El intento de golpe que catalizó la Constituyente de 1946
Durante sus cuatro años de gobierno, el presidente Ricardo A. De la Guardia rechazó los continuos llamados a una Asamblea Constituyente
A la 1 de la madrugada del 16 de febrero de 1945, un grupo de diputados de la Asamblea Nacional abandonaba su domicilio temporal en el Hotel Tívoli, en la Zona del Canal, para dirigirse, en la oscuridad de la noche, al área cercana de Curundú.
Eludiendo la estrecha vigilancia de la Policía Secreta panameña, los diputados cruzaron la línea que separaba la jurisdicción zoneíta y se detuvieron en territorio panameño, para dar inicio a una ceremonia ritual.
De pie, y de forma solemne, el diputado Alfredo Alemán hizo entrega al exrector de la Universidad de Panamá Jeptha B. Duncan, de 59 años, de un ejemplar de la Constitución de Panamá de 1941.
Duncan tomó la publicación, la levantó con su mano derecha y, con su tono de voz grave, y profunda seriedad, juró proteger y respetar la Constitución de la República. Lo observaban algunos de los más destacados miembros de la Asamblea: el presidente de la cámara, J:E. Brandao, el secretario, Julio Boyd, los diputados Eduardo Fábrega, Francisco Linares, Ismael Mojica, Pablo Pinzón, Pablo Barés, Simón Vega y Franklin Bernal, entre otros.
La ceremonia tenía todos los visos de legalidad. Los diputados presentes representaban a la mayoría debidamente constituida, que, en virtud del artículo 90 de la Constitución, podía destituir al hasta entonces gobernante Ricardo Adolfo de la Guardia, y nombrar a su reemplazo.
La fotografía del acto de toma de posesión apareció publicada al día siguiente en primera plana de La Estrella de Panamá , junto con los retratos de los miembros del nuevo gabinete presidencial.
‘¿Quieren el gobierno de un dictador, del emperador Ricardo Adolfo de la Guardia, o un gobierno democrático, basado en la ley y dedicado a la libertad', proclamó Duncan, para después hacer un llamado a los gobiernos latinoamericanos a apoyar a ese, el legítimo gobierno de la República, y no a uno que ‘solamente' ostentaba la fuerza de las armas y el control sobre el fisco.
LLAMADO A UNA CONSTITUYENTE
En diciembre de 1944 la Presidencia hizo la convocatoria
Diputados de la Asamblea Nacional dan a conocer su intención de destituir al presidente Ricardo A. De la Guardia
El presidente Ricardo de la Guardia suspende la vigencia de la Constitución de 1941, llama a una Constituyente y cierra la Asamblea.
La Asamblea, exiliada en el Hotel Tívoli, de la Zona del Canal, nombra a un nuevo presidente y dos vicepresidentes.
El ex rector de la Universidad de Panamá, Jeptha Duncan se juramenta como nuevo presidente de la República.
En la opinión de Duncan, como recogiera el diario durante los días posteriores, el presidente De la Guardia no era más que un ‘usurpador', un hombre cegado por la ‘sed de mantenerse en el poder'.
‘Es irresponsable. Es un casi psicópata que encierra muy graves peligros para el país', decía el jefe del gobierno en el exilio a través de comunicados enviados a La Estrella de Panamá durante los días siguientes.
De las cuatro constituciones que ha tenido la República de Panamá, la de 1946 es probablemente la que goza de mayor prestigio.
No solo fue la única adoptada por medios auténticamente populares, sino que, en palabras del catedrático constitucionalista César A. Quintero, fue ‘la más ponderada y democrática que ha tenido Panamá'.
Esta Carta Magna, sancionada el 1 de marzo de 1946 por el entonces presidente de la República, Enrique A. Jiménez, consagró importantes disposiciones sobre derechos y deberes individuales y sociales, y permitió por primera vez a la mujer incorporarse plenamente en la vida política del país.
No obstante, su origen no estuvo exento de intrigas, de egoísmos y de oportunismo político.
Ricardo de la Guardia, quien asumió la Presidencia el 9 de octubre de 1941, tras ser destituido el presidente electo Arnulfo Arias, había gobernado en un periodo de prosperidad sin precedentes para el país.
La bonanza era artificial y tenía como base el abundante efectivo que inyectaba en la economía nacional el ejército estadounidense acantonado en Panamá durante la II Guerra Mundial.
