UNA HISTORIA NO CONTADA ----
HE AQUÍ LA HISTORIA DE LAS 2 EMPLEADAS DOMÉTICAS (colaboradoras del hogar) DE LA CHORRERA QUE AYUDARON A CONFECCIONAR LA BANDERA DE PANAMÁ Y QUE NO APARECE EN LOS LIBROS DE HISTORIA
Puntadas campesinas en la confección de la Bandera
Doña María, en compañía de su cuñada doña Angélica de Ossa -dice la historia-, confeccionó y cosió la primera Bandera panameña. Otro relato señala que Irene Badillo Rivera, junto a su amiga Águeda, ambas empleadas domésticas, también estuvieron allí; incluso pudieron coser.
Opinión
Raúl Ossa
Abogado y comentarista de radio
“Yo le creo”
Provengo de la descendencia de María Ossa. Mi nombre es Raúl Jerónimo Ossa, de modo que en lo más mínimo pretendo demeritar la figura y el legado de esta ilustre dama.
Por eso yo finalizo un artículo que escribí acerca de este relato de Irene (publicado en Panamá América) invitando a los historiadores a que le busquen el fondo a esta noticia, a fin de reivindicar a la mujer campesina, a la doméstica.
Porque la historia la escriben los de arriba; en este caso, María Ossa, la patrona.
Por iniciativa mía se logra hacer una “Escritura Pública para Perpetua Memoria”. Y en el protocolo notarial de La Chorrera consta el relato de los testigos.
El objetivo es documentar. Como no lo puedo consignar en un archivo específico, me ingenio y busco hacer esta declaración testimonial, que tiene valor legal.
También escribí que “yo le creo” (a Carmen Aguirre), no solo por la forma en que relata, sino también por otros testigos como Loiza Olmedo (colaboradora de Epasa), quien cuenta el mismo relato vívido y fresco; ella incluso revive las inflexiones con las que Irene narraba, dando hasta detalles de la personalidad de María Ossa.
Pero la historia también debe hacerle justicia a María Ossa. Más que ser la costurera de la Bandera, fue la impulsadora del movimiento de independencia, que se estaba agotando, en el momento en que ella le inyecta una venoclisis de valor a su marido, Manuel Amador Guerrero (quien luego sería presidente de la República).
Finalmente, considero justo resaltar también a Águeda e Irene, puesto que la historia las dejó tiradas en un plano de anonimato injusto. Y de paso, destacar la participación de la mujer chorrerana en estos importantes momentos de nuestra historia.
Cuando llegué a su casa estaba bordando. Pero dejó la sabanilla al amparo de una lámpara de pantalla y en tono pausado comenzó a contarme aquel relato que tantas veces escuchó de labios de su madre (ahora muerta), pero cuya historia sigue viva.
Frente a mí estaba Carmen Aguirre, una amable octogenaria, hija de doña Irene Badillo Rivera. Carmen se ha atrevido a sacar del claustro íntimo de su familia una historia que les dejó su difunta madre y cuyos datos se deslizan entre lo fantástico y real, pero no libre de controversia.
¿Qué tal si la “historia oficial” que conocemos acerca de la confección de la primera Bandera panameña no está completa? ¿Qué tal si omite la participación de una adolescente chorrerana, una criada al servicio de los próceres revolucionarios? ¿Qué tal si la Bandera no la cosió sola doña María Ossa de Amador?
Ante estas interrogantes, Carmen es precavida: “No es mi deseo crear controversias. Yo solo cuento lo que mi madre relató a sus hijas”.
De hecho, aquella historia está consignada en una escritura pública. Y dice así... “Voy a relatar esto, fieles palabras de mi madre. No tengo pruebas, pero confío en que es cierto porque son sus palabras, de una madre, y las madres nunca mienten.
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Mi madre se llamaba Irene Badillo Rivera. Nació aquí, en La Chorrera, el 20 de octubre de 1890; hija de Tomás Badillo Mesa, de origen colombiano, cartagenero, y de Juliana Rivera Salcedo viuda de Badillo, nacida aquí en La Chorrera.
Ella me relata que cuando mi abuela doña Juliana trabajaba en la casa de don Tomás Gabriel Duque, ella le ayudaba en los quehaceres de la casa, y que para las labores de la independencia de la República ella acompañó a doña María Ossa junto con Águeda a comprar los materiales con que se iba a confeccionar la primera Bandera.
