05 Jul
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1968: cuando los polìticos prometieron una revolución

Tres candidatos se disputaban las elecciones en 1968, en un país que clamaba por justicia social. ¿Cuál de ellos podía hacer los cambios que el país necesitaba?

Algunos autores franceses lo llaman “los años 1968”, en alusión a los espectaculares acontecimientos, ‘violentos y multitudinarios’ que convirtieron sus 365 días en el símbolo de una década caracterizada por el caos.

En mayo, Francia quedó paralizada por las juventudes que esgrimían consignas como “Prohibido prohibir”, “Abajo el Estado”, “La imaginación al poder”, “Sé realista, pide lo imposible” o hasta “No confíes en nadie mayor de 30 años”.

En abril, fue asesinado el líder el movimiento de los derechos civiles Martin Luther King en Estados Unidos. En junio, el precandidato presidencial Robert Kennedy.

En 2 de octubre, en México, decenas de estudiantes (o miles, poco se sabe) fueron masacrados en la plaza de Tlatelolco.

En Panamá, en mayo tendrían lugar las últimas elecciones en 16 años. En octubre, se daría el primer golpe militar de la historia del país, responsable de decenas de muertes y desaparecidos, dando inicio a una era castrense que terminaría 21 años después, con una dolorosa invasión extranjera.

PANAMÁ SE ENCUENTRA A SÍ MISMA

‘El hecho característico de nuestros tiempos es el despertar de la conciencia de los pueblos a la necesidad de progreso, una idea que ha entrado en la psicología de las poblaciones paralizadas en sus formas primitivas o imperfectas de civilización. La humanidad entera quiere la transformación de las clases sociales y económicas y una más justa distribución de la riqueza y de la cultura”, señalaba la encícilica Populorum Progressio, publicada por La Estrella de Panamá el 27 de abril de 1968.

Era un recordatorio perfecto para los tres candidatos que se batían a duelo en las elecciones de mayo de ese año: el ingeniero David Samudio, de la Alianza Popular, respaldada por el gobierno del presidente Marco Robles (1964-1968); el doctor Arnulfo Arias, de la Unión Nacional, y Antonio González Revilla, del Partido Demócrata Cristiano.

UNA RUTA CLARA

Para el candidato oficial, Samudio, el país estaba encaminado.

“Panamá se ha encontrado a sí misma y está camino de una nueva era”, decía, esgrimiendo una y otra vez las pruebas de su optimismo: por primera vez en más de 30 años, tres administraciones consecutivas habían llegado al término de su periodo constitucional.

La economía había crecido un promedio de 8% anual durante esa década.Se habían creado instituciones como el Idaan y el Ifarhu; se había invertido en educación, en la construcción de represas, se había ampliado la Zona Libre de Colón.

Aun así, los avances parecían no ser suficientes: ‘La viva inquietud que se ha apoderado de las clases pobres en los países que se van industrializando se apodera ahora de aquellas, en las que la economía es casi exclusivamente agraria: los campesinos adquieren ellos también la conciencia de su miseria, no merecida. A esto se añade el escándalo de las disparidades hirientes, no solamente en el goce de los bienes, sino todavía más en el ejercicio del poder: mientras que en algunas regiones una oligarquía goza de una civilización refinada, el resto de la población, pobre y dispersa, está privada de casi todas las posibilidades de iniciativas personales y de responsabilidad, y aun muchas veces incluso, viviendo en condiciones de vida y de trabajo, indignas de la persona humana’, continuaba la encíclica.

Y no era solo el papa.

La Cepal advertía, como publica el jueves 25 de abril de 1968 La Estrella de Panamá, que si el continente no se decidía a realizar cambios más profundos en sus estructuras políticas y económicas quedaría rezagado en el proceso de desarrollo.

La Cepal insistía en la falta de vías de comunicación y de transporte, carreteras, sistemas de riego, embalses y represas, plantas hidroeléctricas y líneas telefónicas.

Los indicadores económicos mostraban una sociedad profundamente atrasada, con un analfabetismo del 20% y un sector agrícola en franco retroceso: del 23% del PIB en el año 1960, el sector del campo se redujo a 20% en 1968. En 1970, llegaría a un 17%.

La industria manufacturera aumentaba su participación en el ingreso nacional, de un 13% en 1960 a 15.8% en 1970, pero no lo hacía al ritmo necesario para absorber a las masas de campesinos que emigraban hacia la ciudad.

La misma Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) reconocía, en un memorándum enviado al presidente Lyndon Johnson, en junio de 1966, la debilidad del presidente Marcos Robles. ‘Su coalición oligárquica —decía la CIA—, ha sido incapaz de lidiar con los serios problemas que tiene el país. La disparidad de los estándares de vida entre los panameños, la amplia base de desempleo y la creciente pobreza, sobre todo en las áreas urbanas, son un peligro para la estabilidad’.

PROMESAS IMPENSABLES

‘Aquí hay unos pocos que lo tienen todo y muchos que no tienen nada. Eso lo cambiaremos el primero de octubre’, decía el candidato oficial en sus giras por el interior de la República, asegurando que, una vez convertido en presidente, apoyaría al campesino; le entregaría la tierra al que la trabajara y haría justicia en el cobro de impuestos, ‘tanto entre los de arriba como entre los de abajo’.

‘Hay una rosca oligárquica que maneja el presupuesto, tumba y pone presidentes y tiene privilegios’, insistía Samudio, que había sido ministro de Planificación y Política Económica durante el gobierno de Nino Chiari y ministro de Hacienda y Tesoro durante el mandato de Marco Robles.

