04 Oct
04Oct

EL TERROR COMO ESTRATEGIA ( I PARTE)

Masacres, asesinatos, amputaciones de manos y pies, heridas curadas con aceite hirviendo, violaciones… semejantes crímenes parecen sacados de una mente perturbada. Sin embargo esto era el día a día en las batallas que tuvieron lugar durante la conquista de América. Un periodo de nuestra historia que tiende a mitificarse obviando sus pasajes más oscuros.
La conquista de América se llevó a cabo con una dramática violencia. Se utilizaron técnicas terroristas de forma sistemática para amedrentar a los indios que eran muy superiores en número, hubo matanzas sistemáticas de caciques y no pocos casos de extrema crueldad. La mujer, sufrió especialmente, padeciendo vejaciones, abusos deshonestos y violaciones. Y no faltaron los casos de pedofilia. En América hubo tres categorías de pueblos indígenas, a saber: primera, las complejas civilizaciones de los Andes y Mesoamérica. Segunda, las regiones caribeñas y el área araucana y la tercera, los amplios territorios tropicales y septentrionales donde habitaban pueblos nómadas, dedicados básicamente a la caza y a la recolección.
El colonialismo se justificó no como una ocupación depredadora sino como un deber de los pueblos europeos de expandir una cultura y una religión superior.
La conquista de América se caracterizó por la gran diferencia bélica entre unos y otros, pero también por la abrumadora inferioridad numérica de los españoles. Por ello, la política de terror fue un componente fundamental en la consumación del proceso. Además, todo ello estuvo favorecido por la lejanía del poder porque, como escribió Guaman Poma de Ayala, “en tiempos de la conquista ni había Dios de los cristianos, ni rey de España, ni había justicia…”. Y es que, como decía el padre Las Casas, en relación al juicio de residencia de Vasco Núñez de Balboa, “matar ni robar indios nunca se tuvo en estas Indias por crimen. Pero nuevamente debemos insistir que se trataba de una estrategia que en absoluto inventó España y que, muy al contrario, contaba con una larga tradición histórica. Acadios, persas, asirios y romanos en la antigüedad”.
En la conquista de América hubo casos de sadismo gratuito, el terror tenía una funcionalidad clave, necesaria y premeditada cual era minar la moral de los indígenas y someterlos. El terror fue una de las grandes constantes del proceso de la conquista, utilizado para infundir miedo y conseguir la sumisión de millones de indígenas a un puñado de españoles.
Desde los tiempos de Colón la conquista estuvo caracterizda de matanzas periódicas, premeditadas y sistemáticas. También de mutilaciones de miembros así como de ajusticiamientos públicos. Según Las Casas, esta política fue inaugurada por el primer Almirante quien pensó en infundir tal turbación en los nativos que, con solo oír la palabra cristiano, “las carnes se les estremeciesen”. Las amputaciones de miembros, así como la muerte a manos de perros o en la hoguera fueron prácticas muy comunes y útiles para la disuasión de posibles resistencias.
Vasco Núñez de Balboa y otros muchos utilizaron frecuentemente las amputaciones de miembros, cortó las narices y las manos a algunos indios, atándoselas al cuerpo para que llevasen el mensaje a los demás y supiesen lo que le ocurría a los que no querían obedecer. Ordenó cortar los pechos a varias decenas de mujeres indígenas y la mano derecha a otros tantos hombres para a continuación liberarlos, consiguiendo de esta forma diseminar el miedo y la desmoralización.
En cuanto a los ajusticiamientos públicos eran asimismo otra herramienta fundamental. Para los casos menos graves o de aquellos que decidían en última instancia recibir el bautismo se les reservaba la muerte por ahorcamiento, siempre menos dolorosa y temida que la hoguera. Nicolás de Ovando, en 1503 “salvó” de la hoguera a la bella cacica Anacaona para a continuación ahorcarla, acusada de conspiración, dándole de esta forma una muerte mas “digna” y acorde con su rango social.
Pero, no todos tuvieron tanta suerte. Los indios no sólo temían la muerte a fuego sino también a los perros españoles, adiestrados para devorar la carne y enloquecer con el olor de la sangre, recubiertos de cinturas con cuchillos que desgarraban la carne de los índigenas para luego ser quemados vivos. Era un modo de diversión para los españoles. El 16 de junio de 1528 en León, Pedrarias Dávila condenó a dieciocho indios a morir a manos de una jauría de perros que tenían “amaestrados para cazar indios”.
En 1536 Manco Capac escribió una carta a Diego de Almagro “el viejo” en la que le pedía encarecidamente “que por amor de Dios no le quemasen, ni aperreasen, que es muerte entre indios muy aborrecida, sino que le ahorcasen porque feneciese presto”.

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