10 Dec
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Las 10 cosas que Panamá puede hacer para enfrentar el Cambio Climático

El acuerdo Global de París estableció principios fundamentales que iniciarán en las próximas décadas la transición hacia sociedades de bajo consumo de carbono y quizás, en el futuro no muy lejano, se pueda establecer un mecanismo mundial que rescate al clima de la barbarie de la civilización humana.
En la Cumbre de París, Panamá propuso que la conservación de bosques tropicales fuera reconocida como una forma de mitigación del calentamiento global. Además, el país fomentó la creación de un centro regional de bosques tropicales con sede en nuestro territorio, para que sirva de punto de encuentro e institución de investigación sobre el tema forestal en los trópicos. Extrañamente, este centro se parece mucho al Centro del Agua del Trópico Húmedo de América Latina y el Caribe (CATHALAC) que ya funciona en Ciudad del Saber desde hace más de una década, y de donde provienen varios de los altos funcionarios de actual Ministerio de Ambiente.
Sería fácil descartar la propuesta panameña como mediocre y minimalista. Después de todo, si lo que Panamá ofrece al mundo es conservar sus bosques, no es gran cosa lo que se aporta a la reducción mundial de gases de efecto invernadero.
Panamá fue uno de los 11 países del mundo que asistió a la cumbre, sin presentar su compromiso nacional de reducción de emisiones. Sin embargo, si Panamá es consecuente con sus propuestas forestales en París, esto representaría el cambio más fundamental de la economía desde 1970. He aquí las diez cosas más importantes que Panamá puede hacer para enfrentar el cambio climático, y convertirse en un país carbono neutral, es decir, que nuestras emisiones serían iguales o menores a lo que ahorramos o evitamos que vaya a la atmósfera.

1. Existe el eufemismo denominado “Cambio de uso de suelos”, como la fuente principal de gases de efecto invernadero en Panamá. Esto se refiere a la deforestación, que no es una causa si no el efecto de las políticas de tierra y la especulación inmobiliaria en nuestro país. Actualmente, la tendencia de tierras en Panamá favorece la destrucción de bosques, ya que se otorgan títulos de propiedad sobre derechos posesorios, que luego son vendidos, provocando la presión para crear nuevos derechos posesorios para nuevas ventas. En países como Suiza y Japón las tierras agrícolas no se pueden vender para fines distintos de la producción agropecuaria. Si la tierra es tan cara que los productores de arroz deben marcharse de sus zonas de producción tradicional, porque un hotel o un proyecto de viviendas los desplaza hacia los bosques. Igual pasa a los ganaderos, que deben trasladarse a zonas remotas, para generar nuevos derechos posesorios, que a su vez serán nuevos títulos de propiedad para ser vendidos, y así, entre la ganadería extensiva y la expansión de la frontera agrícola, se tumbe el último árbol, y se transforme la cuenca del Canal de Panamá en un gran agujero seco. Lo más razonable sería declarar una moratoria de los derechos posesorios, y aprobar una nueva legislación que impida que estos derechos o sus correspondiente títulos de propiedad, puedan ser vendidos antes de cinco años, siempre y cuando se mantenga el uso agropecuario que tenía la tierra. Además los derechos posesorios deben tener la restricción de ser aplicables únicamente a la familia que viva en esa finca, y no objeto de acumulación y concentración de tierras.

2. Prohibir la quema de los montes y regular los incendios forestales En Panamá, salvo la hacienda San Isidro, todos los ingenios azucareros queman la caña para permitir su cosecha más eficientemente. Ya existe la tecnología segura y confiable que permite substituir las quemas por otros mecanismos. Los incendios forestales son otro agravante de la contaminación ambiental, ya que son la manera más rápida de deforestar y de destruir un bosque para transformarlo en potrero, en plantación de palma aceitera o en un desarrollo urbanístico. Costa Rica resolvió esto de una forma muy sencilla, todo terreno incendiado pasa a ser propiedad del Estado, de esta forma se le quitan incentivos perversos a las quemas tan comunes en verano.

3. Hay que prohibir la fumigación aérea. Desde el año 2011, la Unión Europea prohibió la fumigación aérea. Panamá debería hacer algo similar. La fumigación aérea es altamente ineficiente porque los pesticidas son dispersados por el viento hacia todas partes incluyendo las viviendas humanas y los cuerpos de agua, produciendo una mortandad innecesaria de peces, aves y enfermando a la población cercana a las plantaciones fumigadas. En sitios tales como Soná, la Laguna de Matuzagarati en Darién, y en de Bocas del Toro, la fumigación ha tenido un efecto nefasto sobre la fauna y flora, y está matando a los manglares que son vitales parta salvar al mundo del cambio climático. Un manglar absorbe decenas de veces más CO2 (dióxido de carbono) que un bosque normal.

