Mujeres contra el convenio de Filos- Hines
En un periódico capitalino del 17 de diciembre de 1947, un columnista reseñaba la manifestación que se había realizado el día antes y la calificaba como “la primera participación en la vida pública nacional” de la mujer panameña, y escribía: “(...) la mujer panameña entró al escenario por la puerta grande y pisando fuerte (...) Porque lo de ayer no fue, como en ocasiones anteriores, una intervención de grupo, partido o sector... Constituye simplemente el ingreso de la mujer panameña al plano elevado desde el cual ejercerá tremenda influencia sobre el futuro de la patria, en lo social, lo político y lo internacional”.
Para la prensa, las mujeres panameñas acababan de irrumpir en la vida política del país. Desconocían así las muchas acciones reivindicativas de mujeres del Partido Nacional Feminista, de la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer y de otras asociaciones culturales y cívicas que desde hacía más de dos décadas fueron determinantes para la conquista de sus derechos políticos y civiles recién estrenados en 1946.
Sin duda, las jornadas de diciembre de 1947 marcaron un hito en la sucesión de acciones reivindicativas de los derechos de la nación panameña ante las pretensiones de Estados Unidos, y la manifestación de las mujeres fue determinante en la decisión de la Asamblea Nacional de rechazar el convenio Filós-Hines o convenio de bases el 22 de ese mismo mes. Sin embargo, no se podía decir que fuera la primera acción de las mujeres en la vida política del país porque, de afirmarse esto, se desconocerían otras acciones tan destacadas como, por ejemplo, su participación en la huelga inquilinaria de 1925; o que en 1926, en el Congreso Bolivariano, las mujeres habían reivindicado un trato de igual a igual con Estados Unidos en las negociaciones sobre el Canal en curso en ese momento; o que a lo largo de la década de los años de 1930 intervinieron en coyunturas críticas para el país reclamando democracia (1936, 1940) y el cese de actitudes belicistas que podían llevar a enfrentamientos armados con Costa Rica (1938).
Las mujeres se manifestaron el 16 de diciembre contra la brutal represión policial del 12 de diciembre y los encarcelamientos y heridos que dejó como secuela. La madre del estudiante Sebastián Tapia, gravemente herido, convocó a participar a todas las mujeres panameñas, “sin distinción de credo, posición social, profesional o política”, para que no se entregasen las bases a Estados Unidos tal como el convenio estipulaba.
El 16 de diciembre, la madre y las hermanas de Sebastián Tapia encabezaron la manifestación que estremeció al pueblo capitalino. Un testimonio decía: “Ayer se incorporó la mujer istmeña a la vida pública en la forma más impresionante, 11 mil personas, en su gran mayoría mujeres, marcharon desde el parque Lesseps, por la Avenida Central, hasta el Palacio de Justicia, portando la bandera nacional y vestidas de negro”.
Las mujeres, vestidas de negro y portando la bandera nacional, escenificaron la gran protesta que expresaba totalmente el sentir popular; se presentaron en su papel socialmente más aceptado, el de madres, hermanas, protectoras y cuidadoras, defensoras además en esos momentos de los derechos de la nación amenazados.
Destacaron como portavoces de la manifestación mujeres de una nueva generación, pertenecientes a nuevos movimientos sociales (Frente Patriótico de la Juventud), a sindicatos y a las juventudes del partido del pueblo (comunista), herederas, quizás sin saberlo, de las feministas, que ejercieron sus derechos sin las dificultades y los prejuicios que enfrentaron sus antecesoras sufragistas. Entre ellas estaban Marta Matamoros, Carmen Miró, Augusta Ayala, Ana Isabel Illueca, Gilma G. de Lasso, Virginia Paredes de Pérez, Blanca de Sánchez y muchas otras.
Las feministas estuvieron en contra de la ratificación del convenio, el Magisterio Panameño Unido fue uno de los bastiones de la oposición. Entre las diputadas, Gumersinda Páez estuvo siempre en contra, pero no así Esther Neira de Calvo, y votaron en contra, como lo hizo toda la Asamblea, ante la presión popular, el 22 de diciembre. Clara González en esos días fue proclamada candidata a la segunda vicepresidencia de la República por el Partido.
Liberal Renovador, siendo la primera mujer candidata a un puesto de tanto poder. Ocurría que las mujeres creían que podían y debían participar en la política en igualdad de condiciones que los hombres.