Ni Panamá y ni Nicaragua eran los países donde se iba a construir un canal (bueno màs o menos un canal)... era MÉXICO!!
1880, cuando se iniciaron las excavaciones del Canal, no hubo un solo año en que no hubiera una nueva explotación para determinar la mejor ruta para la construcción de un canal desde el Istmo de Tehuantepec hasta el Darién.
El canal de Tehuantepec
La historia del canal de Panamá está llena de fiascos, conspiraciones, ideas locas, otras geniales y mucho, pero que mucho tiempo y dinero desde que la idea surgió hasta que el primer barco saltó entre océanos el 15 de agosto de 1914. Pero, ¿qué hubiera sucedido si en vez de en Panamá se hubiera construido el canal más hacia el norte? No me refiero a un canal en el sentido clásico del término, hubiera sido una maravilla de la tecnología y, sin duda, se trató de una idea arriesgada, que a punto estuvo de llegar a ponerse en práctica.
Antes de describir la idea de forma breve, hay que identificar ese otro lugar de Centroamérica que estuvo en el punto de mira de quienes soñaban con ver un canal entre el Atlántico y el Pacífico. Se trata del istmo de Tehuantepec, al sur de México.
Como puede verse en el mapa, el trecho entre océanos es muy superior al que se debe salvar en Panamá, donde no se llega a los 80 kilómetros. En Tehuantepec vendrían a ser unos 200 kilómetros pero, durante mucho tiempo, ese lugar fue considerado como ideal para construir el canal. El istmo de Tehuantepec es una región comprendida entre los estados de Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Veracruz en México. Se trata de la zona más angosta entre los dos océanos (océano Pacífico y océano Atlántico, en su sección del golfo de México). Pero sería un canal muy especial, algo nunca visto. Desde hacía mucho tiempo se consideraba como el terreno ideal para trazar un ferrocarril entre océanos, porque realmente construir un canal, con sus esclusas y demás infraestructuras asociadas era demasiado caro y complicado. Pero, ¿por qué no unir lo mejor de un canal con las ventajas del ferrocarril?
La proximidad a Estados Unidos y un clima más benigno que el panameño llamaron la atención de James Buchanan Eads.
Además de ser un ingeniero de gran talento, y todo un soñador, era un millonario empeñado en llevar a cabo sus sueños.
Durante décadas se había dedicado a construir todo tipo de estructuras e ingenios, como algunos de los primeros acorazados o gigantescos puentes de acero. Por ello, no debe extrañar que soñara con una línea de ferrocarril que cruzara el istmo de Tehuantepec. Ahora bien, que no se piense en una línea normal, que transportara carga entre dos puertos situados en los extremos de la misma, nada de eso. El genial industrial soñó con… ¡transportar los barcos entre océanos a lomos de un ferrocarril! De esta forma, un barco que llegara a uno de los extremos del ferrocarril-canal, sería elevado sobre una gigantesca plataforma rodante que se desplazaría tierra adentro hasta llegar al otro extremo, donde el buque sería depositado nuevamente sobre el mar.
Hacia 1887 el gobierno de los Estados Unidos ya había mostrado su intención de apoyar la idea, pero por desgracia el ingeniero falleció al poco tiempo y la cosa no superó los trámites posteriores. Esta imagen describe a la perfección la idea de James B. Eads, que en su época fue compartida en otros lugares, como en el canadiense istmo de Chignecto, obra que tampoco llegó a buen puerto.