17 Oct
17Oct

Leyendas y Tradiciones Gunas


Según los tradicionalistas gunas, la Tierra, tal como una mujer, tenía menstruaciones, las cuales generaban los colores de la Naturaleza, por eso el mundo irradia tanta belleza, vertidas en las flores, en el hermoso plumaje de las aves, en la transparente luz del amanecer y también en las mágicas luces propias de los atardeceres.
El Dios Creador, llamado en la tradición Guna, Olonailipipilele, creó también el Sol, al cual dio por nombre Tatdibe Nega, energía ordenadora de Olonailipipilele Dios, el cual tiene por misión, con su luz y su calor que irradia desde lo más alto, dar resplandor a Olatilisop, la Tierra y este calor y esta luz, la hace fecunda. Según esta tradición, es el Sol el responsable de crear los animales, los pájaros, los árboles y las plantas, también es responsable de la creación del río, en cuyas orillas creció un gran árbol, el cual desarrolló una inmensa copa con sus fuertes ramas y ramificaciones y un tronco muy recio.
Su semilla fue sembrada por Palílibe en una “yala”, en una montaña, y representaría la herencia social. Su enorme crecimiento dio sombra al sol y en venganza por ello, fue roído por dos ardillas, según cuenta la tradición cuna. Aquel árbol al caer al “rio de riqueza infinita”, que recibe el nombre de Olotdiwala o Kundkitdiwala, dio origen al mar, al represar y elevar las aguas. De esta forma, al caer el árbol, sus hojas se transformaron en los peces y su corteza, en las iguanas, los lagartos y tortugas. Para evitar que creciesen nuevamente retoños del árbol, envío a las hormigas y a los monos a fin de que le arrancaran las hojas y a un gran gavilán para que se encargase de acabar con sus raíces. El agua así represada, dio lugar a que los valles se llenaran de agua y se formaran las ensenadas y bahías y las coloridas arenas.
También crea el Dios Creador de los gunas, el viento, que esparce todo lo bueno. Con el resplandor de Tatdibe, el Sol hizo iluminar a las estrellas en las noches y también con su luz, irradió otros cuerpos en la bóveda celeste, cuerpos que ya existían, pero que el hombre no los podía contemplar, a causa de la falta de luz y nos negaban así, su indescriptible belleza.
Pero la obra de Olanailipipilele fue mayor. Creo el Dios Creador al primer hombre sobre la Tierra, lo llamó Ollopilibelele y a la primera mujer, Olobursop, que habitaron la Tierra-Olatilisop bajo la luz del Sol-Tatdibe. Así, a través de esta bella leyenda, conocemos el origen de la Especie Humana dentro de la tradición guna.
Pero, también en esta tradición mística, como crece lo bueno, también creció la malo, y junto a toda la Humanidad, creció la animadversión, la soberbia, la ignorancia y avaricia y las fuerzas autodestructivas del hombre. Olonailipipilele hizo al hombre libre, más en su esencia también llegó a anidar la maldad y también participó de su propia autodestrucción, más el Dios Creador amaba tanto a su criatura, que se preocupó también de darle lo necesario para su salvación.
Envío entonces a los Grandes Neles para luchar por la salvación del hombre, los Grandes Neles eran precedidos por el Gran Ibeorgon, iniciándose así el linaje del pueblo que habitaba en Guna Yala, conocido como pueblo guna, ubicados en el Mar Caribe en la República de Panamá.
En el principio, el pueblo guna no tenía el fuego, eran seres humanos y por tanto eran frágiles criaturas y pasaban mucho frío, eran llamados “los Tules” que en lengua indígena significa “persona” (su lenguaje es parte de la lingüística Chibcha), esto fue así en el amanecer de la Historia, descendieron de la cima del Takarcuna, espacio sagrado de la Cultura guna, monte más alto de la Cordillera de Los Andes, a buscar la tierra que les fue prometida, lo cual nos hace pensar en un sincretismo con respecto a las tradiciones traídas por la evangelización en la época colonial. En aquel tiempo, según la cosmogonía guna, muchos fueron los peligros que tuvieron que enfrentar, pues la Naturaleza estaba en formación y la tierra era sólo una masa sin forma, y tuvieron que atravesar ríos, montes y selvas por las cordilleras y vivir amparados en las cavernas que encontraban a su paso.
