14 May
14May

Enfermedades en Panamá

Hoy, cuando escuchamos sobre la epidemia de dengue y otras enfermedades infecciosas, parece que estuviéramos en pleno siglo XIX, en que tales enfermedades, producto de la insalubridad reinante en la ciudad eran amenazas frecuentes y latentes, sin que por ello autoridad y ciudadanía pusieran en práctica medidas higiénicas necesarias para contrarrestarlas. Los panameños eran dados a creer que Dios determinaría tal eventualidad.

En la segunda mitad del siglo XIX las enfermedades más comunes eran: disentería, diarrea, fiebres intermitentes o con escalofríos, tisis, sífilis crónica y la fiebre del Chagres, escribió en 1851 C. D. Griswold. Diez años más tarde Tracy Robinson habría de identificar, como enfermedades comunes: las fiebres de diversos tipos, la fiebre del Chagres, la fiebre amarilla —raramente difundida en Panamá. Por su parte, Èmile Le Bretón reporta que, en 1863, hubo una epidemia de fiebre amarilla formidable y otra de viruela, que hizo estragos entre la población y en mayor grado entre los afroantillanos, porque, según Charles Bidwell, ésta no estaba vacunada y se rehusó a ello, alegando que el contagio dependía de la voluntad de Dios, no de lo que ellos pudieran hacer.

Le Bretón registró que... ‘La fiebre amarilla hizo su invasión en los primeros días de enero de 1863, bajo la forma de una epidemia formidable...’. Anotó, además: ‘La viruela está haciendo estragos en 1863’. El cólera apareció aquí por vez primera en 1849; epidemia que se repitió en 1850, por última vez, según lo expresa el viajero.

En la misma década de 1860, Bidwell indicó que las enfermedades comunes fueron fiebre palúdica y trastornos estomacales. Al igual que Le Bretón, Bidwell registró una epidemia en 1863, solo que no la identifica como viruela, sino como alfombrilla (rubéola), aclarando que fue una plaga terrible, que afectó mayormente a las clases más pobres. Con respecto a la información proporcionada por Bidwell, señalamos que en casos de epidemias los sectores más vulnerables generalmente son los pobres, que además son poblaciones históricamente estigmatizadas y estereotipadas por los sectores de poder, quienes de esta forma justifican su estatus en el contexto socioeconómico, cultural y político.

Aún cuando Bidwell señaló que no hubo enfermedades exóticas o exclusivas de Panamá, es obvio que las pocas que hubo, aunadas a las condiciones de insalubridad de la ciudad, bastaron para perpetuar el miedo hacia el clima y medio citadino panameño.

Es importante destacar lo que parece ser una opinión generalizada entre los extranjeros que residen o pasan por la ciudad de Panamá, en la segunda mitad del decimonono: que la afición al alcohol entre propios y extraños fue uno de los factores que facilitó la predisposición de los cuerpos a las enfermedades entre los istmeños y extranjeros.

Así, lo manifiestan claramente C. D. Griswold, el Star & Herald, Tracy Robinson y Emilio Le Bretón. Para ellos, una acción despreciable entre los extranjeros era que, no habiéndose aclimatado al ambiente panameño, abusaban de las comidas, las bebidas alcohólicas y la exposición a la lluvia y al sol. Contra las fiebres, explicó Griswold, los panameños usaban como remedio el limón, tal como continúa haciéndose hoy. Lo novedoso en el relato de Griswold es que, precisa que además de chupar su jugo, los panameños se colocaban rebanadas en la frente y las sienes, logrando con ello recuperarse. Durante este periodo de convalecencia los panameños del siglo XIX se abstenían de agua y comida.

Sobre las enfermedades, conviene señalar, por otro lado, que la ‘fiebre del Chagres’, según Tracy Robinson, estaba caracterizada por afectar el hígado, producir depresiones y una debilidad general, síntomas de los cuales solo era posible recuperarse a plenitud si se salía del país.

Sobre este tipo de fiebres, apuntaba Griswold en 1851, que su consecuencia es ‘una clase de calentura mala y fatal’ y afirmó, en forma categórica, que una de sus causas era ‘el uso desmedido de bebidas intoxicante’. Debe quedar claro que este tipo de fiebre solo era propio del Chagres, de ahí su nombre y si la mencionamos, es porque contribuía a que el clima citadino fuera percibido como insalubre y por ello calumniado.

Es evidente que ayer, como hoy, existen personas que, por más orientaciones que se les den sobre salubridad, no desean acatarlas, por determinados moldes culturales, que los hacen pensar que van en contra de sus tradiciones, de los derechos a la diversión y el goce de la vida. He ahí otro rasgo de la mentalidad del panameño difícil de erradicar. Además, no hay desarrollo en ningún país del mundo, si no se atiende el problema de salud y precisamente el Canal habría sido imposible construirlo por Panamá, si esto, en parte, no se hubiera resuelto para la época.

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