El ‘policía soberbio' que ponía y quitaba gobiernos a su antojo
Eran las seis en punto de la tarde del jueves 24 de noviembre de 1949, cuando un exultante Arnulfo Arias Madrid hacía su entrada triunfal en el Palacio de las Garzas, llamado por el comandante de la Policía Nacional, el coronel José Remón Cantera.
Con sus diminutos bigotes bien acicalados, al estilo de los galanes de la época, y su traje blanco de pecho cruzado que realzaba su porte elegante y altivo, el médico graduado en Harvard, eterno aspirante al solio presidencial, parecía estar, por fin, entrando firme y por la puerta ancha hacia su destino.
La vida le daba otra oportunidad para dejar atrás los reveses que habían caracterizado su vida política. El primero, en 1941, cuando tras gobernar durante un año como presidente —electo por voto popular en 1940— fue derrocado por supuestamente viajar a Cuba sin que mediaran los permisos exigidos por la Constitución.
Siete años después, en las elecciones de 1948, se alegaba, un fraude lo había despojado de su triunfo electoral.
Pero ahora, en momentos de crisis nacional, el mismo comandante de la Policía Nacional, José Remón, le ponía la Presidencia en bandeja de plata ( ver artículos anteriores en esta misma sección ).
Adentro de la mansión presidencial lo esperaba el comandante y un numeroso grupo de prominentes políticos y empresarios, muchos de los cuales le habían dado anteriormente la espalda pero ahora le hacían promesas de fidelidad.
A las 6:30, mientras las fuerzas policiales patrullaban la ciudad para asegurar el orden, Remón y Arias salían al balcón de la mansión presidencial para anunciar la buena nueva a las decenas de miles de simpatizantes reunidos en las calles de San Felipe.
‘PRA... PRA... PRA...', gritaba la masa de seguidores que se había arrojado a las calles a reclamar el triunfo robado en las elecciones de año y medio antes y que ahora retomaba la consigna alusiva a las siglas del Partido Revolucionario Auténtico (PRA), fundado por su líder.
Primero habló Remón: ‘Conciudadanos... consciente de la inmensa responsabilidad histórica... he llamado al doctor Arnulfo Arias para que ocupe la Presidencia... Confío en que este acto de justicia sea interpretado debidamente....', dijo, según recogiera en su momento La Estrella de Panamá .
De inmediato, le tocó el turno al nuevo presidente: ‘En vista de la caótica situación en que se encuentra el país, por respeto a la voluntad del pueblo, y gracias al llamado de la fuerza pública, asumo la más alta magistratura de la República con la que el pueblo me ha distinguido'.
‘PRA... PRA... PRA...', volvió a gritar la multitud.
Tras prometer que su gobierno buscaría relaciones armoniosas con Estados Unidos (cuyo gobierno no lo tenía en la mejor estima y, se alegaba, había ‘pedido' su separación en 1941) y que gobernaría en pos de los mejores intereses del país y sin odios, finalizó su discurso con el grito de ‘Viva la República'.
CLÍMAX
La asunción del líder panameñista a la primera magistratura de la nación era un final de infarto para los inquietantes acontecimientos originados hacía cinco días en el Matadero Municipal.
Era, a lo mejor, el desenlace menos imaginado, dada la conocida vieja enemistad entre el sagaz comandante y el médico convertido en político.
Como capitán de la Policía Nacional, en el año 1942, Remón había sido clave en el derrocamiento de Arias.
En 1948, el comandante también había apoyado las maquinaciones que contribuyeron a negarle su triunfo electoral.
Tan solo cinco meses antes, en julio de ese año, el doctor Arnulfo Arias y su hermano Harmodio habían sido arrestados por la policía chiricana, acusados de un supuesto complot contra el gobierno.
Sin embargo, ahora se mostraban juntos y unidos en esta aventura, y Remón proclamaba a la prensa nacional y extranjera que ‘Arnulfo es la legalidad'.
ILEGALIDAD
Pero mientras que en San Felipe las multitudes celebraban el tercer presidente de la República en cinco días, la Corte Suprema de Justicia declaraba que el presidente constitucional del país no era ese, sino otro.
A una consulta de Roberto F. Chiari sobre la legalidad de su mandato ( ver cronograma ), la Corte respondía que la decisión de rechazar la renuncia del presidente Daniel Chanis era potestad de la Asamblea Nacional y que esta así lo había hecho. De acuerdo con la Constitución, Chanis, vicepresidente de Domingo Díaz y presidente a la muerte de este (agosto de 1949), continuaba ejerciendo el cargo.