Anulfo Arias prometía otro tanto: ‘Urbanizaremos el interior. La vida del campo y de la ciudad deben ser igualmente atractivos’, decía, describiendo la dura realidad que, a su juicio, ameritaba cambios radicales: ‘Nos encontrámos al borde de un caos institucional. Haremos una renovación total del sistema político, una revolución’, decía en la recta final de las elecciones, como fuera recogido por La Estrella de Panamá .

Los candidatos prometían, pero, ¿cuál de ellos contaba con el respaldo político, la autoridad moral y liderazgo para efectuar las reformas que el país tanto necesitaba?

LOS CANDIDATOS

Antonio González Revilla, un distinguido médico de reconocidos méritos, no tenía probabilidades de éxito. Su partido, la Democracia Cristiana, había corrido por primera vez en las elecciones de 1964, obteniendo solamente un 3% de los votos.

El mismo Samudio llegaba a las elecciones con una coalición gubernamental dividida y desprestigiada. El gobierno de Marco Robles era percibido como corrupto y producto de un fraude electoral (1964).

A Arias, el caudillo, la alianza pro-gobierno le sacaba en cara su pasado, cargado de pecados: su simpatía por Hitler y Mussolini, su persecución contra chinos, hindúes, antillanos y judíos, ‘sus aventuras románticas con damas extranjeras’, su absolutismo, los desmanes de su policía secreta y hasta lo acusaba de asesinar a un militar.

A pesar de contar con el apoyo de grandes grupos de la población y de un sector de la oligarquía, Arias se mostraba incapaz de ganar la confianza de los grupos que, más que garantizarle el voto popular, podían mantenerlo en el poder.

El mismo memorándum citado, escrito por la CIA en 1966, mencionaba al movimiento Panameñista, junto con los dos partidos comunistas existentes en el país, como uno de los posibles focos de inestabilidad: “Aunque no es comunista, impone una amenaza a la estabilidad del país por la naturaleza demagógica e impredecible de su líder Arnulfo Arias. Dos veces presidente y dos veces depuesto… ‘, decía la nota que, por el contrario, establecía a la Guardia Nacional como una “fuerza amiga”.

ELECCIONES FRAUDULENTAS

Las elecciones populares se realizaron el 12 de mayo en medio de irregularidades y con los ánimos exacerbados. Hasta pocas horas antes de la apertura de las urnas, hubo choques callejeros y cruces de disparos entre paramilitares que apoyaban a Samudio, conocidos como los Pie de Guerra, y panameñistas agrupados como Boinas Negras.

Mientras el pueblo emitía su voto, la Alianza Popular (oficialista) intentaba, en varios puntos del país, evitar el triunfo de la Unión Nacional (de Arnulfo Arias), irrumpiendo las votaciones, destruyendo las urnas y recurriendo a la violencia.

El 13 de mayo, un día después de las elecciones, dos personas murieron en un ataque contra la arnulfista Radio Soberana, dirigido por Rigoberto Paredes, candidato a diputado por la Alianza Popular (oficialista).

DEMORA EN EL CONTEO

El jueves 30 de mayo, Arnulfo Arias fue declarado vencedor por un margen de 41,545 votos.

Los resultados de las elecciones de 1968 fueron los siguientes: Unión Nacional, de Arnulfo Arias, 175,432 votos (55%), Alianza Popular, de Samudio, 133,887 votos (42%) y Democracia Cristiana, 11,371 votos (4%).

Finalmente, se entregaron las credenciales al ganador el 30 de mayo.

Pero, aunque la victoria presidencial era incuestionable, serias dudas se albergaron sobre la legalidad del dominio panameñista sobre la Asamblea Nacional, obtenido, supuestamente, al despojar a la fuerza a figuras como Rigoberto Paredes, Aquilino Boyd, Moisés Torrijos y Luis Chen de sus curules.

El 1 de octubre de 1968, después de su toma de posesión, la naturaleza de Arias, como la del alacrán, salió a relucir con sus múltiples desaires a altos mandos de la Guardia Nacional: exigió la jubilación del coronel Vallarino, humilló al mayor Boris Martinez y envió a Omar Torrijos al exterior.

La venganza vendría la noche del 11 de octubre de 1968, cuando, narra Brittmarie Janson en su libro Panamá Protesta , la Guardia Nacional ocupó la capital y arrestó a cientos de seguidores de Arias, del Partido del Pueblo y dirigentes de izquierdas, obligando al caudillo a exiliarse en la Zona del Canal.

Para la sorpresa de la ciudadanía, en su mayoría consternada por la irrupción de la sucesión presidencial, al día siguiente, un grupo de líderes de la Cámara de Comercio pedían volver a la normalidad. Así lo señala Janson dando detalles de un comunicado leído en RPC radio y RPC televisión y firmado por Ralph de Lima, Henry Ford, Carlos de Janon, Alberto Conte, David Btesh y Manuel José Berrocal.

Encuesta: Si pudiera volver atrás, ¿a quien elegiría usted como gobernante?

El 15 de octubre, La Estrella publicaba un cable de Associated Press que anunciaba la desaparición en la capital, vigilada por el cuerpo militar, de indicios de ‘oposición a la nueva junta cívico militar’.

El día 20 del mismo mes, la Organización de Estados Americanos (OEA), que tenía 11 representantes de gobiernos militares, aceptaba las credenciales de Aquilino Boyd, delegado del nuevo gobierno.

El 16 de noviembre, el embajador de Estados Unidos en Panamá, que había condenado el llamado a las armas de Arnulfo Arias( mientras se encontrara asilado en la Zona del Canal, durante los primeros días posteriores al golpe), anunció que su gobierno había decidido continuar las ‘tradicionalmente estrechas relaciones con la nación panameña’.

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