13 Feb
13Feb

EL CARNAVAL DE PANAMÁ Y SU HISTORIA
Tenemos que hacer un poco de historia para coincidir en que estas fiestas vienen evolucionando, de aquellos carnavales en donde se irrigaban perfumes y serpentinas sólo queda el recuerdo en la mente de los sobrevivientes a la mitad del siglo. Claro que fueron tiempos de amores elegantes, ocasiones en las que prevaleció la conversación en versos y declaraciones con promesas de matrimonio, personales y por escrito en estrofas. Ahora, por supuesto, la realidad es otra.

Los carnavales tienen su origen en la antigua Roma. Históricamente los ciudadano romanos a mediados del mes de febrero iniciaban unas fiestas denominadas las “lupercales” (fiestas celebradas en honor al dios pan”, un festival pagano que no era muy distinto al carnaval de hoy. Cuando Roma acogió el cristianismo, las primeras autoridades de la Iglesia decidieron incorporar algunos de los ritos paganos al seno de la doctrina religiosa en vez de eliminarlos. Fue así como surgió el carnaval como fiesta donde los participantes se dedicaban al regocijo y abandono antes de la llegada de la temporada de Cuaresma.

Según algunos historiadores los carnavales panameños tienen su inicio a partir de los años 1850, según registros del diario más antiguo de Panamá “La Estrella de Panamá”. Para otros, el carnaval istmeño empieza desde las épocas coloniales cuando grupos de personas se disfrazaban de rey y reina de España, en indios, esclavos y soldados conquistadores y partían desde la Avenida Balboa hasta un lugar que hoy es parte de Santa Ana, simulando las batallas. No obstante, se conoce que fue desde 1910 que por un decreto del entonces Alcalde de la ciudad de Panamá, José Agustín Arango hizo oficiales las fiestas del carnaval. También se eligió a una reina que fue coronada en el Club Unión en la persona de Manuelita Vallarino, ésta soberana gozó de fama por su extraordinaria belleza. De allí en adelante cada año había una nueva sucesora hasta hoy.

REGULACIONES

Las fiestas de Carnaval, como fiestas del pueblo, no estaban reguladas por el Estado ni en la época colonial, ni cuando éramos parte de Colombia. Ante esa situación, el Gobierno del Presidente Carlos A. Mendoza, decide reglamentarlo y apoyarlo financieramente, como parte de las formas de dominación; al final sus costos los cubrió la empresa privada en 1910.

La corte de la reina, estaba conformada por altos funcionarios que ostentaban títulos relacionados con la actualidad nacional, y para ser parte de este se requería erudición, imaginación, talento e inteligencia.
Además se celebran concursos para escoger las piezas musicales, entre músicos, poetas y artistas. Las calles se decoraban con arcos y adornos creativos.
La reina era escogida por votación popular, cada voto costaba un dólar y como había varias candidatas a Reina, la elección recababa miles de dólares que pasaban a la Junta de Carnaval.
La población guardaba sus principales galas para lucirlas durante los cuatro días del carnaval, y los jóvenes y viejos salían a las calles a observar el desfile de comparsas o para disfrutar en las noches de alegres toldos, con orquestas en vivo.

PRIMEROS ESCENARIO
Al principio se celebraban en el Teatro Nacional (inaugurado en 1908), pero luego se trasladó al Estadio Juan Demóstenes Arosemena (construido en 1937-1938).
Allí se presentaban números artísticos, desfilaban los caballeros elegantemente vestidos de etiqueta de frac y las damas con preciosos y ricos trajes, que conformaban la corte, a medida que el Secretario los nombraba con sus títulos.
La Reina alternaba con el pueblo en los desfiles y visitando varios toldos y clubes. Al final de la actividad carnestolenda, el dinero que sobraba se distribuía entre los establecimientos de beneficencia.
Luego en 1913, mediante la Ley número 10 del 20 de enero, y que tenía un artículo único en la que autorizaba al poder Ejecutivo para que este otorgara la suma de dos mil balboas. Era Presidente, Belisario Porras, y Presidente de la Asamblea Nacional, Ciro I. Urriola.
Aparecen los carros alegóricos, ingeniosos, creativos que competían entre sí. Toda la población participaba ya sea a través de comparsas o en los bailes.
Las comparsas se distinguían por que un grupo de personas se vestían igual y realizaban una danza, o coreografía sincronizada al ritmo de sus orquestas o de agrupación en vivo de la música de tambores y trompetas.
Maracas, campanas, pitos, timbales y tumbas y la mejor comparsa era la que demostraba más alegría, mejor vestuario, mejor danza, coreografía, entre más y era acreedora a un premio. Los disfraces, eran un derroche de imaginación y fantasía.