El fuego era custodiado por una bestia en su caverna, Achu Yala, el Tigre Feroz y los Tules habrían de vencerlo pues pasaban mucho frío, pues, como seres humanos, la humedad y la intemperie los agredía de manera inclemente. Dicen, aquellos que aún guardan las tradiciones cunas, que una pequeña lagartija conocida como Aspán Pipigua, al ver el gran sufrimiento de los Tules o humanos, mientras Achu Yala dormía, decide robar el fuego para sus amigos los Tule, para lo cual recurrió a una gran reserva de valor y voluntad, pues aquella fiera dormía en la entrada de la caverna y sus ronquidos eran tan extraordinarios que hacían temblar la selva.
Sirvió a Aspán Pipigua su pequeñez, pues pudo pasar por un recodo de la cueva custodiada por Achu Yala. Ligera y silenciosamente, tomó un pequeño tizón encendido y se dio a la fuga. Al ver Achu Yala que había sido burlado mientras dormía, bramó con mayor fuerza para exhalar toda su furia, igual que el trueno en medio de una gran tempestad. Supo la fiera, que había sido burlado por un ser de lo más insignificante, por Aspán Pipigua, la “lagartija pequeña”.
Achu Yala inició la más feroz persecución contra la pequeña Aspán Pipigua por medio de la selva, sus garras desgarraban con saña lianas, piedras y raíces en su búsqueda, y cuando los animales de la selva conocieron la razón, animaban a Aspán Pipigua para librarse de tan cruel persecución. Los monos desde lo alto, le avisaban de la mejor salida a través de las vertientes de los ríos, de las salidas más seguras de los túneles que formaban las rocas, y acompañaban su paso entre las penumbras y peligros de la selva, que también ellos conocían bien.
El Soo, el fuego, fue entregado por la pequeña lagartija, Aspán Pipigua, a los Tules, los hombres, mortales e indefensos y a los niños, los mejores amigos de Aspán Pipigua, y así, tuvieron para sí y los suyos, el gran poder del Soo, aquella energía que se crece en sí misma, que brinda luz en medio de la oscuridad y los peligros de la noche, que permitiría la preparación de los alimentos encontrados por los alrededores, que brinda más sabrosa la carne y el maíz y sus nutritivos jugos, por el cual ya los Tules no tiritarán más por los vientos y las lluvias y las noches sin luna.
Desde entonces, los gunas son más felices aquí en la Tierra.
Así, con mejores días, los gunas deciden pasar de Tierra Firme para instalarse a vivir, ya de forma permanente, en las islas que hoy ocupan en Guna Yala, collar de islas coralinas en el Caribe centroamericano, pues su gran ingenio los había llevado a trabajar los grandes troncos de árboles que tenían a mano en abundancia, ahuecándolos en su interior. Así nacieron las piraguas, pequeñas embarcaciones con las cuales se trasladaban seguros a través de las corrientes, y también, habían ideado los remos, para lograr dirigirlas con mayor velocidad y evitar los peligros. Pudieron reconocer entonces, la energía y profundidad propia de los árboles, energía extraída de lo más hondo de la tierra, la madre.
Sin embargo, unos pocos decidieron quedarse en Tierra Firme, en lo que hoy se conoce como el Alto Bayano, donde han conservado de generación en generación, sus costumbres, virtudes colectivas y tradiciones, aunque también han sido objeto de la evolución intercultural con los foráneos, con el paso del tiempo, el restos de los Tules, la mayoría, se trasladó a vivir en las islas. Esto sucedió en los tiempos que los antiguos llaman del Éxodo. Recuerdan que en aquél tiempo, los antiguos invocaron al espíritu que los guía y los protege, al espíritu tutelar de su Pueblo, conocido como Iberogon, y fue entonces que decidieron emigrar de Tierra Firme a las islas que hoy habitan, reconociendo así, las fuertes raíces que se ahondan en su Patria Panameña, Patria Profunda a la cual están unidos.

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