El pueblo judío en Panamá
El centro de la vida judía en Panamá está en la Ciudad de Panamá, aunque históricamente pequeños grupos de judíos se asentaron en otras ciudades, como Colón, David, Chitre, La Chorrera, Santiago de Veraguas y Bocas del Toro, Aquellas comunidades fueron desapareciendo a medida que las familias se fueron trasladando a la capital en procura de educación para sus hijos y por razones económicas. Los judíos de Panamá poseen un acendrado sentido de identidad y tradición, evidenciados por presentar el mayor porcentaje de hijos que asisten a las escuelas judías y el menor porcentaje de matrimonios exogámicos y de asimilación entre casi todos los países de toda la Diáspora.
Igual como sucede con las sinagogas, las cuatro escuelas judías del país representan la variedad de tradiciones existentes en la comunidad como tal.
El Instituto Alberto Einstein, fundado en 1955, es de filosofía religiosa-sionista desde el jardín de infantes al secundario. Pese a que se imparten entre 8 a 15 horas semanales de estudios judíos, el plan de estudios del establecimiento sigue siendo del más alto nivel y es internacionalmente reconocido por la alta calidad de formación educativa que ofrece.
La Academia Hebrea de Panamá fue fundada en 1979 con el objetivo de ofrecer un medio ambiente algo más observante.
Luego se fundó la Escuela Yitzhak Rabin para ser una alternativa que ofrece una formación judía pluralista enfocada en Israel, la historia y la cultura judías y excelencia académica en los estudios generales.
Más recientemente abrió sus puertas el Talmud Torá Har Sinai, con el objetivo de satisfacer al creciente número de progenitores que anhelan que sus retoños adquieran a edad temprana – desde los seis años de edad – un conocimiento más profundo de la Torá y la religión.
Estos colegios, si bien son caros, ofrecen becas y subsidios, de modo que todos y cada uno de los niños judíos puedan recibir una educación judaica. Estas cuatro escuelas, cada una con su propia ideología distintiva, albergan el 98 por ciento de la población en edad escolar de la comunidad judía.
El nivel de religiosidad de la comunidad judía panameña puede ser apreciado por el porcentaje de gente que se atiene a la kashrut. Dicho porcentaje está en crecimiento continuo desde hace varios años. Si se tiene en cuenta la ubicación estratégica que tiene Panamá para todo lo que atañe al intercambio comercial, no sorprende el hecho de que su comunidad judía es el mayor importador de productos kosher de toda la región. Lo que sí resulta impresionante es que esta comunidad, pese a su reducido tamaño, puede sostener una cantidad de restaurantes kosher, dos shojatim (matarifes rituales) de tiempo completo, cuatro panaderías, dos fábricas de queso y dos supermercados kosher, uno de los cuales es el supermercado kosher más grande del mundo entero salvo Israel.
De consabida generosidad, la comunidad judía panameña sabe que la tzedaká (solidaridad) comienza en casa pero no termina en casa. Las sinagogas, instituciones comunitarias y filántropos locales ayudan a los necesitados – sean desempleados, ancianos o inmigrantes – mediante una atención personalizada, suministrando también becas educativas a los niños. Organizaciones internacionales como WIZO, B’nai B’rith, y la hermandad local de Kol Shearit Israel sustentan una variedad de proyectos, que van desde las escuelas judías a iniciativas de ayuda a causas nacionales y el apoyo a Israel.
Esta comunidad se enorgullece de que Panamá es, per cápita, uno de los países que más donan a Israel. Un proyecto específico de los judíos panameños consiste en ayudar al fortalecimiento de la comunidad judía en Cuba mediante el suministro de comida kosher para las festividades, organización de sinagogas, ayuda a la gente de edad y realización de celebraciones de Bar Mitzvá. El Gran Rabino de Panamá, Tzion Levy, viajó dos veces a Cuba para practicar circuncisiones a judíos de todas las edades. Los judíos panameños también participan en organizaciones tales como el Congreso Judío Mundial, Keren Kayémet Leisrael, Keren Hayesod, Amigos de Yad Vashem y Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalem.
Por más que se sientan profundamente identificados con su sentimiento comunitario, los judíos de Panamá no están aislados en modo alguno de la vida económica, política y social de su país. Por el contrario, si tomamos como ejemplo el ámbito económico, han progresado un largo camino desde que inmigraron sus antecesores con escasos recursos, en búsqueda de un futuro mejor. Ahora, la mayoría de los judíos han alcanzado los más altos niveles de éxito económico, tradicionalmente como comerciantes pero más recientemente como abogados, médicos, ingenieros, banqueros, empresarios de turismo y funcionarios gubernamentales. En una forma similar a la historia de los judíos en Estados Unidos, los primeros inmigrantes judíos que llegaron a Panamá se esforzaron larga y duramente para construir los cimientos de la seguridad económica que goza la generación actual. A esos inmigrantes les hubiera sido dificultoso creer que sus descendientes alcanzarían el status prominentes y el tremendo éxito que cosecharon.
Los judíos panameños también tienen su historia peculiar de participación en el gobierno y en funciones cívicas y diplomáticas. Fascina el hecho de que Panamá es el único país del mundo a excepción de Israel que ha tenido dos presidentes judíos en el siglo veinte. En los años sesenta Max Delvalle fue primero vicepresidente y luego presidente de la República. Delvalle es famoso por su discurso presidencial inaugural, en el cual dijo lo siguiente: “Hoy hay dos presidentes judíos en el mundo, que son el presidente del Estado de Israel y yo mismo”. Su sobrino, Eric Arturo Delvalle, fue presidente de la República entre 1985 y 1988. Los dos eran miembros de la sinagoga Kol Shearit Israel y estaban involucrados en la vida judía.
Aunque Panamá sigue siendo una de las más transitadas rutas de comercio del mundo entero, este país ya no ofrece aquella imagen del “Lejano Oeste Latinoamericano” que había sufrido en el siglo veinte por causa de los trastornos políticos que la agitaron. Con el paso de los años, los judíos panameños triunfaron en afirmar una comunidad fuerte y estable, caracterizada por sus prácticas tradicionales, seguridad económica y carencia de crisis demográficas que han plagado a tantas pequeñas y grandes comunidades judías. Los judíos panameños no se asimilan ni emigran en cantidades sustantivas, y la mayoría de sus integrantes activan en la vida judía.
Si bien es cierto que el antisemitismo existe a cierto nivel, como existe en el resto del mundo, muy raramente presenta manifestaciones preocupantes. Los panameños han sido muy influenciados durante los años por la afluencia de transeúntes que a la postre se asentaban y se integraban al país. En realidad, todos los panameños pertenecen a una variedad de minorías y son generalmente tolerantes con las demás. En las escuelas nacionales se enseña la historia del Holocausto y si bien no hay en realidad un diálogo interreligioso demasiado activo, las relaciones entre los judíos y los otros grupos son cordiales.
Estables, prósperos y respetados, los judíos de Panamá no pueden ser más optimistas de lo que son acerca de su futuro como una comunidad floreciente