OTRA VISIÓN ROMÁNTICA

Manuelita I, la primera Reina impuesta por la burguesía capitalina al resto de los ciudadanos , era hija de Joaquín Vallarino (hijo de José Vallarino, prócer de la independencia de Panamá de España) y de Hilda Z. de Vallarino; sus estudios los realizó en los Estados Unidos.

Las concursantes , fueron: Adriana Orillac, María Isabel Arias, Ramona Lefevre, Angela Guerine y Manuelita Vallarino, siendo esta última la que obtuvo la mayoría de los votos.

Como se observa la mayoría eran de la damitas burguesas y todo respondía a legitimar, imponer el poder político y cultural de la clase dominante sobre el resto de la población, expandir ese poder, a los carnavales significaba controlarlo, dominarlo para hacer lo que le placiera a esta clase sobre una fiesta popular democrática, que hasta ese momento escapaba a su control.

Al pueblo sólo se le permitió elegir el tema del Carnaval, a través de sus partidos/grupos, para finalmente levantar la bandera del carnaval el 20 de enero, día de San Sebastián.

Las comparsas se tomaban las calles hasta las cuatro de la tarde, y se tiraban agua y harina. A las cuatro salen las carrozas alegóricas por toda la Avenida central, en la noche las tunas invaden las calles, recorriendo cada avenida con velas, bailando, vestidos de forma diversa y las damas de pollera y con el siempre presente alcohol.

En 1945, Panamá no tuvo Carnaval. La Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones sociopolíticas de casi todo el planeta, opacando así la celebración en el istmo. Sin embargo, al año siguiente en 1946, la festividad se retomó con el lema “Carnaval de la victoria”. El rey Momo volvió a prevalecer en la Avenida Central, acompañado de Marcela Cucalón como soberana del festejo.
Algunas fotos publicadas en internet demuestran que desde entonces las comparsas ya se encontraban bien constituidas y que algunos personajes, como los resbalosos, eran asiduos del séquito de Carnaval.
Su origen, derivado de la colonización europea, que a su vez fue obtenido del contacto con otras tierras en Oriente y África, según explica la historiadora Coralia de Llorente, denota en la actualidad un acervo de influencias visto como juegos y recreos durante el jolgorio.
“Es una herencia española”, explica la docente, quien durante sus pesquisas en ese país pudo constatar algunas costumbres similares.
“Además de agua, los españoles cuentan con festejos en donde se mojan con vino, perfumes o tomates, por ejemplo”, dijo la experta, quien asegura que durante el comercio con los países de Oriente se pudieron adoptar algunas tradiciones foráneas que luego se aplicaron en nuestro Carnaval. De ahí quizás la costumbre de teñir a las personas con añil y lanzar huevos o harina.
El Carnaval de 1986 celebró entonces los 75 años del festejo en la ciudad capital. Ese año se cambian algunas tradiciones del carnaval, como el cambio de ruta para los desfiles, la inclusión de una comparsa propia para la reina y la reinstauración del clásico Presidente de la República el martes de Carnaval.
Hasta mediados de los años de 1980, el Carnaval era patrocinado por el Estado.
El año siguiente la Junta de Carnaval, presidida por Roberto Pascual, volvió a utilizar la Vía España como ruta del festejo. En esa ocasión, la hoy primera dama de la República, Lorena Castillo, resultó la nueva soberana de las fiestas de Momo, quien junto a Miss Universo 1986, la venezolana Bárbara Palacios, resaltó las celebraciones del Carnaval Tropical.
Pasados los cuatro días de fiesta, un nuevo personaje entraría a la escena: la fatigada y funesta sardina, que “con llanto de serpentina”, en palabras de Pedro Altamiranda, anuncia el inevitable final de estas festividades.