4. Cancelar los proyectos de generación eléctrica fundamentadas en carbón mineral. No tiene sentido que si el petróleo y el carbón son los principales causantes del cambio climático, el gobierno panameño esté dispuesto a aceptar proyectos de planta de carbón en Colón y en Bocas del Toro. El absurdo es tal, que los panameños subsidiaremos con cientos de millones de balboas la interconexión eléctrica con Minera Panamá, para que su planta de carbón pueda interactuar con el sistema eléctrico nacional. Mientras el mundo civilizado le apuesta a la energía solar y a la energía eólica, Panamá salta 50 años en el tiempo para buscar electricidad innecesaria en el carbón.

5. Panamá debe ejercer su liderazgo en el sector marítimo mundial. La flota mercante mundial es altamente contaminante. De los casi 50 mil barcos mercantes que navegan por los océanos del mundo, el 23% lo hacen con bandera panameña. Panamá podría proponer ante la Organización Marítima Internacional (OMI), que para el año 2030 todos los barcos mercantes del mundo, tengan motores de alta eficiencia, ya sean híbridos o de gas natural. Con esa medida el mundo se salvaría de muchos millones de toneladas de contaminación, que anualmente perjudican nuestros pulmones y nuestra piel, y causan el cambio climático.

6. El Canal de Panamá debería cobrarles una sobre tasa a los barcos más contaminantes. De esta forma se estimularía a la marina mercante mundial a cambiar sus motores, y se mejoraría la calidad del aire que respiramos los panameños. Los fondos adicionales generados por esta medida, se podrían usar para financiar las iniciativas ambientales que el país necesita empujar, o para ponerse al día.

7. Es necesario ponerle un precio al CO2 (dióxido de carbono) que generan nuestras actividades. Ya sea usando automóvil, tomando un refresco, o viajando por avión, se hace necesario visibilizar el carbono liberado a la atmósfera. Al principio se le podría poner un precio nominal de un balboa la tonelada para aumentarlos periódicamente, de manera que en 20 años, no sea rentable emitir carbono sin compensación ambiental que lo neutralice.

8. Necesitamos investigadores y científicos ambientales. Panamá tiene que formar más y mejores científicos en toda la gama de disciplinas ambientales. No se puede dar la transformación del modelo económico, sin los ingenieros, biólogos, médicos y otros especialistas de temas ambientales, que puedan cambiar las estructuras de conocimiento del país. Además, se necesita financiar buenos laboratorios, y contar con fondos para auspiciar los proyectos de innovación, que ayudarán al país a superar la crisis ambiental.

9. Cambiar el sistema de evaluación de Impacto Ambiental. En la actualidad, el sistema de evaluación de Impacto Ambiental en Panamá, está cargado de conflicto de intereses. La empresa interesada en desarrollar el proyecto es la misma entidad que le paga (SOBORNA) a los consultores ambientales, que deben preparar el estudio que será evaluado por las autoridades. A pesar de una legislación penal robusta, los consultores ambientales no tienen incentivos para recomendar que se cancele un proyecto que es dañino para el país. Los funcionarios públicos que deben evaluar los gigantescos informes de los estudios ambientales no tienen tiempo ni los recursos para hacer un análisis profundo y concreto de las consecuencias ambientales de los proyectos estudiados. El sistema se podría cambiar haciendo que los consultores ambientales sean pagados por el Estado, por lo que sus análisis no serían sufragados por un inversionista privado. Se establecería una tarifa fija para cada tipo de proyecto, y de acuerdo con los análisis, estudios y consultas necesarias. Las autoridades del Estado le dirían al promotor el costo de su evaluación, luego de lo cual se pagaría el estudio con una finalidad más orientada hacia los intereses públicos que hacia los beneficios privados, de esta forma se evitan una gran cantidad de estudios mediocres y de conflicto de intereses.

10. La educación ambiental debe ser una materia obligatoria de todos los grados, de todos los años, y de todas las carreras. El analfabetismo ecológico, es decir el desconocimiento de los procesos fundamentales del ambiente y de los ecosistemas, se constituyen en una de las principales barreras para enfrentar los problemas ambientales de nuestro país. Si no entendemos un problema, es muy difícil que podamos solucionarlo. Las políticas públicas siguen ancladas en el modelo del desarrollo sin límite. Seguimos sin entender que lo que está en juego es el futuro de la especie humana. Ese es el problema que hay que resolver: la extinción masiva de la vida en el planeta, incluyendo nuestra vida.

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