Pero, a Remón, las decisiones de la Corte le tenían sin cuidado. Después de declarar a Arias presidente, el comandante, ahora ‘preocupado' por los alegatos de fraude del año anterior, hizo reunir al Jurado Nacional de Elecciones para que verificara los resultados de las votaciones de mayo de 1948.
Así, a la 1:30 de la madrugada del día 25, después de volver a inspeccionar las actas de la votación rescatadas de las bóvedas del Banco Nacional, el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Juan Villalaz, firmaba la carta que certificaba ‘la rectificación de los escrutinios del 9 de mayo de 1948'.
El ganador de aquellas elecciones, decía la carta, había sido Arias, quien había obtenido 74 mil 80 votos, dos mil 544 más que los 71 mil 536 obtenidos por Domingo Díaz.
Se trataba de las mismas actas y del mismo jurado , pero era ahora que este se daba cuenta de que unos 2 mil 714 votos arnulfistas de la provincia de Veraguas declarados ilegales en aquel entonces constituían el más ‘ignominoso fraude conocido en la historia de la República'.
ENTRA LA ASAMBLEA
Tan solo anunciarse la rectificación, la Asamblea abría una sesión de emergencia para analizar los hechos.
A las 2:10 de la madrugada del 25, tras ser aprobada la moción por los 24 diputados presentes, se juramentaba a Arias como nuevo presidente constitucional de la República.
DÍAS SIGUIENTES
Mientras la opinión pública se debatía entre continuar un paro de protesta para exigir la renuncia de los tres coroneles o apoyar al nuevo presidente, Jorge I. Fábrega, director de La Estrella de Panamá , en un artículo publicado el día 25, llamaba a ‘seguir la lucha contra los amos de la patria... El problema de gravedad no es quién sea presidente...' —decía Fábrega—. ‘En días consecutivos ellos han hecho derramar sangre de panameños. Si ese derramamiento se hubiese debido a la necesidad, a la defensa de un principio republicano, estaría justificado... pero es intolerable que los tres señores mencionados continúen en sus puestos como una burla a la nación'.
Como respuesta, Arias anunciaba ese mismo día a los medios: ‘Para que cese la intranquilidad que agita al país declaro que en mis manos están las renuncias que, en gesto de abnegación y lealtad a mi gobierno, me han presentado espontáneamente los comandantes de la Policía Nacional, José Remón, Bolívar Vallarino y Saturnino Flores, las que consideraré a su debida oportunidad'.
VUELTA A LA NORMALIDAD
El 27 de noviembre, la Cámara de Comercio, presidida por Federico Humbert, hacía un llamado a todos los industriales y comerciantes a que reanudaran sus actividades el martes 29. Había, según Humbert, ‘motivos fundados para pensar que nuestros problemas serán resueltos en un plan democrático y civilista'.
El 28, ningún país latinoamericano se había decidido a pronunciar su reconocimiento al nuevo gobierno panameño. Estados Unidos seguía mirando con recelo al nuevo gobernante, que la agencia AP llamaba ‘un fogoso doctor que ha sido siempre algo así como un héroe del populacho y cuya popularidad proviene de un exagerado nacionalismo que se especializa en diatribas contra Estados Unidos'.
No fue sino hasta el 14 de diciembre cuando Estados Unidos y 19 países más reabrieron las relaciones diplomáticas con el país.
Ese día, el doctor Daniel Chanis, quien todavía permanecía exiliado en el Hotel Tívoli, en la Zona del Canal, declaraba a la prensa extranjera: ‘Es del dominio público la respuesta clara y terminante que la Honorable Corte Suprema de Justicia dio a la consulta que le hiciera el señor Roberto Chiari el 24 de noviembre. Resulta superfluo, por tanto, rafitificar que soy el presidente constitucional de la república'.
‘El presente estado de cosas tiene que ser transitorio'.
‘Mi remoción la provocó un policía soberbio que, aunque parezca extraño, todavía mantiene su posición, de la cual no lo hará salir nadie'.
‘Remón se ha burlado del país poniendo en la silla presidencial a quien él ha querido. ‘
‘Aceptar que he dejado de ser presidente sería igual que manifestar al mundo que no hay más ley que la que imponen las armas de nuestra Policía Nacional, que jefatura José Remón'.
Durante su corto segundo mandato de año y medio, Arnulfo Arias nunca llegó a aceptar la renuncia de los coroneles de la Policía. Al contrario, estos lo forzaron a retirarse el 9 de mayo de 1951, por medio de un ataque armado al Palacio de las Garzas.
Mientras tanto, Remón planificaba su propia candidatura presidencial, para las elecciones de mayo de 1952. Gobernaría tres años, hasta ser asesinado misteriosamente el 2 de enero de 1955.