CARNAVAL EN LOS TIEMPOS DE LA GRAN COLOMBIA

En el Panamá de los tiempos de la Gran Colombia, el Carnaval era cosa del pueblo, patrimonio de la clase popular. Todo empezaba cada 20 de enero, Día de San Sebastián, con la izada de la bandera y la formación de partidos o grupos alusivos al ataque pirata liderado por Henry Morgan, al asalto de los demonios a los pecadores o la sublevación de los esclavos cimarrones.
Si alguien caminaba solitario por las calles contiguas a las bases de los partidos, se capturaba como “prisionero” y debía pagar por su libertad entre 100, 50 o 10 millones de pesos colombianos de entonces.
Para los partidos, un centésimo equivalía a 1 millón de pesos, por tanto, un simple peso era suficiente para cubrir un rescate de “100 millones de pesos”.
Al final, los partidos reunían el dinero para los bailes, comida, disfraces y alcohol durante el Carnaval. El día cumbre de la celebración llegaba el Martes de Carnaval. En la mañana de ese día había juegos de baños de agua y harina para personas que preferiblemente eran tomadas por sorpresa. El agua podía estar clara o teñida de añil.
Empapados y enfurecidos, muchos de los mojados “echaban pestes” o contraatacaban con más agua. Otras veces el asunto terminaba en golpes y trifulcas. También se lanzaban huevos de Pascua llenos con agua perfumada.
Mientras que en las noches era el turno de la exhibición de tunas y comparsas, con mujeres vestidas de pollera y hombres con atuendos variados, que al ritmo del sonido de piedras y palos cantaban y recorrían las calles de la ciudad con el entusiasmo “alimentado con alcohol”.
Es como se acostumbraba celebrar el Carnaval panameño antes de la llegada de la vida republicana, según registran artículos y crónicas de viejos diarios y revistas como Lotería y Momo.
Más adelante se instaurarían las juntas organizadoras, los desfiles y las reinas.

El primer Carnaval oficial en Panamá, con reinas, desfiles y tunas: 1910

Uno de los primeros puntos del programa fue el paseo de la nueva Reina, acompañada de su corte: damas princesas y edecanes.
Se prohibieron los fuegos artificiales. En su lugar, lluvia de serpentinas y confeti para celebrar la Reina.
El domingo de carnaval se celebraba el concurso de damas bellas y hombre feos. Sí, había un premio especial para el caballero peor dotado físicamente y fue escogido de entre los invitados a un banquete cortesía de la junta organizadora.
Los comensales, asustados con la posibilidad de ser declarado el más feo de la fiesta, lucían nerviosos. Les temblaban los bigotes, según narra la escritora Madelag en su texto “Los carnavales de 1910” de la revista Lotería de 1949.
“La sonrisa de regocijo de Agustín Salomón al recibir su premio, que exhibió ufano en la Joyería de Mistelli, confirmó una vez más la veracidad del popular refrán: ‘El hombre es como el oso...”, cita Madelag sobre el triunfador.
Ese día encarcelaron por accidente al Dios Momo, quien “plenamente convencido de su papel y resuelto a desempeñarlo a conciencia, siguió de juerga sin interrupción, confundiéndose entre los ‘mortales’ más alegres por lo que fue recluido tras las rejas”. Tuvieron de destinar una partida especial de la fiesta para liberarlo.
El lunes, en el depósito La Caraqueña, ubicada en la Avenida Central, se invitada al público a tomar, gratis, el “famoso vino jerez Quinta Romate, que se anunciaba como el mejor”. También se obsequiaba un aperitivo (el Beri-beri) y un digestivo contra el paludismo (Anemia), cuenta la escritora recientemente fallecida.
Y llegó el martes, el día cumbre. Se organizaron rompederas de piñatas para los niños en el parque de la Catedral y juegos populares en el playground frente a la estación del Ferrocarril.
Hubo, además, un concurso de disfraces, comparsas y mascaradas; premios para los mejores carros alegóricos preparados con esmero, congos, cabalgatas, disfraces de todo tipo. De los balcones llovían pétalos de flor para recibir el desfile.
Cuando cayó la noche, se encendieron las luminarias para los bailes de máscaras, tamboritos, cumbias y tunas.

