distintas partes, e informaron sobre la intervención y el arrastre del bosque de bambú donde habita el ave endémica.
Avisaron también de la masiva intervención en el bosque nuboso enano, específicamente en el área de Los Fogones. Dijeron, además, que el de encinos fue invadido por desechos.

Narraron también que no observaron medidas de mitigación a los impactos ambientales que ha ocasionado el trabajo con maquinaria pesada. Tampoco percibieron letreros con información que diga quién aprobó el proyecto, cuánto cuesta, qué entidad del Estado lo pagará, a quién y con qué mecanismo asignaron el contrato.

“El Parque Nacional Volcán Barú, junto al Parque Internacional La Amistad, es uno de los sitios de recarga hídrica más importantes del occidente de Panamá, y de allí nacen las cuencas hidrográficas más importantes del occidente del país (...)”, advierte Jonathan González Quiel, de la Red Nacional en Defensa del Agua. El activista recuerda, además, que el camino para acceder hasta el volcán Barú por la vía Boquete se abrió entre las décadas de 1960 y 1970. Lo abrieron porque en ese entonces la zona no era área protegida. Siempre había estado regulado por el plan de manejo del parque, pero desde 2016 entró a regir el llamado plan de uso público, documento que, según el ambientalista, abre el área protegida al turismo.

“Fuimos a medir zonas no impactadas por la maquinaria, y zonas impactadas. Realizamos ocho mediciones y encontramos un camino de 14 pies de ancho, lo suficiente para que un carro pueda pasar, pero, en las zonas impactadas por la maquinaria ahora hay hasta 40 y tanto pies de ancho. La maquinaria removió zonas que estaban intactas y eso no estaba contemplado en el plan de manejo del parque, y mucho menos en el plan de uso público”, narró González .

La erosión

Damaris Sánchez, de la Fundación para el Desarrollo Integral, Comunitario y Conservación de los Ecosistemas en Panamá, afirma también que el plan de uso público del parque, que de acuerdo con el Ministerio de Ambiente y la Autoridad de Turismo de Panamá está concebido para promover el ecoturismo en la reseva, promueve algunas mejoras en las casetas de control de acceso, pero no habla de la construcción de una carretera. Sánchez, al igual que Jonathan González, alerta además que cuando lleguen las lluvias, la tierra y la roca suelta de las grandes pendientes podrían erosionar hacia los primeros ojos de agua de la cuenca alta del río Chiriquí.

Agregan que ese material no solamente se va a erosionar, sino que también podría afectar a las comunidades que viven en las faldas del volcán o a Boquete.

Silencio

¿Qué dicen las autoridades? Este medio llamó y escribió a Emilio Sempris, titular del Ministerio de Ambiente, pero al cierre de esta edición no había respondido. Se le enviaron varias preguntas a través de Relaciones Públicas, pero tampoco hubo respuesta.
Igualmente, se llamó varias veces a Yilka Aguirre, directora regional de Miambiente Chiriquí, pero no contestó.

Fuente: La Prensa

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