La Asamblea, que mantenía una inclinación por el expresidente Arias, siempre esperó el momento oportuno para destituir a De la Guardia.
La oportunidad la encontró en diciembre de 1944. El 27 de ese mes, algunos de los diputados anunciaron que se disponían a nombrar a un nuevo presidente y dos vicepresidentes (tres designados, se les llamaba en aquel momento).
El sábado 30 de diciembre, como respuesta a las advertencia de los diputados, De la Guardia emitió un decreto de Gabinete que declaraba ‘en suspensión' la vigencia de la Constitución de 1941, y llamaba a una Asamblea Constituyente, cuyos miembros serían elegidos el primer domingo de mayo de 1945.
Un segundo decreto declaró clausurada la Asamblea.
Se trataba de mero gesto oportunista. Como le sacarían en cara sus opositores, el presidente De la Guardia nunca había sido partidario de una nueva constitución. ‘Sería funesto que cada presidente hiciera su propia constitución. Ello agitaría al país innecesariamente con graves perjuicios para las actividades administrativas, del comercio y la agricultura', había respondido De la Guardia a un reportero en 1944, cuando éste le pidió su opinión sobre la posibilidad de reformar la carta fundamental de la nación.
Entre febrero y mayo de 1945, en momentos en que el ejército aliado iniciaba su marcha final sobre la Alemania de Adolfo Hitler, y cuando moría el presidente Franklin Delano Roosevelt, Panamá era lanzada a la incertidumbre política de una nueva constituyente.
El sentimiento de zozobra reinante en el país fue recogido en el editorial de La Estrella de Panamá del 28 de enero de 1945, que advertía lo siguiente: ‘El día 15 de febrero tendremos dos gobiernos. Nadie sabe con certeza cuál prevalecerá. Nos mantenemos en un estado de dictadura, gobernados por decreto hasta que llegue la constituyente... ante ese porvenir incierto, la ciudadanía padece de una zozobra y desorientación sin precedentes en el país. La gente duda y recela, las operaciones mercantiles se paralizan y las negociaciones encuentran obstáculos', decía el escrito.
Sin embargo, la habilidad de De la Guardia para el juego político quedó pronto demostrada, al tomar, por una parte, una serie de medidas dirigidas a derrumbar a la oposición y, por otra, ganarse la simpatía de grupos importantes de ciudadanos.
Primero formó un gobierno de concertación, con un nuevo gabinete y gobernadores que representaban al más variado espectro político.
El 2 de febrero, emitió el Decreto No. 12, que reconocía a las mujeres el derecho de elegir y ser elegidos en la próxima Constituyente, una medida que produjo regocijo entre los grupos femeninos organizados que habían estado luchando desde la década del 20 por ganar espacio en la vida pública.
Las mujeres, organizadas por Ester Neira de Calvo en la Liga Patriótica Femenina, empezaron a organizar reuniones en todo el país para prepararse para emitir su voto y lanzarse como candidatas .
De la misma manera, el gobierno comisionó a tres grandes juristas, Ricardo J. Alfaro, José Dolores Moscote y Eduardo Chiari, la elaboración de un borrador de constitución.
El lunes 18 de febrero, el gobierno anunciaba la elección de los jurados provisionales para las elecciones de la Constituyente.
Pero también estaban las medidas para atacar a la oposición.
El 20 de febrero, el gobierno de Panamá solicitó a la Policía de la Zona del Canal la extradición de cuatro de los oposicionistas que se mantenían exiliados en el Hotel Tívolí, a quienes acusaba de participar en actos terroristas.
La acusación caía sobre Alfredo Alemán, Pablo Barés, Nicanor Villalaz y Alfonso Pérez, pero todos los diputados hospedados en la Zona del Canal fueron mantenidos aislados y bajo vigilancia en el hotel.
El 24 de febrero fueron arrestados once miembros del Frente de la Juventud que se preparaban para un mitin. Los diarios de la oposición fueron sometidos a censura previa.
Bajo las medidas autoritarias del gobierno de facto, la amenaza oposicionista se fue desvaneciendo. Los partidos que adversaban al gobierno se vieron obligados a "montarse en el carro" de la Constituyente.
La suma de la población al proyecto fue dando alas a la Asamblea Constituyente. De esta forma, lo que había comenzado como un acto arbitrario de sobrevivencia política, de parte de un presidente acorralado por sus opositores, se fue convirtiendo en un movimiento nacional dirigido a la búsqueda de un nuevo proyecto de país.