05 Jul
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Manuel Amador Guerrero, el hombre desconocido

******LA HISTORIA NO CONTADA *****

El SEGUNDO presidente de la República de Panamá nació en Cartagena, en 1833.

La vida de Manuel Amador Guerrero bien podría constituir la trama de una novela romántica del siglo XIX: la del modesto muchacho de provincia, que, ansioso de aventuras, se instala en una empobrecida zona fronteriza, donde acoge como suyos los problemas de los nativos, termina liderando un movimiento revolucionario, y convirtiéndose en su primer gobernante, no sin antes haberse casado con una bella señorita de buena familia.

De él, es de sobra conocida su participación en los sucesos de noviembre de 1903, en momentos en que el peligro había alejado a otros de la empresa.

Por esta hazaña, a 109 años de su muerte, su nombre continúa repitiéndose en los salones de clase de todo el país, mientras su vida anterior y posterior a la independencia permanecen en el olvido.

¿QUIÉN ERA AMADOR?

A diferencia de la imagen que frecuentemente se presenta de él, como líder improvisado y temeroso, involucrado en la gesta de independencia tras el rechazo del tratado Herrán Hay por los colombianos, Amador era un hombre de fuerte compromiso social, que participó activamente en la política del istmo durante casi 50 años.

A Panamá llegó a los 22 años, desde su Cartagena natal, graduado como médico cirujano y atraído por las oportunidades que surgían alrededor de la construcción del ferrocarril.

Durante sus primeros años en el país, trabajó como médico para la Compañía del Ferrocarril en Monkey Hill, Colón, un sitio malsano donde morían por montones los obreros que construían la primera línea férrea transcontinental del mundo. Posteriormente, fijó su residencia en Veraguas, donde incursionó en la política, como consejero municipal del distrito, diputado y prefecto, al mismo tiempo que mantenía una empresa comercial con su hermano Juan de Dios Amador, que aparentemente sería bastante lucrativa.

En esos años se unió a la dama María de Jesús Terreros, con quien tendría su primer hijo, Manuel Encarnación Amador, conocido posteriormente como el creador la bandera nacional.

Al estallar en Panamá las guerras de mediados del siglo XIX, Amador era presidente del Partido Conservador del istmo y le correspondió liderar las fuerzas partidistas. De acuerdo con el historiador Ismael Ortega, (Manuel Amador Guerrero, 1933), en 1868, participó en la batalla de El Hatillo y fue tomado como prisionero.

Un año después, su antiguo némesis, Buenaventura Correoso, lo nombraba médico en el hospital San Tomás, institución para la que trabajaría durante 29 años, 19 de ellos sin remuneración.

En 1872, a los 39 años, se casó con María de la Ossa, de 20 años, hija de un abogado nativo, como él, de Cartagena, y emparentada políticamente con las familias Lewis y Lefevre. Esta boda le daría prestigio y lo acercaría al exclusivo mundo social de la ciudad capital. Con de la Ossa, tuvo dos hijos, Raúl y Elmira.

ELECTO PRESIDENTE

El 20 de febrero de 1904, Amador tomó posesión como SEGUNDO presidente constitucional de la República en medio de grandes celebraciones e ilusión ciudadana.

Panamá era entonces un país de apenas 350 mil habitantes, carecía de deudas, y tenía un patrimonio de $10 millones. Los panameños ponían sus esperanzas, no solo en las oportunidades que brindaba la construcción del Canal, sino en la incipiente industria bananera, sus plantaciones de café y cacao, bosques de caoba y yacimientos de oro.

El saneamiento realizado por los estadounidenses, la vida cómoda y ‘civilizada' de la Zona del Canal, lo mismo que el influjo de decenas de miles de trabajadores extranjeros, cambiarían el panorama urbano de Panamá y alterarían los paradigmas de su gente.

Panamá se levantaba de un letargo de siglos, abrazaba comodidades modernas como luz eléctrica, acueductos, puentes, caminos, y se presentaba como un nuevo símbolo de esperanza.

Amador reconocía que el principal reto del país era la educación. Creó el Instituto Nacional, la Escuela de Artes Oficios y asignó a Educación un presupuesto que en su momento parecía excesivo, con el cual intentó construir escuelas rudimentarias a lo largo de todo el país. El mismo se ufanaba de haber iniciado su gobierno con 500 escolares en la provincia de Panamá, y dejar más de 3,000 al final de su mandato.

