De escuela de dictadores a meca del conocimiento en Panamá
La Ciudad del Saber, situada en una vieja base militar, concentra centros de investigación y organismos internacionales.
El Fuerte Clayton, una antigua base castrense que Estados Unidos operó en el siglo XX en Panamá e insertó en el engranaje geopolítico que adiestró a militares latinoamericanos y caribeños que ejercieron como dictadores y fueron acusados de masivas violaciones a los derechos humanos en América Latina y el Caribe, es ahora una meca regional para la convergencia del conocimiento científico y tecnológico y de la innovación humana.
Rebautizado como Ciudad del Saber, el terreno de 120 hectáreas colindante con la capital fue parte de la Zona del Canal de Panamá, un enclave integrado a la política de expansión y dominio militar, político y económico de Washington en América Latina y el Caribe. La Zona partió en dos al territorio panameño desde que la ruta interoceánica, construida de 1904 a 1914, empezó a funcionar hace 99 años bajo absoluta autoridad estadounidense, con sus áreas aledañas convertidas en una cadena de bases y demás instalaciones al servicio de Estados Unidos.
“Las bases militares eran lo más cercano a un campus universitario: tenían residencias, servicios, áreas deportivas, iglesias”, dice el panameño Jorge Arosemena, director ejecutivo de la Fundación de la Ciudad del Saber. “El factor especial es haber sido construida sobre lo que fue una antigua base militar desde la cual, entre otras cosas, se organizó la invasión de nuestro propio país”.
Clayton fue pieza esencial en la operación “Causa Justa”, ejecutada por tropas de Estados Unidos que el 20 de diciembre de 1989 cruzaron los límites de sus bases en suelo panameño e invadieron Panamá para desalojar del poder y capturar al general Manuel Antonio Noriega, el entonces “hombre fuerte” de este país que, acusado de narcotráfico en cortes federales estadounidenses, al amanecer del 3 de enero de 1990 se entregó a los generales que condujeron la ocupación bélica.
Noriega, quien purgó poco más de 20 años de cárcel en Estados Unidos y, tras un encarcelamiento en Francia, en diciembre de 2011 y por último ingresó a una prisión panameña, fue un incómodo recuerdo en un turbio historial de los panameños, como hombre al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), aliado de La Habana y cercano a los cárteles colombianos del narcotráfico, mientras que la historia de Clayton quedó marcada como centro de adiestramiento de dictadores y plataforma militar para la intervención de Washington en la zona. Clayton también quedó en el pasado.
Tras una prolongada renegociación que acabó con el control a perpetuidad de la vía canalera y de la zona adyacente, impuesto en unos pactos de 1903, los nuevos tratados sobre el Canal y tierras adjuntas fueron suscritos en 1977 por los entonces gobernantes James Carter, de Estados Unidos, y Omar Torrijos, de Panamá. Los tratados Torrijos-Carter fueron ratificados en 1977 y en 1978, entraron en vigencia en 1979, permitieron la paulatina reversión de las tierras al control panameño y condujeron a la entrega del Canal a Panamá a partir del mediodía del 31 de diciembre de 1999.
La ceremonia del último día del siglo pasado completó el proceso para que Panamá reasumiera la soberanía en una franja territorial que el 18 de noviembre de 1903, solo 15 días después de independizarse de Colombia, aceptó ceder a perpetuidad a la Casa Blanca.
Pero el germen de la Ciudad del Saber —como base para el aprendizaje, el emprendimiento, la cultura, el deporte, la investigación y la innovación— ya estaba en desarrollo.
“Clayton se cerró el 30 de noviembre de 1999. Nos trasladamos el 2 de diciembre de 1999, éramos 11 personas. La Ciudad del Saber fue una apuesta del conocimiento. Se dio una serie de coyunturas: Panamá recibía (en 1999) todo lo que era la zona del Canal dentro de la cual había instalaciones militares, civiles y diferentes tipos de infraestructuras, lo que se llamaban las áreas revertidas, que constituían la Zona del Canal que dividía al país y nos ponía una quinta frontera interna pero que fue superada por los Tratados Torrijos—Carter”, recordó Arosemena.
De aquellas 11 personas, ahora unas 7.000 personas se movilizan a diario en la Ciudad, con 45 programas académicos de sedes permanentes y temporales de universidades del exterior, con facilidades de infraestructura, salones, videoconferencias, y que ofrecen maestrías y doctorados, en un escenario de constante investigación.
También existe un tecno—parque con 85 empresas de tecnologías innovadoras, la mayoría en tecnologías de la información, aparte de biotecnología, biología molecular y hasta una de nanotecnología que investiga sobre combustibles. Asimismo, diversos entes del sistema de la Organización de Naciones Unidas trasladaron sus sedes regionales para América Latina a la Ciudad, mientras que más de 25 organizaciones no gubernamentales humanitarias—como la Federación Internacional de la Cruz Roja, Save the Children y Médicos sin Fronteras, entre otras—se instalaron en el campus.
“Todo esto conforma una comunidad en estrecha relación e interacción con la comunidad nacional y con el exterior. Esto es lo que es la ciudad, que es administrada por una fundación privada sin fines de lucro”, relató Arosemena.
“La clara visión de los fundadores fue apostarle al conocimiento. Se concibió como lo que ha ido evolucionando y es hoy. Una plataforma de encuentro donde coinciden universidades ofreciendo y haciendo investigación, con una concentración de laboratorios avanzados, un tecno—parque de empresas innovadoras, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales. Si a eso sumamos la posición geográfica de Panamá, su conectividad en comunicaciones, no solo aéreas, sino en servicios, la apuesta que ha hecho Panamá es convertirse en un gran polo de logística”, relató.
El siglo XX de lo que fue Clayton dejó atrás las épocas de desfiles castrenses, prácticas militares y adiestramientos de dictadores. Ahora es la Ciudad del Saber, nuevo enclave para la preparación de otros recursos humanos.