Descubrimientos arqueológicos en la Catedral Basílica Santa Maria la Antigua de Panamá 2017 - Casco Viejo
Les presentamos un relato exclusivo de lo que está ocurriendo en uno de los sitios más emblemáticos de nuestro país. Conozca qué se ha encontrado, cómo marcha su avance y algunas primicias de cómo lucirá y funcionará nuestra preciada Catedral.
Pronto quedarán atrás los días en que, con enorme pena, tocaba presentar a locales y extranjeros la Catedral Basílica Santa María la Antigua. La iglesia es hoy parte de un ambicioso proyecto restaurativo liderado por el Instituto Nacional de Cultura, a través de la Dirección de Patrimonio Histórico. Se espera que sus trabajos culminen en diciembre de 2017.
El edificio se encontraba en condiciones precarias, a pesar de ser considerado Patrimonio de la Humanidad desde 1997. Pero sus dificultades no son cosa reciente: solo su construcción original demoró más de cien años, entre fuegos, cambios en sus planos y la falta de recursos económicos. Súmele a estos hechos adversos varias remodelaciones fallidas y diversas expoliaciones a lo largo de sus años y entenderá el por qué la Catedral mayormente avergonzaba en vez de enorgullecer a los residentes de Panamá.
Esta iniciativa por parte del Comité Amigos Iglesias Casco Antiguo (CAICA) permitirá que Panamá cuente con fotografías y una narrativa detallada de los trabajos que se realizan, para que se conserven como parte del acervo histórico de nuestra nación.
¿Y qué es, entonces, lo que está ocurriendo? Los primeros meses de la restauración se han dedicado al rescate arqueológico de la Catedral, a cargo de los especialistas Tomás Mendizábal y Jonathan Hernández. Su primera tarea fue realizar veinte excavaciones en diversos puntos del interior y exterior del templo. Para no excavar a ciegas, los arqueólogos se guiaron por un sondeo geofísico que les permitió hacer una especie de “radiografía” del suelo.
El sondeo arrojó varias anomalías en el centro de la nave del templo, que alimentó las esperanzas de encontrar el túnel que insistentemente aparece en varios textos y leyendas urbanas. Sin embargo, nunca se halló en la excavación. Lo que sí se encontró fueron dos criptas de piedra de excelente confección, alineadas perfectamente en medio de la iglesia. En una se encontraron restos humanos; en la otra, más cercana al altar, solo se encontraron cenizas de materiales que se cree que provienen del fuego que azotó la Catedral en 1737. De sus dueños, no encontramos nada que los identificara; pero ciertamente deben haber sido de personajes muy importantes, por la calidad y posición de las criptas.
Justo en el centro de la iglesia también se encontró un extraño receptáculo aproximadamente a un metro de profundidad. Visto desde arriba, asemeja una lágrima. En él convergían tuberías que viajaban a todas las columnas del templo, que también fueron descubiertas en la prospección arqueológica. Ello nos indica que la Catedral fue en algún momento de su historia iluminada con gas o kerosene, cosa que desconocíamos: el piso de cemento que se colocó en el templo, en 1875, tapó todo vestigio de este sistema, y no se mencionaba en archivos.
Mucho del trabajo arqueológico fue dedicado a catalogar más de 100 cistas o enterramientos catedralicios. Es importante mencionar que, al excavar estas tumbas, los arqueólogos descubrieron que la mayoría de ellas había sido violentada hace más de cien años. Esto probablemente ocurrió cuando se reemplazó el piso de ladrillo original del templo con el de cemento antes mencionado. Pocas tumbas corresponden a enterramientos primarios de cuerpo entero y se cuentan con los dedos de la mano a las que les conocemos dueño. Una de las pocas que se encontró debidamente identificada contiene los restos de Manuel José Hurtado, padre de la instrucción pública en Panamá.
Las cistas encontradas fueron hechas con una variedad de materiales, como por ejemplo cemento, ladrillo, piedra y mármol. Algunas poseen restos de ataúdes, sobre todo cuando estos fueron elaborados de metal. Sin embargo, la mayoría de los huesos ubicados en las cistas se encontraban en contacto directo con la tierra húmeda, lo cual les causó gran descomposición. Pero, a pesar de su precariedad, estos osarios son de gran importancia debido a que son la mejor muestra ósea de nuestro país, que data de entre 1700 hasta finales de 1800. Todo este material se maneja con gran cuidado científico; una vez concluido su estudio, los restos serán colocados en pequeños ataúdes en la cripta de la Catedral.
No todos los huesos se encontraron en cistas propiamente dichas: por ejemplo, toda la zona cercana a la puerta principal de la iglesia es un revoltillo de tierra y huesos. Ello significa que esta área era dedicada principalmente para enterramientos masivos.
Han sido pocos los hallazgos de objetos en las tumbas, pero sí se han encontrado algunos elementos de valor: un crucifijo, una pequeña imagen de la Virgen y el niño Jesús, una moneda de 1712, una botellita de perfume que conserva una muestra de aire con más de cien años y un papel escrito con el apellido Lewis en su interior, un token del tranvía que recorría la antigua ciudad y un hermoso ataúd con decorativos de plata con la inscripción F.A.H. Todos ellos merecen ser guardados en un museo para su contemplación y estudio.
Las excavaciones arqueológicas también han comprobado que la Catedral se hizo en varios momentos constructivos, siendo la parte más antigua la que se encuentra cercana al retablo mayor. Fue allí que se halló la mayor sorpresa de la prospección arqueológica: el piso original del presbiterio, que probablemente date del siglo 18. Es de ladrillo rojo, que todavía se percibe, en el que claramente se ve incrustado un pedazo de mármol en forma de rombo. Este hallazgo nos habla de una época donde en Panamá eran pocos los fondos disponibles para darle prestancia a la Catedral.
Hacia el centro de la nave también se encontró un muro asomado al suelo, que se muestra en la relación de la Catedral hecha por Nicolás Rodríguez, en 1748. Son los restos de una capilla mayor, que según los planos subía tres escalones sobre la altura de la nave.
Es uno de los dos coros que se planificaron para la iglesia, de esquemática muy española. Nunca se terminaron de construir, pues los planos se modificaron para hacer la iglesia más luminosa. El coro que finalmente se hizo se colocó en la parte trasera del templo, y fue eliminado en una remodelación del siglo pasado.
En paralelo con el trabajo arqueológico, se han adelantado estudios para la futura restauración de la fachada. Las deterioradas esculturas de madera que la adornaban ya fueron removidas y se encuentran embaladas en cajas a buen resguardo esperando ser restauradas. Adicionalmente, CAICA ha contratado a un historiador español que está buscando toda la documentación posible sobre la Catedral en Panamá y España. Los estudios han arrojado que es prácticamente definitivo que la fachada de nuestro actual templo se trajo piedra por piedra desde la vieja ciudad de Panamá. La diferencia entre ambas fachadas es de apenas dos centímetros, además de que su estilo constructivo es cónsono con la arquitectura de la primera ciudad de Panamá. La fachada de la Catedral, al igual que se ve hoy día en la iglesia Nuestra Señora de La Merced, es un recuerdo de la vieja ciudad incorporado a la fisonomía de la nueva Panamá.
Fuente: Wendy Tribaldos