Elecciones de 1928
La campaña de 1928 dejó un mal sabor entre los panameños, al poner al desnudo los vicios que arrastraba la política y la administración pública.
Para las elecciones presidenciales de 1928 los panameños contaban, en papel, con dos candidatos principales de credenciales impecables, perfectos para satisfacer los requisitos nacionales e internacionales; profesionales de primera categoría, personas serias y alejadas de las mañas politiqueras.
El representante del Partido Liberal, el ingeniero Florencio Harmodio Arosemena, de 52 años, padre de cuatro hijos, había estudiado en los mejores centros académicos de Alemania y Suiza y adquirido reputación como responsable de grandes proyectos de construcción en Europa, América Latina y Panamá.
El representante de la Coalición Nacional Porrista, el doctor Jorge Boyd, de 42 años, era un abogado internacionalista, nieto del prócer Federico Boyd, y graduado de universidades de París y Pensilvania, en Estados Unidos. Su carrera profesional incluía los cargos de cónsul general en la ciudad de Nueva York, el de procurador, embajador y juez de la Corte Suprema de Justicia, a la que había renunciado para lanzar su candidatura.
Su esposa, Elizabeth Bolling, era sobrina del expresidente de Estados Unidos Woodrow Wilson.
El programa que presentaban a la opinión pública era similar. Ambos ESTABAN A FAVOR DE LA REFORMA AGRARIA, de leyes para regular la inmigración, dar impulso a la agricultura, y a la construcción de nuevos caminos para unir al país..
El problema no eran los candidatos, sino las fuerzas que representaban.
De acuerdo con la opinión pública de la época, la contienda no se centraba en esas caras nuevas, sino en dos ‘viejos zorros' de la política istmeña, enfrascados en una guerra de orgullos, con el fin de mantener su influencia en la vida política del país en los años sucesivos.
Los dos veteranos eran el tres veces presidente de la República, doctor Belisario Porras, y el presidente en funciones, Rodolfo F. Chiari.
VIEJA RIVALIDAD
No siempre los dos presidentes habían sido enemigos. Al terminar su tercer periodo presidencial, en 1924, Porras había procurado en aras del bien nacional y el de su partido, dejar como su reemplazo, bien instalado en la silla presidencial, a su amigo y copartidario Rodolfo Chiari, antes de viajar a Europa a hacerse cargo de las embajadas de Londres y París.
Pero mientras se encontraba lejos del centro de toma de decisiones, sus amigos y parientes fueron despedidos de sus puestos en el gobierno; su nombre, olvidado por la prensa diaria ‘por órdenes de arriba'; la estatua erigida en su honor en la plaza principal de su ciudad natal de Las Tablas, derribada y partida en pedazos.
Muy molesto con la nueva situación, regresó a Panamá decidido a recuperar su posición de poder.
Una de sus acciones más notorias fue lanzar, desde el diario El Heraldo, una campaña de desprestigio contra el gobierno de Chiari.
Dictador, administrador ineficaz, malversador de fondos, eran algunos de los calificativos que se le endilgaban al entonces presidente.
Por esta campaña, no tardó Porras en ser despedido del Partido Liberal, lo que lo llevó a fundar la Coalición Nacional Porrista.
LA CAMPAÑA POLÍTICA
La campaña eleccionaria de 1928 no fue muy diferente de las que se habían dado hasta entonces en el istmo.
En esta ocasión, como en las anteriores, la oposición acusaba al gobierno de turno de estar planificando un fraude.
Desde temprano, Porras presagiaba uno ‘monstruoso' y acusaba al gobierno de usar los fondos públicos para la campaña, de intimidar a sus seguidores, detener a los líderes oposicionistas, y atemorizar a través de las fuerzas armadas a los campesinos de toda la República.
Mientras el bando porrista esgrimía el arma del fraude, el chiarista acusaba a la oposición de traicionar el orgullo patrio al solicitar la intervención de Estados Unidos en las elecciones.
‘Hoy, la intervención norteamericana es más necesaria que en 1912', señalaba durante la campaña Belisario Porras, sin ambages.
Lo mismo hacía Boyd, quien lanzó también un llamado al secretario de Estado norteamericano para ‘hacer una exhaustiva investigación, una investigación electoral imparcial de acuerdo a las precedentes de 1908, 1912 y 1918 para asegurar la libre expresión de la voluntad del pueblo panameño en las próximas elecciones presidenciales'.
Pero esta vez Washington no lo creyó conveniente. El presidente Calvin Coolidge y su secretario de Estado, Frank Kellogg, se negaron a acoger el llamado.