EVOLUCIÓN
En la revista Momo de 1936 se publicó en una página la “Guía del Carnaval Panameño”, con los “centros sociales y toldos más conocidos de la ciudad”:
Los Dispuestos, Leda, Uria, Centro X, Gondoleros de Venecia, Las Mariposas, Centro-América, El Encanto, Brisas del Chorrillo, Los Millonarios Cubanos, Archipiélago de Las Perlas... Participaban medio centenar de locales carnestoléndicos.
Ya era la Comisión Nacional de Turismo la encargada de los pormenores de la popular celebración.
Con el pasar de los años las celebraciones en puntos como las ciudades del interior como Las Tablas y Penonomé o en la Avenida Central de la ciudad capital, fueron ganando espacios en las publicaciones de los diarios.
Y se difundían otros artículos como “Temas de Carnaval”, “Los diablicos cucuas” o “Apoteosis de la pollera en el Carnaval”.
Para 1980 ya se podían encontrar comentarios críticos enfocados en la distorsión de los aires tradicionales de la llamada fiesta del Dios Momo.
Por ejemplo, el 10 de febrero de ese año 1980, en vísperas del jolgorio, el diario La República incluyó en sus páginas el texto “Cuando los carnavales eran carnavales”, que resaltaba la pérdida del esplendor de los desfiles y reinados, que hasta un par de décadas atrás aún se veían. “Fueron torneos de cultura, belleza y arte”, resumía el texto del rotativo.
Fue para es década que entraron los carros cisternas patrocinados por marcas de licor y cigarrillos. Y los culecos en el interior gustaron a todos.
En el año 2010 se celebraron 100 años de carnavales en la Ciudad Capital.

LOS CARNAVALES EN EL INTERIOR

A la ciudad de Las Tablas se le atribuye el origen de la modalidad de celebrar con tunas o bandos contrarios o rivales. Posteriormente, la costumbre se extendió a otros lugares como Pedasí, Parita, Ocú y Los Santos. En el resto del país, en Chitré, Herrera; Penonomé y Aguadulce, provincia de Coclé; Santiago, provincia de Veraguas y Dolega, provincia de Chiriquí.
EL CARNAVAL TABLEÑO
De acuerdo con documentos escritos por el Sacerdote Tableño José Antonio en 1935, el Carnaval de Las Tablas tuvo un origen religioso. El Carnaval de Las Tablas como se celebra actualmente, se remonta a 1950, cuando la tuna de Calle Arriba escoge a su primera reina. Hoy conocido como el Carnaval más prestigioso del País.
Los primeros habitantes de Las Tablas habían establecido el culto a la Cruz de Mayo o Santa Cruz. Luego los nuevos ocupantes trajeron la imagen de la Santa Librada a la cual le hicieron una ermita para rendirle culto desde 1671, con lo que se iniciaron las pugnas por elegir la imagen final.
El pleito fue terminado por la elección de Santa Librada como patrona del pueblo porque resultó milagrosa y fue aceptada.
Sin embargo, los tableños mantuvieron la costumbre de que todos los años celebran pugnas durante las patronales de Santa Librada, en julio y la Santa Cruz en mayo.
Las rivalidades llegaron a ser tan picantes que un obispo que visitó la ciudad de Las Tablas en 1789 prohibió las tunas por considerarlas profanas en una festividad religiosa y sugirió cambiarlas para el carnaval.
Entonces el pueblo las trasladó para las fiestas carnestolendas sin mayores lujos. A partir de ese momento las tunas fueron ganando más adeptos y se adquirió un gran colorido y elementos, como son conocidos hasta hoy.
Los bandos en que se dividió el carnaval tableño tomaron los nombres de calle Arriba y calle Abajo, según un documento proporcionado por Calle Arriba de Las Tablas “que influyó en la topografía del pueblo”.
La historia dice que quienes vivían hacia la parte más baja y por tanto cercana al mar o hacia el lado del mar fueron llamados los de “calle Abajo” y los que habitaban en la parte más elevada hacia la montaña fueron conocidos como los de “calle Arriba”.
En los primeros años, los bandos no tenían lugar específico donde reunirse; por lo general, se agrupaban en las residencias o en la casa de los abanderados del día y allí se hacía el brindis, se bailaba y se pasaba a la calle en donde se hacían las tunas.
Después se ubicaron en lotes baldíos, siguiendo siempre la denominación topográfica de arriba y abajo, hasta llegar a los lugares actuales. Calle Arriba se instaló al final de la avenida Bolívar y calle Abajo al final de la Pablo Arosemena.
El primer músico que amenizó un Carnaval con instrumento de viento fue el Profesor Manuel Consuegra Gómez, quien dirigió la Murga de Calle Arriba por 10 años (de 1953 – 1963) y dirigió la Murga de Calle Abajo por 28 años (de 1965 a 1968 y de 1970 a 1995). Antes de 1953 ambas tunas salían con caja y tambor.