Fueron a La Villa, al Bazar Francés y al almacén La Dalia. Para no despertar sospechas, ellas iban a comprar en almacenes separados. Llegaron a la casa y en un altillo iniciaron las labores de confeccionar la Bandera y Águeda, como era de
pequeña estatura, hago la salvedad que Águeda también era chorrerana, no me acuerdo el apellido, Águeda subió a los hombros de mi madre para poder llegar al altillo para coger la máquina que Irene le pasó para coser allá arriba.
En todo el suelo o el piso del altillo cortaron las tres banderas, una grande y dos pequeñas, que fueron las que se lucieron cuando se dio la separación de la República de Panamá”.
Polémica
Por supuesto que este relato toca susceptibilidades.
Después de todo, la historia que conocemos, aquella que reposa en documentos celosamente guardados, señala que doña María, acompañada de su cuñada doña Angélica de Ossa y la criada de esta (Águeda), confeccionó y cosió la Bandera que fue ideada por don Manuel Encarnación Amador Guerrero, hijo del fundador de la República.
No se menciona a una adolescente llamada Irene. Pero esta muchacha luego contó a sus hijas, con lujo de detalles, su participación en este importante momento de la historia. Y los datos que dejó como legado narrativo coinciden con investigaciones posteriores hechas al respecto.
Hoy su hija no quiere más polémicas. “Si Ud. va a escribir algo en el periódico -dijo mirándome fijamente-, quiero dejar bien claro que no deseo convencer a nadie ni causar malos entendidos. Simplemente yo atesoro en mi memoria esta y otras historias que me contó mi madre. Y las creo porque la escuché de sus labios”. Entonces concluye con una interrogante lógica: “¿Por qué habría de mentirme en algo así?”.
Aunque sin quererlo, Carmen me dejó una prueba real. Hay otra persona que puede corroborar lo dicho: su hermana menor, Nidia.
Fui a casa de Nidia y también la encontré cosiendo.
Relato cautivante
Nidia Aguirre de Ramos tiene 78 años, en La Chorrera todos la conocen como “la señora China”, la experta modista de polleras y atuendos típicos. Sus ojos brillaron cuando le indagué sobre el tema. Sentada frente a su fiel compañera de 50 años (su vieja máquina marca Nechi) me explica lo cautivante que eran aquellas tertulias familiares en torno a la matriarca, que aunque solo había estudiado hasta III grado, era hábil para captar la atención y tenía gran facilidad de expresión (tal vez porque era una asidua lectora).
No es extraño que el inédito relato una y otra vez causara tal impresión en quienes escucharon a Irene, allá en su casa detrás de la fábrica de hielo, en La Chorrera, los fines de semana o en festividades familiares. Sus hijas, nietos y bisnietos siempre le decían: “Abuela, cuéntenos una historia”.
Siempre comenzaba con un dejo en su voz, y diciendo: “Tantas cosas que yo viví”. Entonces relataba lo dadivoso que era don Tomás, cuando obsequiaba canastas con frutas desde su balcón. Pero la historia de la Bandera era la que todos querían escuchar.
Y es que ella estuvo en el momento y lugar indicado cuando dos damas revolucionarias y valientes la invitaron a participar de la aventura de su vida. Tal vez porque era una chiquilla ágil y fuerte; tal vez porque le gustaba y sabía coser... no lo sabemos.
En todo caso, basta imaginarla sigilosamente acompañando a las dos patronas y a su amiga Águeda a comprar las telas en tres almacenes distintos. Para luego, con igual cautela, llevar la pesada máquina europea, de unas 50 libras de peso, desde Calle 1.ª hasta otra casa cerca de la Plaza Herrera, donde -en el piso- Irene ayudó a sostener la tela mientras ordenaban sus partes. Luego, con Águeda en sus hombros, Irene también ayudaría a subir la máquina hasta un altillo, donde finalmente se terminaría la primera enseña patria.
Irene Badillo Rivera murió de causas naturales a la edad de 105 años. Su médico le adelantó a sus cuatro hijas y demás familiares que “poco a poco se iría apagando”. Pero no ocurrió así. Mucho de ella aún vive, como la Bandera que tocó y amó desde sus albores, y que continúa ondeando tras 110 años.