LA MISMA POLÍTICA DE SIEMPRE

Pese a cambios radicales experimentados, una variable permanecería fija: la forma de hacer política.

El primer gobierno enfrentó una fuerte oposición del Partido Liberal, especialmente de los seguidores de Carlos A. Mendoza, abierto enemigo desde que este último lo llamara ‘viejo loco', en los años de la guerra, algo que Amador nunca le perdonó.

Mendoza trató de hacer oposición desde la Asamblea de Diputados, pero tres de sus hombres – Nicolás Tejada, Ignacio Quinzada y Gerardo Ortega, conocidos en su momento como ‘tránsfugas' y ‘traidores'- se unieron a los conservadores, asegurándoles la mayoría.

Amador creó su propio colectivo político, el Partido Constitucional, que atrajo a los tradicionales conservadores y a un buen número de figuras liberales. Su sueño de unir a todos los políticos en ese único partido, no logró culminarse, pues los liberales continuaron gozando de simpatías entre la mayoría de la población.

Las críticas a su gobierno fueron despiadadas. El general Huertas, puesto a un lado después de asegurada la independencia, intentaba retener su cuota de poder y amenazaba. Se acusaba a Amador y a las figuras cercanas de acaparar el patrimonio del Estado (‘los millones para la posteridad') en beneficio propio; de favorecer la construcción de caminos hacia sus haciendas, en detrimento de obras de interés público; de nombrar a parientes y amigos en los puestos diplomáticos...

En julio de 1906, los enfrentamientos políticos alcanzaron su clímax durante las elecciones municipales y legislativas de medio término, que produjeron 3 muertes, 20 liberales detenidos y un escándalo internacional para la nueva república.

Un mes después de las elecciones, las autoridades anunciaron el arresto 12 personas, todas extranjeras, que supuestamente tramaban el asesinato del presidente.

A todos estos problemas se unió el escándalo en que se vio involucrado su hijo Raúl, cónsul en Nueva York, por su relación con una mujer de la sociedad neoyorkina por la que había abandonado a su familia.

Ya cerca de una crisis nerviosa, y seguramente presionado por su esposa María, solicitó una licencia, que le fue concedida en junio de 1907.

La pareja, revestida de la dignidad presidencial, partió entonces de viaje hacia Inglaterra, Alemania, España e Italia, acompañada de su hija Elmira, su nieta Adela Ehrman, sus sobrinas Ramona y Helen Lefevre y su secretario privado JE Lefevre.

Fue un viaje ‘cuasi' triunfal en que fue agasajado a lo grande, entre otros, por el presidente de Francia. Lo mismo sucedió a su regreso a Estados Unidos, donde, el 29 de noviembre, fue invitado a una cena de estado en la Casa Blanca. Tenía mucho que conversar con Roosevelt, quien le solicitó repetir la visita a la mañana siguiente, para conversar tranquilamente durante una hora - los dos políticos se habían conocido en Panamá, durante la visita de Roosevelt, en 1906.

La prensa norteamericana, que siguió de cerca su periplo, lo describía como un hombre alto, delgado, encorbado, ‘muy seguro de la importancia de su persona', que parecía respirar con dificultad.

Un largo artículo del ‘The Washington Times', en julio de 1907, del periodista Frederick Boyd, lo presenta como un ‘exitoso médico', y uno de los hombres más ricos de su país - le calcula una fortuna de entre $500 mil y $1 millón-. El artículo resulta interesante porque lo revela como una persona extremadamente prágmática.

‘Mientras Estados Unidos mantenga su gran garrote, habrá paz', respondió Amador cuando Boyd le pregunta si Colombia recurriría a la fuerza para retomar su antigua posesión.

‘Entonces, ¿la paz depende de Estados Unidos?', le insistió el reportero, a lo que Amador respondió, supuestamente regocijado, según el periodista: ‘Sí. La paz de Centro y Suramérica depende de Estados Unidos'.

‘En Panamá no habrá revoluciones, porque somos un protectorado de Estados Unidos', añadió.

Amador también le reveló su creencia de que un día las naciones del continente se unirían en torno a Estados Unidos para formar una nación tan grande como Rusia o el Imperio Británico.

‘No tenemos apuro de que el canal sea terminado, porque mientras continúe la construcción, nuestra economía seguirá recibiendo millones', añadió.

En Estados Unidos, Amador permaneció casi un mes, atendiéndose en la Clínica Vanderbilt. Allí se le confirmaron sus sospechas: padecía de sarcoma y solo tenía dos años de vida.