CARNAVAL DE LA VILLA DE LOS SANTOS
La Villa de Los Santos también tiene dos calles. La historia nace en 1982, cuando los jóvenes del pueblo se reunían en el parque Simón Bolívar en verano y jugaban entre dos bandos.
Uno de los juegos era tirarse confites (pastillas) a manera de guerrilla, hasta que los jóvenes de la calle Abajo decidieron sacar una tuna por el pueblo como se hacía en otros lugares, como Las Tablas.
La escogencia de la primera soberana de Calle Abajo de Los Santos se hizo mediante una medición de disfraces, que le entalló mejor a Lexy De León. La primera coronación de la tuna de Calle Abajo se hizo en el lugar donde hoy reposan las estructuras del hogar San Juan de Dios y el mismo día posterior a la coronación se realizó una tuna que recorrió la calle abajo y el parque Simón Bolívar.
Calle Abajo de La Villa intenta conservar las tradiciones que se iniciaron con los carnavales, tradiciones que la tuna contraria ha abandonado, como por ejemplo izar una bandera simbolizando que se acercan las fiestas y a la vez marcando el territorio de la tuna.

CARNAVAL EN PENONOMÉ
El origen del carnaval penonomeño está arraigado a las costumbres de los indígenas que utilizaban cayucos para navegar por el río Zaratí, uno de los principales afluentes de esta provincia.
Bertilda Guardia Carles fue la primera princesa en atravesar en balsa el río Zaratí con un disfraz indígena un sábado de carnaval en 1921.
“Los primeros carnavales de Penonomé fueron los acuáticos”, afirma Lilia Eneida Quirós Conte, miembro de las Damas Unidas Penonomeñas (DUP), agrupación que participa desde 1973 en la celebración. A diferencia de los carnavales de Azuero aquí no hay reinas ni calle arriba ni calle abajo.
Además, el desfile en el río Zaratí que se realiza los sábados, a criterio de Quirós es “lo más valioso”, acompañado del desfile de las polleras los domingos.
Cada barrio o comparsa elige a una representante o princesa para presidir el evento por día, y en las noches participan en las comparsas. Desde el reinicio en 1970 del carnaval acuático, las DUP, Los Cascabeleros, Los Macabros, Los Alegres del Zaratí y otras agrupaciones participan de la fiesta, en comparsas que tienen sus respectivas princesas.
Los visitantes se reúnen en el balneario Las Mendozas para apreciar balsas donde están las princesas, empujadas por voluntarios que la llevan a nado.
El manguito:
Es un área llamada así por la presencia de un árbol de mango que ampara a las personas del sol durante las mojaderas en el barrio de San Antonio. Este árbol es parte de la historia del Carnaval, ya que fue un sitio en donde antes se celebraba esta fiesta con la presencia de los desaparecidos combos nacionales, esos que dejaron en el pasado a muchos corazones enamorados. En este sitio se revive todo el folclor coclesano y de Panamá.

MÁS TRADICIONES
En los carnavales de Chitré, Herrera, también están contempladas las dos reinas y hay rivalidad entre Calle Arriba y Calle Abajo.
Una de las tradiciones es el “Pechugón”, que consiste en mojaderas nocturnas el viernes de la coronación. Los demás días, en el conocido carnaval “de la berraquera”, se hacen los tradicionales culecos y la salida de las reinas en la noche.
En la región de Ocú, también en Herrera, se celebran los carnavales con tamboritos, mojaderas y fuegos artificiales; pero a diferencia del resto, son más familiares y se dividen en tres calles, Calle Arriba, Calle Abajo y Calle Centro, en donde hay una princesa por cada una y taboritos en cada calle.
En Dolega, provincia de Chiriquí, se celebran los carnavales en la plaza pública desde 1928, con la primera reina Silvia Ortega de Taylor. En aquella época, poblados cercanos a Dolega realizaban bailes los sábados con tamboritos y guitarras.
Ahora, las tunas, los tamboritos, los carros alegóricos, los fuegos artificiales, las cabalgatas, los juegos de toros y las mojaderas son las principales actividades de los cuatro días del carnaval.