RETIRO DEL CANDIDATO DE OPOSICIÓN
El 3 de agosto, apenas dos días antes de las elecciones del 5 de agosto, el expresidente Porras lanzó un manifiesto a los votantes a fin de protestar contra el más ‘acabado y villano escándalo electoral perpretado nunca contra el pueblo panameño'.
‘Copartidarios, absteneos en lo absoluto de concurrir a las urnas el próximo cinco de agosto en señal de protesta contra la injusticia y ojalá permanezcáis en vuestras casas ese día, para que no seáis objeto de nuevos atropellos. Todo el que se aparte de esta pauta trazada por mí en defensa del Partido y como medio de poner en alto su dignidad y buena fe, será considerado tránsfuga, disidente y entregado al desprecio del partido mismo', señaló Porras, de acuerdo con el texto reproducido en la portada de La Estrella de Panamá del 3 de agosto de 1928.
ELECCIONES
Como era de esperarse, las elecciones las ganó Florencio Harmodio Arosemena.
De acuerdo con el ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo J. Alfaro, Arosemena había sido favorecido por el 95% de los panameños aptos para el voto.
También según Alfaro, ‘la retirada de la oposición era resultado del fracaso de sus esfuerzos por conseguir la intervención americana en las elecciones. Su esperanza era que de esta forma ellos podrían conquistar los votos porque en la masa electoral, no'.
Cualquiera que fuera la decisión del pueblo en las urnas, las formas eleccionarias dejaron un sabor amargo entre la mayoría de los panameños.
El candidato Jorge Boyd, presagió una nube negra en el futuro del país: 'Otros cuatro años de extravagancia y grosera corrupción tal como los que caracterizan el presente régimen puede conducir únicamente a la bancarrota nacional', reportó la Estrella de Panamá en sumomento.
Por su parte, el connotado intelectual, y ministro de Hacienda de Chiari, Eusebio A. Morales, anunció, a través del mismo medio, estar cansado de la situación: ‘La política, tal y como se ha venido entendiendo y practicando en Panamá, ha llegado a producir en mí un sentimiento extraño, mezcla de desdén, disgusto y lastima'.
Morales advertía, no obstante, que en Panamá había gentes sensatas y patriotas ‘cansadas ya de la continuación de estas prácticas', gentes que ‘en el seno de sus hogares y en el recogimiento de sus conciencias saben que esto no puede seguir así'.
‘Debemos a nuestras familias y al país el esfuerzo de empeñarnos en reparar los errores cometidos, que han venido acumulando por años y años como resultado de una política desorientada y funesta', siguió Morales.
GOBIERNO DE AROSEMENA
Al iniciar su gobierno, comisionó un estudio de las finanzas públicas y se encontró con que el país estaba endeudado más allá de sus posibilidades.
A pesar de que desde 1925, el gobierno de Chiari había logrado aumentar los ingresos del Estado en forma continua, la deuda pública había crecido aun más, llegando hasta $16,400,500, lo que sobrepasaba la capacidad de las finanzas.
La situación se haría peor, con la grave crisis de la depresión internacional, que fue disminuyendo los ingresos de forma alarmante. De acuerdo con los historiadores Patricia Pizzurno y Celestino Araúz, en el Panamá Republicano, el gobierno se vio obligado a tomar medidas impopulares, como rebajar sueldos y eliminar puestos públicos.
Pero además de los problemas económicos, estaba la corrupción reinante, que Arosemena no se sentía capaz de detener.
Tal y como presagiaba la oposición porrista, Chiari continuaba siendo el poder real sobre el país.
La mayoría del gabinete de Arosemena respondía a las directrices de Chiari, y el presidente, en varias ocasiones, se vio obligado a tomar decisiones políticas incluso en contra de su sentir personal.
‘Este país está enfermo, muy enfermo y yo no puedo hacer nada al respecto… A la larga o a la corta, el país necesita un dictador… Si Panamá quiere curar su enfermedad necesita de una dictadura absoluta. Es imposible curar la enfermedad de este país a menos que se deroguen la Constitución y las leyes…. ‘, le comentó en una ocasión al encargado de negocios de Estados Unidos en Panamá, Benjamín Muse, quien, a su vez, lo reportó al Departamento de Estado.
Mientras esto ocurría, un grupo de jóvenes agrupados en la organización Acción Comunal, desarrollaba nuevas tesis sobre la identidad del país y la orientación que debía seguir la política nacional.
Ramón E. Mora, Germán Gil Guardia, Víctor F. Goytia, Rubén D. Conte, Harmodio Arias, José Pezet y José Manuel Quirós no permitirían que Florencio Harmodio Arosemena finalizara su periodo.
El 2 de enero de 1931, estos jóvenes darían el primer golpe de estado