En efecto, moriría el 2 de mayo de 1909.

Al anunciarse su muerte, el coronel Goethals, a cargo de las obras del canal, decretó que el 3 de mayo, a las 4 de la tarde, se suspenderían los trabajos de construcción durante 5 minutos. Además, que el fuerte que se construía en la entrada pacífica del Canal sería llamada ‘Fuerte Amador'.

Ese mismo día, el editorial de La Estrella de Panamá, bajo el título de ‘Una gran pérdida', pronosticaba que su lugar en la historia de Panamá ‘estaba asegurada'.

Y continuaba: ‘Las futuras generaciones pensarán en él con reverencia… pero aquellos que lo conocimos bien recordaremos sus admirables cualidades personales, su cortesía y amabilidad, su fuerte sentido ético y del deber; su valentía y su firmeza'.

La francmasonería, pilar de la nueva república

Consolidada la gesta separatista, los líderes de este trascendental suceso procedieron a escoger al primer gobernante de la nación. En aparente consenso, resultó electo el doctor Manuel Amador Guerrero.

Las nuevas revelaciones contadas a La Estrella por el ‘Gran Maestro’ de los masones panameños, Carlos A. Mendoza, destacan que dicho cargo era aclamado por los nacionales para que fuera ocupado por el doctor José Agustín Arango, puesto que rechazó rotundamente.

‘¡Alma bendita, sí, es que eso era!’, puntualizó. Lo primero que hizo el doctor Amador como presidente fue entregarle la educación pública del país a la iglesia católica, eso era nefasto, explicaba el también historiador.

Es allí donde arranca la labor masónica al influir en las nuevas bases de la república. El Ministerio de Justicia, en manos del doctor Carlos A. Mendoza, y al tiempo jefe de la masonería, tuvo que iniciar las primeras gestiones para lograr el rescate paulatino de la educación pública.

Desde entonces, los masones Eusebio A. Morales y Guillermo Andreve y, posteriormente, otros mandatarios como José Domingo de Obaldía y Belisario Porras, ayudaron a ese rescate. Ese fue un gran ‘error’ del doctor Amador, acotaba Mendoza.

‘Gracias a las buenas relaciones que mantuvo siempre mi abuelo con el jefe de la Iglesia católica en Colombia, Francisco Junguito, se lograron importantísimos acuerdos de gran importancia para el país, sin necesidad de llegar a enfrentamientos como era la costumbre. Todo esto sin que necesariamente se tuviera un ‘concordato’ entre el Vaticano y Panamá’.

Las relaciones entre los líderes políticos en 1903 no sólo se centraron en su lucha por recuperar la nación, sino que se fue más allá y era precisamente mantener los lazos masónicos, cosa que se vio reflejada a principios del siglo XX.

INTERESES PARTICULARES

Según estos registros, el presidente Manuel Amador Guerrero, más que luchar por la independencia y sentar las bases de la nueva república, meses antes ya tenía sus objetivos definidos: sacar provecho. El mal del ‘juega vivo’, al parecer ya existía en Panamá.

La publicación de tres tomos 1903 en la prensa panameña y los infaustos años precedentes del doctor Carlos Alberto Mendoza destaca en su segunda entrega el contenido de una carta enviada por el doctor Amador a su hijo Raúl en Estados Unidos, donde se evidenciaba lo dicho. ‘Si todo sale bien tendrás un buen puesto en la comisión médica, que será la primera que trabajará’, decía el telegrama enviado a Raúl Amador por su progenitor el 18 de octubre de 1903.

Amador se refería a los futuros entendimientos entre los líderes panameños del movimiento separatista con Estados Unidos a fin de obtener beneficios por ambas partes.

En dichas conversaciones, el también gestor de la separación, el francés Philippe Bunau- Varilla y el secretario de Estado estadounidense John Hay, lograron acordar el apoyo de seguridad pasadas las 48 horas después de la separación. Todo esto a cambio de la firma de un tratado que le permitiera a los Estados Unidos continuar con la construcción del Canal por suelo istmeño.

Màs de 100 años después, Carlos Mendoza, el jefe máximo de la francmasonería panameña destaca que mientras se consolidaba el movimiento, no hubo enfrentamientos por la influencia de la corriente masónica que permitía el diálogo entre los hombres libres y de buenas costumbres.

Fuente La Estrella de Panamà

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