Carnavalitos
El viernes y el sábado siguiente a estos días de carnaval se realizan los derek heines que son consideradas las fiestas del pueblo, ya que para los carnavales, vienen muchos turistas del país y del extranjero. El viernes en la noche se usa un traje de gala y la corona. El sábado hay un culeco con disfraz y en la noche es un paseo con disfraz (1 solo carro en las noches). Generalmente el carnavalito es algo rehusado del carnaval.

LA TONADA ‘PESCAO’

Para los carnavales de 1919, fue electa Reina María Teresa Vallarino… se hizo popular la tonada ‘Pescao’, La Reina Roja, la letra es de Mario H. Cajar y la música del cubano -panameño Máximo Chichito Arrates Boza.

Su origen se debe a un tal José Agustín llamado ‘Pescao’ quien era músico y al llegar tarde a una práctica de improviso, al ser llamado por su apodo —según Barragán Maylín— todos gritaron a coro Pescao y a partir de entonces fue bautizado como el himno del Carnaval de ese año y los siguientes.

Por otro lado Jaime Rico Salazar, afirma que esta pieza es compuesta en 1919, para los preparativos del carnaval de ese año, y la escogencia reñida entre, las dos reinas: la señorita María Teresa Vallarino (Reina Roja), cuyo distintivo de su comparsa es el color rojo y la señorita Catita Lewis (Reina Azul) , que elige el azul.

Cada comparsa tenía su canto o himno como distintivo musical, la junta que dirige y le organiza a la reina Roja, contrató al maestro Máximo Boza, para hacer el himno, este la hizo y llamó al poeta Mario Horacio Cajar, para que le hiciera la letra.

La pieza comenzó a ser ensayada en el Parque de Santa Ana y en un momento de la misma se gritaba ¡Viva la Reina Roja! Y en los precisos momentos en que se gritaba ese coro, pasaba por allí un vendedor de Pescados y coincidió el ¡viva! Con el ¡Pescaoooo!

Esto hizo que la pieza se llamara Pescao, y a partir de ese momento la comparsa gana tanta popularidad con esta pieza musical que la Reina Roja, señorita María Teresa Vallarino le gano a su contendiente, y Pescao, quedó como himno de los carnavales de ese año y los venideros.

EL REY MOMO
Es uno de los personajes protagonistas de varios carnavales en Latinoamérica. Su origen corresponde a la mitología griega, dios de la burla y la locura, popular por hacer reír a los dioses del Olimpo con sus críticas irónicas y mímica. En la Edad Media, se celebraban las “fiestas de la locura”, donde se acostumbraba a gastar bromas en lugares públicos vistiendo un disfraz. Su aparición indica el comienzo e cuatro días de jolgorio y fiesta. En Panamá, los carnavales son llamadas también las fiestas del rey momo.

LOS RESBALOSOS

Hoy en día existe muy poca información sobre el verdadero origen de los resbalosos, lastimosamente es una tradición que está desapareciendo cada año. La historia cuenta que estos personajes provienen desde el siglo siglo XIX y son parte de la tradición del “Arrabal Santanero”.

Recolectaban dinero durante el carnaval en Santa Ana, se disfrazaban muy parecido a los congos, con trapos viejos, se pintaban la cara de negro y utilizaban plumas de gallinas en sus atuendos.
Durante esos años su función era molestar a los transeúntes que pasaban por desde las calles de malambo (Calle 16 oeste) hasta Plaza Amador. A cambio de dejarlos en paz le cobraban monedas, yuca, ñame, pedazos de carne o cualquiera cosa que les sirviera para hacer un sancocho para la noche donde se celebraban los famosos bailes populares.
Dicen los rumores que los resbalosos secuestraron al presidente durante el siglo XIX (Nota no confirmada) a cambio de su libertad, Buenaventura Correoso le prometió la celebración de un carnaval.
Hoy en día los tiempos han cambiado y ya no molestan a los usuarios como lo hacían durante esa época.
Los resbalosos, hoy en extinción debido al Decreto 700 del 10 de enero de 2013 -que escatima pintarse el cuerpo total o parcialmente, utilizar instrumentos de sugestión para pedir dinero, lanzar harina, confetis o serpentinas-, formaron parte de las fiestas carnestolendas del siglo XIX y principios del XX.
Los disfraces, algunos inspirados en el folclor, la cultura popular, así como pillos o diablos, buscaban asustar o molestar a los transeúntes a cambio de dinero.
Llorente explica que su función probablemente tenga que ver con las festividades de los congos en Colón o de las comunidades de Chilibre.
Ya sea como personaje o como espectador, víctima de las “pillerías” de los juegos, forma parte de las tradiciones muchas veces vistas durante el Carnaval, dice.
“Hay un personaje conocido como el doctor, que junto a otro llamado fatiga, simula un caso de patatús que solo puede mejorar con dinero”, explica.
Otros más modernos escupían fuego, bailaban o lo secuestraban a cambio de plata para sufragar la celebración. “Era su forma de financiar el jolgorio”, asegura la historiadora.

TUNAS Y COMPARSAS
Llorente explica que las tunas y comparsas surgieron de la combinación de cantos de personas provenientes del interior del país, arraigados en Santa Ana, Chorrillo y Malambo, por ejemplo.
“Familias como los Brandao y los Fonseca, por ejemplo, comenzaron a crear durante la década de 1940 algunas tunas por la ciudad”, explica la historiadora y docente en la Universidad de Panamá.

EL FAMOSO AÑIL
Los criollos y los del arrabal eran felices con su agua teñida de añil y bermellón.
Días antes de las fiestas de Momo buscaban baldes grandes y preparaban sus mejunjes, para lanzarlos luego desde los balcones y terrazas sobre quienes circulaban por las calles. Pero Juan B. Sosa, concejal del distrito de Panamá en 1910, quería un “Carnaval civilizado”. Estaba cansado de ese “espectáculo poco culto” de los de afuera, y fue así como los más prominentes hombres de la sociedad se unieron y formaron la primera Junta de Carnaval.

LOS CULECOS Y MOJADERA
Quien no se ha mojado en carnavales, no ha “carnavaleado” correctamente. Es uno de los clásicos de la diversión, tradicionalmente, se comenzó a mojar en las mañanas, se arrojaban cubos y baldes de agua, hasta 1986, a cualquier persona que caminara por la calle, sin importar su vestimenta o dirección que tomara. Es en ese año cuando la “mojadera” se hizo con un camión cisterna en vía España, parte del “Carnaval Diamante”.

LOS CARROS ALEGÓRICOS
Son piezas imprescindibles de los carnavales. Es el trasporte oficial de las soberanas, y durante tres días desfilan decorados con todo lujo y color. La elaboración de los carruajes requiere de un trabajo en equipo, de unas 35 personas aproximadamente, especialistas en labor de confección. Uno de los principales materiales con los que se fabrican es foam, que permite su tallado y modelado y a cambio tiene un peso ligero para la carroza..

Recuerdos de Domitila y Tiburcio
Se veían en todos los desfiles del carnaval de hace muchos años, hoy, aunque no aparecen mucho, siempre se les recuerda. Fueron creados por Alfredo Millán, panameño de origen extranjero, a quien le gustaba mucho el carnaval panameño.
En la década de los 50, nacen Domitila y Tiburcio, personajes que representaban al panameño común que emigró del interior a la capital atraído por las fiestas, y que por 4 días se olvidan de todas sus penas, para retornar a su cruda realidad el Miércoles de Ceniza.
Guillermo May, funcionario del IPAT, comenta que los personajes fueron creados para adornar los desfiles de aquella época. Añade que además de ser figuras del carnaval, aparecían en las caricaturas de todos los periódicos de ese tiempo.

ENTIERRO DE SARDINAS

Después de cuatro días de celebración que preceden a la Cuaresma, la fiestas culminan con el entierro de la sardina. Las reinas hacen su última aparición en las fiestas con la joyería y el traje típico nacional, la pollera. El desfile representa la parodia de un cortejo fúnebre y la encabeza la figura de una sardina. Con este cierre se da fin a los carnavales hasta el próximo año.

Soberanas de la capital - 108 años del Carnaval de Panamá.

1. Manuelita Vallarino, 1910.
2. Isabel Espinoza, 1911.
3. Ramona ‘La Trona’ Lefevre, 1912.
4. Laura Arjona, 1913.
5. Elena de la Ossa, 1914.
6. María Esther Arango, 1915.
7. Raquel de la Guardia, 1916.
8. Emy Cardoze, 1917.
9. María Teresa Vallarino, 1919.
10. Fania de Obarrio, 1920.
11. Catita Lewis, 1921.
12. Mercedes Zubieta, 1922.
13. Zoila de la Guardia, 1923.
14. Elida Arias, 1924.
15. Sarita Chiari, 1925.
16. Aida Pacheco, 1926.
17. Julieta Orillac, 1927.
18. Ruty Ehrman, 1928.
19. Victoria Fábrega, 1929.
20. Gladys Miller, 1930.
21. Lole Linares, 1931.
22. Carmen Inés Arias, 1932.
23. Clarita Smith, 1933.
24. Elvira Zubieta, 1934.
25. Olga Arosemena, 1935.
26. Ida Graciela Tarté, 1936.
27. María Elena de la Guardia, 1937.
28. Gladys Arias, 1938.
29. Gladys Jiménez, 1939.
30. Delia Diez, 1940.
31. Marcela Arias, 1941.
32. Graciela Arosemena, 1942.
33. Fania Boyd, 1943.
34. Elisa Arosemena, 1944.
35. Rosemary Porras, 1945.(se escogió la reina, pero no hubo carnaval)
36. Marcela Cucalón, 1946.
37. Vilma Eskildsen, 1947.
38. Yolanda Morales, 1948.
39. Teresita Méndez, 1949.
40. Aura Icaza, 1950.
41. Vilma Arosemena, 1952.
42. Marcela Estripeaut, 1953.
43. Carlota Boyd, 1954.
44. Maritza Diez, 1956.
45. Rosalía Barraza, 1957.
46. Rita Burrel, 1958.
47. Renée Tercos, 1959.
48. Berta Chambonnet, 1960.
49. Ana Raquel Chanis, 1961.
50. Rosario de Sedas, 1962.
51. Ana Cecilia Maruri, 1963.
52. Orietta Maciá, 1965.
53. Mayra Espino, 1966.
54. Malena Nicosia, 1967.
55. Blanca Clement, 1968.
56. Magda Valdés, 1969.
57. Nita Pezet, 1970.
58. Ana Elena Porras, 1971.
59. Bleixen Martínez, 1972.
60. Elsie Brandao, 1973.
61. Estrellita Endara, 1974.
62. Otilia 1era, 1975.
63. Marta Sánchez, 1976.
64. Marianela Gálvez, 1977.
65. Gisel de la Guardia, 1979.
66. Belinda Panay, 1980.
67. Blanca Ester Salamín, 1981.
68. Maribel Concepción, 1984.
69. Marta Pérez, 1985.
70. Julieta Barría, 1986.
71. Lorena Castillo, 1987.
72. Iradela Licona, 1988.
73. Enith Robles, 1995.
74. Sadie Navalo, 1996.
75. Jovana Itzel Núñez, 1997.
76. Zaida Batista, 1998.
77. Sissy Méndez, 1999.
78. Lilibeth Camaño, 2000.
79. Maythe Bilbao, 2001.
80. Jannesy Contreras, 2002.
81. Milena Saldaña, 2003.
82. Debbie González, 2004.
83. Ana Karina Ábrego, 2005.
84. Sorangel Matos Arce, 2006.
85. Kathia Real Quiroz, 2007.
86. Liseth Díaz, 2008.
87. Viviana Atencio, 2009.
88. Yeesel Domínguez, 2010.
89. Yinela Yero, 2011.
90. Estefanía Mora, 2012.
91. Virginia Hernández, 2013.
92. María de Lourdes Gallimore, 2014.
93. Onissis Samaniego, 2015.
94. Nohelys González, 2016.
95. Giselle Carolina Ow Young Villarreal. 2017
96. Yanidia Maure 2018

LOS SIGUIENTES AÑOS NO HUBO CARNAVAL:

1918 no hubo carnaval, ocupación militar de Estados Unidos en Panamá
1951 no hubo carnaval por la epidemia de polio
1955 no hubo carnaval, en enero asesinan a José Antonio Remón Cantera
1964 no hubo carnaval por los sucesos del 9 de enero
1978 no hubo carnaval - (motivo no relevado)
1982 no hubo reina oficial
1983 no hubo reina oficial
1989 -1994 a causa de la invasión no se celebraron

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